El meteoro ya no tiene los vientos de huracán de categoría 4 que azotaron la costa de Nicaragua el martes, pero avanzaba tan lentamente y arrojaba tanta lluvia que gran parte de Centroamérica seguía en alerta máxima. Eta tenía vientos sostenidos de 55 km/h (35 mph) y se movía en dirección oeste-noroeste a 11 km/h (7 mph) el miércoles en la noche. Estaba a 185 kilómetros (115 millas) al sur-sureste de La Ceiba.
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Las previsiones a largo plazo indican que Eta regresará al Mar Caribe el jueves en la noche, donde podría ganar fuerza para convertirse en tormenta tropical el viernes y llegar a Cuba el domingo y al sur de Florida el lunes.
Se espera que las intensas lluvias sigan afectando a Honduras al menos hasta el jueves mientras la tormenta se dirige al norte, hacia la capital, Tegucigalpa, y a la ciudad de San Pedro Sula.
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Antes incluso de que el ojo de Eta llegase a Honduras, cientos de personas se vieron obligadas a abandonar sus casas por las inundaciones.
Una niña de 12 años falleció el martes por un deslave en San Pedro Sula, dijo Marvin Aparicio, jefe del Sistema de Comandos de Incidentes de la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco).
Un joven de 15 años murió ahogado cuando trataba de cruzar un río crecido por las lluvias, explicó el miércoles Edy Chacón, alcalde de la localidad de Sulaco, en el centro de Honduras. Con esta, subieron a cuatro los decesos causados por Eta en Nicaragua y Honduras.
Aparicio dijo el miércoles que unas 379 casas quedaron destruidas, en su mayoría por las inundaciones. Al menos 38 comunidades estaban incomunicadas por el cierre de caminos y cinco puentes fueron derribados por las corrientes de los ríos.
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Entre los rescatados estaba Karen Patricia Serrano, su esposa y sus cinco hijos. Su casa quedo inundada por la crecida del río Lancetilla y estaban en un albergue en la ciudad norteña de Tela desde el lunes.
“Lo perdimos todo. No sé qué vamos a hacer. Mi esposo tiene 74 años y por su edad ya no puede trabajar. Hasta a mis animalitos los perdí”, dijo la mujer, de 32 años, recordando que tenía varias gallinas, gatos y perros.
Óscar Armando Martínez Flores, su esposa y sus siete hijos estaban en el mismo refugio. Su vivienda, próxima al Lancetilla, también quedó anegada y no pudieron sacar nada más que la ropa que llevaban puesta.
“El lunes que comenzaron las lluvias y el río se desbordó', contó Martínez el miércoles. 'Llegaron los bomberos y varios policías a sacarnos, porque las casa estaban inundadas”.
Martínez ya enfrentaba una situación complicada antes de la tormenta. Trabajador de la construcción, dijo que tenía ocho meses sin trabajo desde que comenzó la pandemia del coronavirus. Hasta ahora se había dedicado a vender tortillas para intentar mantener a su familia.
Francisco Argeñal, el jefe de Meteorología del Centro de Estudios Atmosféricos de Honduras, dijo que se esperan más desbordamientos de más ríos en varias zonas del país.
Según la previsión del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, Eta podría arrojar aún entre 380 y 635 milímetros (entre 15 y 25 pulgadas) de lluvia en algunas partes de Nicaragua y Honduras, y hasta 1 litro (40 pulgadas) en ciertas zonas aisladas.
Eta dejó una senda de destrucción en el norte de Nicaragua, comenzando por la ciudad costera de Bilwi.
Allí, brigadas de defensa civil trabajaron el miércoles para limpiar las calles de calles de árboles, postes de luz y planchas de metal de tejados caídos. Algunos vecindarios quedaron completamente inundados. La vicepresidenta y primera dama del país, Rosario Murillo, dijo que más de 51.000 familias estaban sin electricidad en las zonas afectadas.
“Los equipos de escombreo están empezando a trabajar y todavía no podemos dar un balance de lo que pasó”, señaló Ivania Díaz, funcionaria del gobierno local en Bilwi. “Hemos visto viviendas muy humildes destruidas por completo”.
En la localidad nicaragüense de Bonanza, a unos 160 kilómetros (100 millas) al oeste de donde Eta tocó tierra, dos mineros murieron en un deslave, dijo César Malespín, teniente del departamento de bomberos de la localidad.
En la provincia de Jinotega, en el norte del país, ya había comunidades inundadas.
En el norte de Nicaragua está la mayor parte de producción de café del país, una exportación crítica. Lila Sevilla, presidenta de la Alianza Nacional de Cafetaleros, dijo que estaban preocupados porque los deslaves puedan afectar a las plantas y bloquear las carreteras necesarias para llevar las cosechas al mercado.
“Aún es temprano para evaluar el impacto de las lluvias, pero sí podemos prever daños a la red vial en municipios del norte', explicó Sevilla.
La cosecha no ha comenzado aún, pero unas lluvias prolongadas podrían hacer que el café madurase muy rápido y afectar a su calidad, añadió.