LEY. El martes 8 de abril de 2014, el Congreso Nacional aprobó la Ley de Recompensas, con la intención de combatir el crimen con el apoyo de la población, y con el deseo de que la gente honrada trabaje de cerca con la Policía Nacional para darle mayor seguridad a Honduras. Desde ese día, el Estado tiene a su disposición un instrumento legal y efectivo en la lucha contra la criminalidad. Y, amparado en la Ley de Recompensas, el ministro de Seguridad, Héctor Gustavo Sánchez, anunció que se darán trescientos cincuenta mil lempiras a quien dé información que ayude a capturar a Christian José Castillo Mercado, alcalde del Municipio de El Triunfo, Choluteca, acusado de dirigir un cartel que ha enviado miles de kilos de cocaína a Estados Unidos. Y ya son muchas las pistas que los ciudadanos le han dado en forma anónima a la Policía. Ante eso, el ministro Gustavo Sánchez, dijo: “Es sólo cuestión de tiempo para que este señor caiga en manos de la justicia. La gente está colaborando con la Policía Nacional, y esto es una muestra de que la población confía en nosotros”. Hasta aquí, las cosas marchan bien. Christian José Castillo es uno de los hombres más buscados de Honduras; pero hay muchos más.
Crímenes: En carne propia
“Estamos trabajando en un caso muy difícil -dice un agente de investigación de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI)-. Es un caso que empezó con la desaparición de dos muchachas; dos adolescentes, mejor dicho. Una de dieciséis años y otra de diecisiete... Eran compañeras de colegio. La menor desapareció una tarde en que la mamá la mandó a la pulpería, cerca de su casa, y los testigos dicen que dos hombres se bajaron de una camioneta negra, la metieron a la fuerza en ella, y se la llevaron... Hasta hoy no ha aparecido. Nosotros creemos que, si aparece, será muerta. La otra muchacha fue raptada en un carro blanco, Corolla. Al parecer, una persona a la que ella conocía la llamó desde el interior del carro, y ella se subió. Nadie la ha vuelto a ver. Y las desapariciones sucedieron con un mes de diferencia. Por desgracia, los compañeros no quieren hablar con la Policía, porque dicen que los van a ver como sapos; y los familiares están desesperados, y en lo único en que coinciden es que eran compañeras de colegio, y del mismo año”.
“¿Qué pudo haber pasado con ellas?” -le pregunté.
“Estamos seguros de que alguien tenía un interés especial en hacerles daño -respondió el detective-. Lo que queremos saber es ¿por qué? ¿Qué pudieron hacer estas dos muchachas para merecer esto?”.
“¿Estaban relacionadas con pandillas o maras?”.
“No. Nada de eso. Eran dos muchachas normales. De su casa al colegio, y del colegio a su casa; se divertían como lo hacen los jóvenes, y los padres dicen que no dieron problemas...”.
“Pero, algo tuvo que haber pasado para que se las llevaran de esa forma”.
“Sí; y nosotros tenemos una pista... Pero no la podemos confirmar... Es más, creemos que fue una banda dedicada al tráfico de mujeres la que se las llevó”.
“Y ¿están trabajando en esa línea?”.
“No; ya no...”.
“¿Por qué?”.
“Pues, porque, una semana después de que desapareció la segunda muchacha, otra desapareció sin dejar rastro. Dijo la mamá que andaba con ella en el mercado El Mayoreo, en el Estadio, y que, de repente, ya no la vio... La buscó, y regresó a su casa creyendo que la muchacha había regresado sola, pero nadie sabía nada de ella... Y, hasta el día de hoy no tenemos ninguna noticia”.
“Y ¿qué han hecho? O sea, ¿qué ha hecho la DPI?”.
“Pues, estamos siguiendo una línea de investigación... Usted sabe que tenemos una Ley de Recompensas en Honduras, ¿verdad?”.
“Así es”.
“Por ahora, la Secretaría de Seguridad no ha ofrecido una recompensa por información que nos ayude a encontrar a las muchachas, o a identificar a los que se las llevaron; pero, sí hemos sabido algo que tiene que ver con una recompensa, aunque no podemos probar nada de eso todavía”.
Crímenes: Por el camino de la muerte
Dinero
“Poderoso caballero es don Dinero”, dijo el poeta Francisco de Quevedo y Villegas; y dijo una gran verdad. Así que, a través del ofrecimiento de recompensas, la Policía ha resuelto muchos casos. Pero, en este, la recompensa de la que hablaban los agentes de la DPI no venía de parte de la Secretaría de Seguridad.
