¿De dónde sale la mayor parte del dinero para la propaganda política?, pues nada más y menos que de la bolsa de los ricos del país; personas y personajes que han recibido o sabido capitalizar fortunas, mismas que han multiplicado en el lucrativo negocio de intervenir y/o participar en política.
Si algún político dice que los recursos financieros de su campaña provienen de sus pobres seguidores –más pobres, que seguidores-, eso jamás será cierto, porque lo único que siempre ponen los pobres en una contienda política es su comprada presencia y su inocente esperanza por llegar a ser ricos, tal y como se los proponen los políticos adinerados que van de candidatos en las elecciones del país.
Si en alguna época llegó un pobre a ser electo en un cargo público, luego se pasó al lado de los ricos, a pensar como ellos y a actuar mejor que ellos porque cambió a su chancletuda pareja por la aprovechada y sofisticada compañera o camarada de partido que conoció en las reuniones y actividades de campaña o en las oficinas que se le abrieron al haber llegado a ser figura de partido.
En política si tienes vales, si no tienes no vales, solo vale tu voto pero nunca tu voz, porque para platicar con un candidato tienes que tener dinero y departir en sus privadas y elitistas reuniones. Un pobre se conforma con un apretón de mano y una sonrisa fingida de los aspirantes a elección popular, y aunque quisiera darle contribución a su candidato no podrá hacerlo personalmente, por los intermediarios que hacen imposible tratar en persona a su líder de turno.
Si el pobre lograse dar dinero, nunca sabrá si este llegó a su destino y si se utilizó de manera correcta su pequeña pero sincera contribución, ni mucho menos jamás recibirá una retribución en obras porque ese dinero se esfuma si se gastó en pagos de afiches, cortos publicitarios, en compra de votos, y peor aún, si su candidato perdió la postulación.
Quienes ponen a candidatos en el poder con su voto son los pobres; quienes los manejan, los mantienen o quitan del poder son los ricos.
Podríamos creer que muchos candidatos a elección popular siendo ricos dejen sus actividades o profesiones sólidas por ir a servirle a pueblo, pero no es así, porque estos priorizan hacerse más ricos, codearse o emparentarse con otros ricos, y sobre todo llevar su apellido a ser conocidos, sin importarles que el mismo no llegue a la condición de noble.
Finalmente, no es cierto que la mayoría del pueblo es pobre, y que por ello hay que votar por quien va a sacar al pueblo de la pobreza. La grandeza y el ánimo elevado que muestran los votantes pobres -escasos de dinero, pero nobles de espíritu- es más que suficiente para decir que la aportación de los pobres en las campañas vale más que toda aportación de quienes financian con dinero las mismas. El problema está en que a los políticos no les ha caído el veinte de que deben cumplir sus promesas, porque siempre será que por los pobres ganen elecciones, aunque sus jefes sean los ricos.