Satisface enormemente el programa Vida Mejor del presidente Juan Orlando Hernández, un enorme reto que debe ser orientado no solo a lo material y económico sino que también a la recuperación, enseñanza y trasmisión de valores ético-morales y espirituales, así como a la salud física y psicológica, de amplios sectores de nuestra población deseosa de superar los diversos escollos que le impiden el avance hacia otros estados de una mejor calidad de vida.
Esta población de la que hablamos, un 60% lo constituye población joven, sobre la cual decimos “descansa el futuro de nuestro país”… un futuro incierto si vemos la realidad: adolecemos de un debilitamiento de conciencia e identidad nacional por fallas en el sistema educativo en todos los niveles; por otra parte, amplios sectores de esta población con una salud física y psicológica que no es la mejor y una preocupante pérdida de valores morales y espirituales, como lo apreciamos en el breve análisis que a grandes rasgos exponemos:
Salud física: enfermedades endémicas nos acompañan como el sida; según dicen, nuestro país ocupa el primer lugar en Centroamérica con este mal; además, el dengue, el rotavirus, la desnutrición infantil etc. Grandes sectores de la población no disfrutan de acceso al agua, lo cual impacta en su salud e higiene, aparte, el hambre debilita lentamente a amplios sectores. La atención médica y hospitalaria estatal deja mucho que desear, nuestra población de bajos recursos se muere por desatención y negligencia.
Salud psicológica: Los trastornos como la depresión, ansiedad, epilepsia, esquizofrenia; además, los homicidios y suicidios a consecuencia de la agobiante situación, y del alto consumo de drogas y bebidas alcohólicas. La desmotivación, pesimismo y baja autoestima impiden pensar y actuar orientando los esfuerzos a la superación.
También el contenido especulativo y amarillista de algunos medios de comunicación sutilmente ha ido creando un culto a la morbosidad en cierto sector de la población. Todo esto no ha logrado sensibilizar a alguien de las élites gubernamentales para legislar, establecer y apoyar decididamente una política nacional de salud mental.
Valores morales: prima la insensibilidad, el irrespeto a los padres, a las personas mayores, a las autoridades y a las leyes, a nuestros semejantes, a la propiedad privada. Acabar con la vida de una persona pareciera tan corriente; lamentablemente muchas veces a manos de menores de edad.
Hay un afán desmedido por obtener riqueza en el menor tiempo posible, sin importar los medios para lograrlo. La aparición de las llamadas “maras” y su escalofriante accionar; el surgimiento de despiadadas organizaciones criminales dedicadas a la narcoactividad, robo de vehículos, secuestros, asalto a bancos y la propiedad privada.
Un alto volumen de niños en la calle, inocentemente piden limosna sin ningún rubor, no asisten a la escuela, no aprenden un oficio digno, se defecan donde sea, están creciendo sin un ideal, sin creer en nada ni nadie, el amor a la patria y a sus símbolos, quizá nunca los van a conocer. Toda esta amoralidad la tenemos desde que la mal interpretada tolerancia y el libertinaje es el modelo a seguir y desde que desapareció la clase de moral y cívica del sistema educativo nacional, avalado por la indiferencia gubernamental.
Valores espirituales: la ausencia de Dios en el corazón y la mente de amplios sectores de la población nos ha insensibilizado ante el dolor y sufrimiento ajeno, irrespetando la vida y la dignidad humana. Creemos más en el hombre, en lo que dice y en lo que promete. Se trafica con la fe de la gente. Las prácticas esotéricas, brujería y satanismo son actividades comunes, sin que autoridad alguna haga algo para erradicarlas.
La disposición al cambio es esencial para el mejoramiento de nuestra vida y este programa ha creado esperanzas reales de una vida mejor en amplios sectores. La esperanza es algo bueno ya que alegra el corazón y el espíritu.
Ojalá que dentro de cuatro años no haya excusas y lamentos como los de los anteriores populistas, que en nombre de ayudar a los pobres gastaron irresponsablemente, imprimieron dinero, endeudaron nuevamente el país, generaron inflación y malbarataron las reservas nacionales, siendo responsables impunes del empobrecimiento y frustración de amplios sectores de la población, merecedora de una mejor calidad de vida, más digna y más sana.