Cada vez que paso por alguna calle de mi querida Tegucigalpa, veo un promontorio de basura y más de alguna vez me he visto obligado a bajarme de la acera, pues la cantidad enorme de basura que hay no me permite caminar, y corro el riesgo de que me atropelle un carro, pero no queda otro remedio.
No sé qué es lo que piensa nuestro alcalde porque para ser sinceros, antes no se daba esta situación; en tiempos de Miguel Pastor no existían estos promontorios de basura en cada esquina que la verdad da tristeza observarlos.
Ojalá que al señor Ricardo Álvarez se le ilumine la mente para que cree un mecanismo que permita ver las calles más limpias porque creo que Tegucigalpa se lo merece, porque la verdad da pena y, como dijo una vez un gringo: “Si la basura fuera fosforescente no se necesitaría energía eléctrica para iluminar la ciudad en la noche”.
Espero que las autoridades correspondientes tomen cartas en el asunto.