“Lo que nos han dicho es que un hombre ha ofrecido mucho dinero a quien identifique a ciertas personas... El problema que tenemos es que el informante es un adolescente, casi un niño, y es un compañero de colegio de las muchachas desaparecidas, que ya son tres. Nos dijo que él supo, de oídas, que un señor quería saber quiénes fueron las muchachas que echaron a pelear a dos cipotas, dos compañeras de curso, a la salida del colegio... Dijo que él escuchó que se pelearon porque a una de ellas le decían ‘Ojos de gargajo’, sólo porque era ojos verdes; y las otras muchachas le tenían envidia porque no se llevaba con nadie. Con esta información, fuimos al colegio, pero creo que cometimos un error, porque cuando nos vieron, se corrió la voz de que allí andaba la Policía, y nadie quiso hablar con nosotros; incluso, el informante que nos había dicho aquellas cosas, se negó a vernos... Lo buscamos, lo ubicamos, pero los padres no dejaron que hablara con nosotros... Y no podemos hacer nada, porque no tenemos un nombre, y lo único que nos quedaba para investigar, era que dos muchachas se habían peleado a la salida del colegio... No teníamos nada más, pero nos hicimos muchas preguntas: ¿qué pasó después de la pelea? ¿Por qué nadie quería hablar con nosotros? ¿Por qué algunos maestros decían que no supieron nada de ninguna pelea? ¿Por qué el informante que teníamos no quiso hablar más con la Policía? ¿Quién era la muchacha a la que le decían aquel apodo? ¿Por qué le tenían envidia? ¿Dónde estaba en el momento en que desapareció la primera de sus compañeras?”.
Crímenes: Una dolorosa despedida
El agente hace una pausa.
“Todas estas preguntas estaban frente a nosotros. No teníamos ninguna respuesta. Ni alumnos ni maestros querían hablar; o, en realidad, no sabían nada. Pero, esto nos parecía imposible, aunque sabemos que los pleitos entre compañeros de colegio son cosa común... El problema era ¿por qué nadie quería hablar de la muchacha de los ojos verdes? Y ¿dónde estaba?”.
Casos
La investigación criminal es un trabajo de tiempo completo, en el que los agentes deben sacrificarlo todo. Cuando se les asigna un caso, se dedican a él con entusiasmo; sin embargo, antes de este caso, tienen otros que esperan ser resueltos; y después de este caso, aparecen otros, que exigen ser atendidos con la misma diligencia que los anteriores, y es así como se van acumulando, hasta que los agentes tienen tanto trabajo, que las respuestas que dan en la solución de crímenes es lenta, aunque efectiva. Y fue por eso que el caso de la desaparición de las tres muchachas se fue quedando rezagado, a pesar de que los parientes siempre visitaban las oficinas de la DPI buscando información sobre sus seres queridos.
“Teníamos una pista extraña. Lo que nos dijo el muchacho nos intrigó mucho. Solamente la Policía puede ofrecer recompensas para capturar delincuentes; pero él nos dijo que un señor había ofrecido recompensa para saber quienes fueron las muchachas que echaron a pelear a dos de sus compañeras... Pero, el tiempo pasaba, y seguimos con nuestro trabajo, viendo los nuevos casos, dándoles seguimiento a los viejos, y presionados por todas partes, porque los jefes nos exigen resultados, y los familiares nos preguntan por sus parientes... Así que, un día, uno de mis compañeros me propuso que fuéramos a buscar al informante, al muchacho del colegio, y que habláramos con él fuera como fuera... El problema es que no podemos abordarlo sin violar la ley, y lo que hicimos fue esperar a que saliera del colegio, y yo, personalmente, me acerqué a él. Él quiso correr, pero le dije que no tuviera miedo, que sólo queríamos que nos ayudara...”.
“Si me ven con ustedes van a decir que soy un sapo, y me van a pelar”.
Eso fue lo que el muchacho dijo.
“¿Quién te puede pelar? ¿A quién le tenés miedo? Ayúdanos, y nosotros te vamos a proteger...”.
“No, gracias... Yo no quiero problemas... A esas chavas las pelaron por basuras... por lo que le pasó a la ‘Ojos de gargajo’, y yo no quiero que me recojan en la calle y me vayan a pelar”.
El detective hace otra pausa.
“Era la tercera o cuarta vez que escuchábamos aquel apodo, ‘Ojos de gargajo’, y nos llamó la atención con más fuerza... ¿Quién era la muchacha a la que le decían así? ¿Dónde estaba? ¿Qué le había pasado? Teníamos que saber algo más, o el caso se iba a quedar sin resolver para siempre; y para siempre en la impunidad... Y decidimos averiguar dónde vivían algunos de los profesores del colegio... Era hora de ponernos más duros... Sabíamos que alguien había ofrecido una recompensa por saber quienes fueron las que echaron a pelear a dos muchachas, pero, ya que nadie quería hablar de eso, y nadie ♥‘sabía nada’, nosotros buscamos una línea diferente de investigación, sobre todo, basados en el ofrecimiento de esa recompensa... Y en la desaparición de tres muchachas, tres compañeras de colegio, y, por si fuera poco, tres compañeras de curso, compañeras de la misma aula... Y, aunque todo el mundo parecía no saber nada, estábamos seguros de que muchas personas sabían algo... Y empezamos de nuevo... ¿Quién era la ‘Ojos de gargajo♥’? ¿Qué había pasado con ella? ¿Dónde estaba? ¿Quiénes eran sus padres?”.
El agente suspiró.
CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA