Crímenes

Selección de Grandes Crímenes: La última promesa

Sea como sea, nada está escondido para siempre
04.08.2024

RESUMEN. Hace más de veinticuatro años, una mujer desapareció después de salir de su trabajo como dentista en el Hospital Escuela, de Tegucigalpa. Sus compañeros le dijeron a la Policía que se despidió de ellos a eso de las cinco de la tarde, y que se fue, como hacía siempre, para su casa. Pero su madre y una hermana dijeron que no había llegado ese día. Creyeron que había ido al velatorio de una vieja amiga que murió ese mismo día a causa de la leucemia; sin embargo, nadie la vio en la funeraria, a pesar de que muchos la conocían, empezando por el esposo de la mujer muerta. Este dijo que tenía cuatro años de no verla, y que no deseaba ni le interesaba saber nada de ella. Y es que, por once años, la esposa, esto es, la mujer que había muerto, y la dentista, habían tenido una relación sentimental desde hacía diez u once años, relación que avalaba y apoyaba el marido; y se decía que la doctora había traicionado la confianza que habían depositado en ella. Y algo más, por supuesto. Pero, había pasado tiempo de eso, y ahora la mujer había muerto de cáncer, y estaba en su ataúd, después de luchar dos años con la enfermedad, que la dejó en los puros huesos, sin pelo, y con llagas en la piel. Los detectives fueron a la funeraria, pero no encontraron nada. Al día siguiente, enterraron a la mujer a las once de la mañana, después de una misa de cuerpo presente, dejando un gran vacío en su familia.

Crímenes: Por el camino de la muerte

ENTREVISTA. “Señor -le dijo el detective al esposo viudo-, sabemos que no es un buen momento, pero quisiéramos su ayuda, si es posible, para encontrar a la doctora desaparecida... Hace cinco días que desapareció, y nadie sabe nada de ella... Desapareció sin dejar rastro”.

“Me gustaría saber por qué vienen a mi casa a buscar información sobre eso, si yo no sé nada, ni me interesa saber nada... Si desapareció, es asunto de ella... A mí no me interesa. Y, como ya les dije, desde hace cuatro años, poco más o menos, no veo a esa mujer, no he tenido comunicación con ella, ni deseo tenerla”.

“Nosotros creímos que había llegado al velatorio de la que fue su pareja, y a la que debió querer mucho”.

“Ya saben ustedes que eso no sucedió. No llegó. Al menos, yo no la vi... Y, que yo recuerde, nadie la vio; nadie que la haya conocido en los días en que... estuvo con nosotros”.

“Bueno... Usted entiende que debemos hacer todas las preguntas necesarias... Ya hace cinco días que la doctora no aparece, y en el hospital dicen que salió de su trabajo ese día, para tomar el taxi en el que viajaba...”.

“Señores, no hay nada que puedan decirme y que a mí me interese sobre ese caso. Les repito que hace cuatro años no sé nada de ella, y no me interesa”.

“Díganos, señor... ¿Usted vio a la mamá y a la hermana de la doctora cuando llegaron al velatorio de su esposa?”.

“Sí; sí las vi. Y no me interesó dirigirles la palabra siquiera...”.

“¿Alguna de ellas habló con usted?”.

“La hermana me preguntó si la había visto, y, seguramente, ella les dijo que yo le dije que no, y que no deseaba que se apareciera por la funeraria... Y me retiré. Supe que preguntaron por esa mujer a varios conocidos, pero nadie la había visto...”.

“¿Sabe usted lo que pudo haberle pasado?”.

“No, señor... No sé nada. Y si ustedes vuelven a incomodarme con preguntas sobre ese caso, tendré que consultar con un abogado porque me siento acosado por ustedes, y en algo que no me interesa. He hablado claro con ustedes, pero insisten, como si de tanto insistir, esa mujer va a aparecer en uno de mis bolsillos”.

“Señor, usted está en su derecho a responder o no a las preguntas de la Policía. Pero, resulta que no sospechamos de usted, y solo estamos pidiéndole su ayuda”.

“No me interesa lo que haya pasado con ella... Se los aseguro”.

Crímenes: Una dolorosa despedida

HOSPITAL. Los detectives fueron al Hospital Escuela. No avanzaron nada. La doctora salió de su trabajo, como todos los días. No notaron nada anormal en ella. Ni siquiera sabía si la doctora supo que su amiga había muerto.

“No me dijo nada de eso -les dijo a los detectives una compañera de trabajo-, y esto, que yo me he llevado bien con ella... Aunque no sé si estoy en lo cierto, recuerdo que ella estaba muy callada, desde el mediodía, después del almuerzo. Pero, yo no le dije nada. Atendió a varios pacientes, y yo la vi solo al final de la tarde, porque también yo tenía mucho trabajo. Y solo se despidió de mí con un ‘hasta mañana’. Y se fue”.

“¿Sabe si alguien venía a traerla para llevarla a su casa?”.

“Hubo un tiempo en que sí... Una persona con la que se estaba relacionando; pero un día me comentó que esa ‘persona que era muy especial’, se había ido a estudiar una maestría. Y no me dijo a dónde. Lo que me dijo es que se sentía sola. Pero, de eso, hace como un año y meses; y no volvimos a tocar el tema. Ella es muy reservada, y yo tengo mis propios asuntos”.

