Opinión

Y la historia se repite

Cuando apenas nos asomamos al umbral de la puerta de nuestras casas podemos observar la gran invasión de propaganda política en la vía pública, edificios, locales comerciales, automóviles, camisas y otros. En ella se destacan colores como rojo y blanco, azul, negro y rojo; también fotografías de rostros perfectos con una gran sonrisa dibujada, afiches de diferentes tamaños con frases bonitas y populares, además de los números de casillas de las papeletas electorales marcadas con una equis.

Los medios de comunicación del país también han sido inundados de propaganda política. Anuncios publicitarios, espacios pagados, reportajes de las campañas, notas informativas sobre las típicas acciones humanitarias que realizan candidatos y candidatas durante esta época de elecciones.

También podemos escuchar canciones populares con letras adaptadas, cantos donde se aclama a los representantes de los movimientos de cada uno de los partidos que participaran en el proceso electoral primario.

Aún no me lo creo, parece que en Honduras no ha pasado nada. Los activistas andan detrás de los candidatos y candidatas tratando de asegurarse un puesto de trabajo en caso de que su partido político llegue al poder, las clásicas marchas son abarrotadas de personas que se exponen ante el inclemente sol, unos en carro, otros a pie. Además de seguir realizando las afamadas concentraciones donde muchos pierden la voz gritando el nombre de otro.

Es increíble que el tradicionalismo siga imperando en mi amado pueblo, es inaudito que después de tanto daño a la patria, a los hondureños y a las hondureñas por parte de los políticos, tengamos que seguir en lo mismo para poder asegurarnos de que no faltará el alimento ni el abrigo a nuestras familias durante los próximos cuatro años; mientras esperamos que se vuelva a repetir la historia.

Seguimos escuchando el disco rayado de siempre, porque las promesas no cambian. Dicen, aseguran, prometen y juran ante el mismo Creador del Universo que harán sueños realidades, cambios radicales, que transformaran la tristeza por alegría, erradicarán la pobreza y el hambre, entre otras cosas; inflan nuestros oídos con miles de palabras que se escapan en la inmensidad del cielo como un globo cuando se va de las manos a un niño.

No comprendo por qué seguimos siendo actores de esta obra destructiva. Todos somos culpables de la difícil realidad en que vivimos, unos por ser los que siempre dicen que harán lo que después olvidan o prefieren no acordarse; otros por señalar a los que olvidaron y no hacer nada para que los mismos cambien. Los peores somos los que en silencio tenemos que aguantar porque ya nos acomodamos al sufrimiento.

La luz de la esperanza se apaga día a día en esta nación, se está evidenciando en este proceso de campaña electoral primaria.

El pueblo es una vez más parte del circo que instalan los políticos donde entretienen a los habitantes de esta bella tierra con actos de magia que llenan de ilusión los corazones, mientras no se cierre el telón que hace desaparecer la fantasía mantienen soñando a los espectadores, pero al caer las enormes cortinas y quedar en la oscura realidad no queda más que esperar que la historia se repita.