Tegucigalpa, Honduras
De pie, inmóvil, sin siquiera pestañear, las manos metidas en los bolsillos del pantalón y la camisa ajustada a músculos de Hulk, Osman Chávez, ahora diputado, antes defensa central de la H y de varios equipos, parece una de esas estatuas de mármol creadas por el inmortal artista Mario Zamora.
Son las 9:30 de la mañana, y no parece apurado por la hora. Saca la mano derecha de la garganta de tela del pantalón gris, y saluda. Gira y nos invita a seguirlo. En el camino, los guardias lo llaman campeón, honorable diputado, Osman.
Alguien lo confunde con Marvin Chávez y le dice “¿Ajá, hijo del viento?”. Osman Chávez igual devuelve el saludo. Llegamos a su oficina. Pequeña. Pintada de blanco. No hay cuadros en las paredes. Le falta algo de color. Se sienta del otro lado del escritorio y con amabilidad dice: “Bueno, si gusta, comencemos”. Y comenzamos.
Osman, honorable diputado, “Tierno”… ¿Cómo le gusta que le digan?
Creo que “Tierno”, ja, ja, ja… -dispara la primera de muchas sonrisas-; Osman, “Tierno”, honorable diputado… como sea. Siempre he tratado de disfrutar cada etapa.
Hay algún otro apodo que se nos quede. ¿Cómo le dicen en la familia?
En mi pueblo me conocen como Rudy. Yo le preguntaba a mi mamá “¿Y por qué me dicen Rudy?”, y ella me decía “Ahh, es que me gustaba ese nombre”. Es más; cuando firmaba mis exámenes en la escuela, ponía Rudy, porque desde pequeño me decían así.
Lo va a investigar la Maccih por falsificación de documentos.
Ja, ja, ja –suelta otra sonrisa-. Fue hasta que estaba en la ciudad que me di cuenta que mi verdadero nombre era Osman y no Rudy.
¿Y cómo le suena eso de honorable diputado?
Allí voy queriendo asimilarlo, es una maravillosa distinción que a uno le hacen. Trato de disfrutar esta etapa, así como cuando me tocó disfrutar mi época de futbolista; es algo de mucho orgullo para mi familia, mi raza, mi cultura.
Cuando estaba haciendo las preguntas, no descarté que usted me dijera “No me gusta que me digan ‘Tierno’, porque ahora soy diputado”.
Seguiré siendo el mismo, es mi forma de ser. Algunos me dicen que no ande con chancletas o calzonetas en la calle, en los mercados… Cuando era futbolista, aunque estuviera jugando un playoff de Champions League, o al regresar de los mundiales, llegaba a mi pueblo, buscaba un cayuco y me metía al mar y me iba a pescar, descalzo, sin camisa. Así soy yo.
Por lo general es lo contrario y la gente se olvida de sus orígenes…
Sí, las alturas marean, eso es en todas las facetas de la vida, ya seás empresario, futbolista, político, doctor… Yo nunca olvido de dónde vengo.
¿Y de dónde viene?
De sufrir. De una familia muy pobre, con una madre que luchó por mantener y hacer crecer a sus tres hijos. Vendíamos pan de coco, casabe, pescado frito, recorríamos los campos bananeros con mi mamá tratando de vender algo. Salí del sexto grado descalzo… Era un muchacho sin esperanza, ni futuro. Vengo desde abajo, dormí en petate, varias veces me mordieron los ratones, porque dormíamos en el piso de tierra. Todo para mí es una ganancia, una premiación. Una bendición de Dios. Soy de Guadalupe, Colón, una aldea garífuna, un lugar hermoso en el municipio de Santa Fe. Los fines de semana había que buscar mangos para irlos a vender. ¿Cómo me voy a olvidar de dónde Dios me ha sacado?
Si le hubieran dicho a ese niño que después sería dos veces mundialista, diputado, hombre de éxito… ¿Se la habría creído?