La Policía no iba a sacar nada más del hospital. Un equipo trabajaba afuera, preguntándoles a los taxistas que siempre estaban allí, y casi todos la recordaban, y dijeron que viajaba con ellos hasta el Centro Comercial Miraflores. Y los taxistas del Centro Comercial, también la recordaban, pero no sabía si había viajado hace cinco días. A esa hora siempre tenían mucho trabajo.

“Nadie la llevó esa tarde -dijo el policía a cargo del caso-; en ninguno de los dos puntos de taxis. Lo que podemos suponer es que alguien la estaba esperando, y ella, por supuesto, lo conocía. Se subió con ese alguien al carro, y este se la llevó, solo Dios sabe adónde”.

“Hasta hoy han pasado diez días de la desaparición, y no hemos encontrado un cuerpo, ni han llamado a los familiares pidiendo rescate; y ella no ha dado señales de vida. Si ese alguien con quien se fue esa tarde le hizo algo, hizo desaparecer el cuerpo de forma que no sea encontrado nunca, o en el menor tiempo...”.

“Y, pudo ser que ese alguien trató de abusar de ella, y ella se defendió, él la atacó, y la mató...”.

“O ese alguien tenía algo pendiente con ella, y planifico todo, de modo que la doctora pagara lo que le debía, y desapareciera para siempre”.

“Ese es un buen punto, pero, ¿por qué esconder bien el cuerpo? ¿Qué quería lograr con eso?”.

“El único sospechoso de esto es el esposo de la amiga de la doctora, o sea, el viudo”.

“Podría ser, pero, ¿cómo lo relacionamos con el caso?”.

“Tenía los motivos para desearle lo peor a la doctora. Su esposa sufrió mucho por lo que ella le hizo, y, después del cáncer, y de tanto sufrimiento, algo de rencor apareció en el corazón de ese hombre...”.

“Es posible, pero no tenemos como probarlo”.

“Es verdad. Además, sabemos que estuvo todo el tiempo junto a su mujer, y junto al cuerpo...”.

“Entonces, a la doctora se la tragó la tierra, y no la vamos a encontrar nunca”.

“Eso parece”.

Y así fue. Pasó el tiempo, y aquel caso se durmió entre los nuevos casos que caían en manos de los detectives.

“La última vez que la mamá de la doctora llegó a la Policía a preguntar por el caso de su hija, fue diez años después de que desapareciera. Estaba vieja, muy vieja, pero no por la edad, sino por el sufrimiento. La hermana también había envejecido. El tiempo no se había detenido en ninguno de nosotros”.

MISTERIO

Veinte años después de la desaparición de la doctora, alguien llamó a la Policía. Un grupo de albañiles que excavaba una tumba, vieron que el muro de ladrillos de la tumba de la izquierda se movió cuando dañaron los cimientos, y no pudieron evitar que los ladrillos cayeran uno después del otro. Pero, esto no era el problema. Reconstruir el muro era cosa sencilla. El problema era que una parte del techo de la tumba se había caído, y la madera del ataúd, podrida a causa del tiempo, se quebró, dejando salir algo que alarmó a los albañiles. Estaban acostumbrados a ver cosas como aquella, porque se dedicaban a trabajar con la funeraria desde hacía unos cinco años, pero nunca habían visto tantos huesos en un solo ataúd. Era como si hubiera allí dos calaveras...

Cuando los policías llegaron, le pidieron al fiscal que autorizara la exhumación. De todas maneras, la tumba estaba abierta en un cincuenta por ciento. El fiscal llamó a Medicina Forense, llegó un juez ejecutor, y del ataúd destruido sacaron los huesos de dos cuerpos; dos cuerpos de mujer. Cuando identificaron la tumba, supieron el nombre del esposo de la mujer que estaba enterrada allí desde hacía veinte años.

“No sé nada de eso -dijo-; y mal hacen ustedes de molestar la paz de los muertos. Enterramos a mi esposa hace veinte años, casi veintiuno ya, y ha descansado en paz todo este tiempo”.

“Señor -le dijo el fiscal-, en el ataúd encontramos restos de una cartera de cuero; un bolso de mujer, y allí, un monedero de piel, con un carnet, una tarjeta de identidad y dinero podrido... Y al revisar en el archivo de personas desaparecidas, nos damos cuenta de que una de las dos mujeres encontradas en el ataúd, es la dueña de ese bolso y de esos documentos: una doctora que desapareció después de salir de su trabajo en el Hospital Escuela... Usted va a decirnos cómo llegó esa mujer al ataúd de su esposa”.

“Estoy por cumplir ochenta años -dijo el hombre-. Nada de eso me importa... Solo fue que le cumplí a mi esposa una última promesa”.

“Explíquese mejor”.

“Amigo, si puede entender, entienda... ¿Ve esta bolsa y esta sonda? Es por el cáncer de próstata. Mi abuelo lo tenía, mi padre lo tenía, y yo lo padezco desde hace un año y medio, más o menos... Me muero en paz... ¿Usted me entiende?”.

NOTA FINAL

“Mire, Carmilla, dudo que los muchachos entendieran bien a aquel hombre. Se estaba muriendo cuando uno de ellos me llamó, porque en el expediente está mi nombre... Y fui con ellos a entrevistar al señor... Ya no hablaba. Deliraba. Murió en el Seguro Social, alegre. Estoy seguro de eso”