No, no había posibilidad de lograrlo. La diferencia es que mamá fue mi inspiración y me enseño a luchar. Yo le decía: “Cuando yo crezca te voy a cambiar la vida, te haré una casa; yo jamás iré a beber o a fumar, nunca te avergonzaré”. Pero todos mis sueños empezarían más tarde cuando rendí mi vida a Dios. Mi vida cambia cuando le abro mi corazón a Cristo. (Cristo –dice Osman Chávez-, lo hizo triunfar como futbolista. Y fue Cristo –asegura- el que le abrió las puertas del Congreso Nacional sin haber gastado un solo cinco en su campaña).
¿Ha sentido que su integridad moral, su fe, sus principios, se han tambaleado en algún momento?
No, no, para nada. Este mundo no es nada para mí comparado de dónde yo vengo, que era peor. Dios me preparó para este tiempo. Dios me dio la oportunidad de disfrutar fortuna y riqueza, así que a mí no me mueve un millón, dos millones, porque yo sé lo que es tener eso en mis manos. Si hay alguien que está preparado para navegar aquí, ese soy yo. La oración en Dios me hace inmune. Ni los millones ni la mujer más linda me hacen tambalear.
¿Cuánto invirtió en su campaña?
Nada. Solo el combustible que le puse a mi carro.
¿Cómo fue el día de las elecciones, cuando salía y no salía, no salía y luego salía?
Fue… Salía, no salía, entraba, que no entraba, subía, que bajaba, que se paró el sistema, que aparece el sistema, fue como en la clasificación al Mundial de Sudáfrica 2010, cuando nosotros jugábamos contra El Salvador y Estados Unidos contra Costa Rica, y la angustia de “Vamos al Mundial”, y luego “No, no vamos”, y después “Sí, sí vamos”… Algo similar.
Vaya angustia.
Sí. Pero me puse a orar y dije: “Padre, si me querés acá, pues que se haga tu voluntad, y si no es tu voluntad que quede, entonces sacame”. Sentí paz y de allí para allá ya no me interesó nada.
Cada vez que un futbolista se lanza a la diputación, es duramente criticado. El comentario más común es: “¿A qué va ese?”
Para mí es un reto, lo disfruto, me motiva. Yo ya estoy acostumbrado a las críticas. ¿Quién es más criticado en este país que un futbolista? Estoy familiarizado. Me inspira, porque tengo la oportunidad de ser luz e inspiración.
Y hace una buena pareja en la defensa central con Gilberto Yearwood.
Sí, ja, ja, ja.
Y con Jaime Villegas –dice Herman Ruiz Kattán, el joven redactor del equipo de Prensa del Congreso Nacional-.
Sí, jugamos con línea de tres, ja, ja, ja. Ya estamos armando el equipo del Congreso. Es algo maravilloso encontrarse con estas leyendas.
¿Se ve de aquí a algunos años como el Barack Obama de Honduras?
Claro, definitivamente.
¿Lo ha soñado?
¡Claro! Para eso estoy estudiando. Regresé al colegio. Dejé de estudiar por el fútbol, era difícil, porque cuando estaba en Motagua me comenzaron a llamar a la Selección, y me perdía muchas clases y al regresar no sabía nada y por eso me terminé retirando. Ahora que tengo la posibilidad de retomar mis estudios, lo he hecho. Mi meta es estudiar Derecho y hacer una larga y linda carrera política. Por eso me gustaría ser, algún día, candidato presidencial. Hay un anhelo en mi corazón.
Hace unos días rompió el protocolo en el Congreso Nacional con el grito contra el racismo y con indumentaria garífuna.
Por cierto, varios compañeros diputados me pidieron la camisa, ja, ja, ja. En otros países celebraron el día contra el racismo de una manera grande, pero acá en Honduras no. Por eso decidí que era bueno que el Congreso Nacional mandara su mensaje de decir “No al racismo”. Todos los compañeros se pusieron de pie y gritaron “¡No al racismo!”.
¿Hay discriminación en Honduras?
Sí existe. Discriminación no solo es cuando te dicen “negro”, es el hecho que no te tomen en cuenta, que vayás al banco y no veás a un pech, a un tahwaka, a un miskito… Es cuando te das cuenta que nuestros pueblos están abandonados, lejos del desarrollo.
¿Honduras es un sistema racista?
Cambiémosle el término racista; digamos que no se nos valora. Nosotros enriquecemos a esta nación. Cuando jugué en Europa, e iba a jugar a otros países, miraba cómo se exaltaba la cultura en las plazas… aquí no.
Estoy de acuerdo que el sistema es duro, pero, ¿no tiene cierta culpa cada individuo por no luchar para hacerse de un lugar en la sociedad?
Pasa más por lo de arriba, por el sistema. Cierto, no todos tenemos el mismo pensamiento, yo me abrí camino, pero es claro que el apoyo es nulo. Me reuní hace poco con maestros garífunas, gente capacitada, profesional, con licenciaturas y maestrías, y han estado peleando desde hace cinco, seis, siete años, por plazas, y me dicen: “Te podemos dar la lista de personas de compañeros míos que no tienen licenciaturas ni maestrías y les dieron plaza en menos de cinco meses”. Eso es discriminación, porque no te miden por tu capacidad, sino por el color de tu piel.
¿Usted ha sufrido de racismo?
Sí, desde niño. Como cuando ven a un garífuna y dicen: “Dame un número del uno al diez… ¡Ah, te lo ganaste!”. Y yo no sabía a lo que se referían, ni que hablaban de uno. Ni el Estado ni los medios hacen consciencia para combatir el racismo y la discriminación. Yo estuve un año en China y me asombraba el respeto con el que ven y tratan a las culturas de otros países.
¿Hay alguna ley que usted tiene pensada proponer para que no se sigan dando este tipo de cosas en Honduras?
Yo propondré una ley para que el Congreso Nacional tenga un representante de cada uno de los pueblos étnicos que hay en Honduras. Es lo justo.
La comunidad garífuna tiene varios representantes acá en el Congreso. En Atlántida, el alcalde de La Ceiba es garífuna, el gobernador político también y hay diputado.
Sí, nos estamos abriendo espacios, y vamos a luchar para que los demás pueblos también lo logren. Para eso, se debería hacer elecciones aparte, solo de cada pueblo étnico, para que pechs, tahwakas, los garífunas, miskitos, lencas, tenga su representante. ¿Qué vienen a ver los turistas y los documentalistas? ¿A la estatua de Morazán? No. Vienen a ver las culturas, las danzas, los tambores, la música.
¿Debería regresar Salvador Nasralla al Pac?
Definitivamente. Salvador es una de las imágenes del Pac y se vio reflejado en las elecciones, porque solo yo pude salir de diputado. Es tiempo que la abogada Marlene Alvarenga y él se pueden sentar para ver la forma de unir los poderes que ellos tienen. Ella es una mujer muy influyente, capaz, con muchos argumentos. Ambos pueden hacer del Pac algo más grande.
¿A quién reconoce usted como líder del Pac?
A los dos. No podemos olvidar que Salvador fundó el Pac y que Marlene está al mando ahorita. Yo no tengo problemas con ninguno de los dos.
¿Marlene le robó el Paca Salvador?
Es un tema muy complejo… Mucha gente lo dice, el propio Salvador lo asegura. ¿Cómo se dio, mi hermano?... ¡Yo no sé! ¿Quién falló? ¡Yo no sé! Lo único que sé es que yo estoy en el Pac, que respeto a los dos y que me gustaría que hubiera reconciliación.
¿Cuál es su opinión de la reelección del presidente Juan Orlando Hernández?
Hermano, ese es otro tema en el que yo paso. Ya se ha hablado suficiente de eso. Lo más importante ahorita es el diálogo, porque es como el esposo y la esposa: sin diálogo no hay buen matrimonio. El diálogo es una de las bases del buen gobierno; yo solo espero que lo que se dio no se vuelva a dar. Fue triste ver tanta sangre derramada y a nuestra nación de cabeza.
Casi para finalizar, una pregunta de fútbol, porque de esto no hemos hablado: ¿Ve a Amado Guevara como el próximo entrenador de la H?
Amado ha aprendido mucho, pero le falta ese pasito, un ingrediente, que es dirigir un equipo. Va por buen camino. Si entra de un solo a la Selección y le va mal, sería como quemarse antes de tiempo. Es demasiada responsabilidad. Primero: que agarre experiencia con un equipo. Luego la Selección.
¿A quién le gustaría?
Al profesor Miguel Falero, quien estuvo detrás de la clasificación a Brasil; y con él, de asistentes, a Tábora y al mismo Amado.