TEGUCIGALPA, HONDURAS.-“Bellas Artes más que una escuela es un proyecto cultural, el que no entienda esto no sabrá la dimensión de su compromiso con la historia y con el arte”. Dino Fanconi (inauguración de clases en 1987).
Era noviembre de 1939, una brisa fresca recorría la ciudad, Alfredo Ruiz Barrera, director de la Sección de Dibujo y Pintura que funcionaba en la Escuela de Artes y Oficios desde 1928, se despide de sus alumnos: “Muchachos, hoy llega a feliz término nuestra sección de arte, el próximo año tendrán que llevar sus pinceles y tableros hasta el nuevo centro de enseñanza que llevará por nombre Escuela Nacional de Bellas Artes, ubicada donde funcionó el cabildo de Comayagüela, allí encontrarán el espacio cultural necesario para el desarrollo de la creatividad”.
Así se empezó a esculpir la historia de la ENBA; de esta manera, los primeros alumnos que se matricularon en enero de 1940 fueron Martín Ventura, Arnoldo Gonzales, Álvaro Canales, Ricardo Aguilar y Roberto M. Sánchez; de los mencionados, los que destacaron como grandes artistas fueron Álvaro Canales, el creador de ese mural emblemático llamado “Evolución de la sociedad”, ubicado en el auditorio Juan Lindo de la UNAH; el otro fue Ricardo Aguilar, pintor que para 1948 movió el piso de la pintura hondureña con obras como “Dinamismo” y “Tiempo, límite y espacio”.
La ENBA conserva dentro de su colección el autorretrato que el artista pintó siendo docente en 1946.
El nuevo centro de enseñanza tenía como misión primigenia la siguiente: “La Escuela Nacional de Bellas Artes es una institución artística de enseñanza colectiva, dependiente de la Secretaría de Agricultura, Fomento, Industria y Comercio, donde se cultiva el espíritu creador del individuo y se fomentan las aptitudes en cualquiera de las ramas de las artes plásticas”; esta fue la tarea histórica que le fue encargada al primer cuerpo docente, entre quienes destacan López Rodezno, Samuel Salgado, Serafín Santamaría (salvadoreño), Raúl Fiallos, Max Euceda, Salvador Posadas, Óscar Montiel de la Rocha, entre otros.
Es curioso que en medio de la dictadura de Tiburcio Carías se haya fundado un templo de la creatividad y que gobiernos aparentemente “democráticos” hayan abandonado esta institución, es más, Carlos Izaguirre, un piloto de guerra, fue el artífice intelectual del proyecto; así como escribía poesía también bombardeaba gente; estas son lecciones que nos da la historia para no leerla como si fuera una imagen en blanco o negro.
Las vinculaciones internacionales de la ENBA
Bellas Artes aprovechó muy bien la política cultural del “buen vecino” que impulsó el gobierno norteamericano de Franklin Delano Roosevelt, cuyo propósito fue atraer a las dictaduras y gobiernos latinoamericanos con el fin de tenerlos como aliados estratégicos en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, fue así como crearon la oficina de Coordinación para Honduras e inmediatamente inició una política de intercambio cultural cuyo epicentro estaba frente al Parque La libertad, en aquel hermoso edificio de estilo neoclásico inaugurado en 1917 por la administración de Francisco Bertrand.
Gracias a esa política de intercambio, docentes y estudiantes pudieron exponer en universidades y galerías de Norteamérica y a su vez, importantes artistas de ese país expusieron en el Salón Azul de Bellas Artes; este espacio, en poco tiempo, se convirtió en el más dinámico de la cultura nacional, admirado incluso por los gobiernos de la región centroamericana y del Caribe, que no dudaron en realizar grandes eventos en este prestigioso salón, fue en la ENBA donde se realizó la Primera Conferencia Internacional de Arqueólogos del Caribe, en 1946; allí expusieron artistas italianos, tuvimos obras originales de los futuristas italianos como Carlo Carrá, Gino Severini, Luigi Russolo, Umberto Boccioni y Giacomo Balla, las obras de estos maestros solo podían apreciarse en grandes museos europeos; era normal ver muestras de artistas franceses, alemanes, españoles, japoneses, argentinos, mexicanos, colombianos, chilenos y cubanos, entre otros; la ENBA exhibió lo mejor de la vanguardia cubana cuando estaba en su apogeo, entre ellos vino la obra de Wilfredo Lam, que estoy seguro influyó notablemente en la obra del maestro Ricardo Aguilar, uno de sus mejores trabajos lleva el título de “Afrocubanismo”; también se dieron cita artistas de toda la región centroamericana.
El Salón Azul de la ENBA fue escenario de grandes conciertos musicales, de conferencistas de renombre; el teatro y la danza también ocuparon su lugar dentro de esta efervescente actividad cultural; cuando un funcionario o dignatario extranjero venía a Honduras, el recorrido por Bellas Artes era obligatorio, es más, este centro educativo llegó a tener relaciones con el Museo de Arte Moderno de Nueva York, más conocido por su acrónimo de MoMA, esto parecería impensable porque este museo desde su fundación ya exhibía el arte de vanguardia de los principales artistas del mundo. Las 3 ediciones de la Bienal Hispanoamericana de Arte estuvieron vinculadas a la ENBA, en la segunda edición ganamos el Premio Bilbao con una obra de Ruiz Matute, también nos vinculamos con la Bienal de Sao Paulo en 1956; toda la articulación internacional de nuestro arte estuvo ligada a la ENBA; un dato más: cuando los cubanos lanzaron la iniciativa de establecer el 6 de marzo como Día Internacional de las Artes Plásticas por ser el natalicio de Miguel Ángel Buonarroti, la ENBA fue la primera en el mundo en firmar tal adhesión.
Los 80 años y una nueva primavera
Han pasado 80 años y las nuevas generaciones de estudiantes, docentes y artistas desconocen que esta institución, en su momento, fue acreditada como la “rectora de la cultura nacional”; es urgente que la comunidad de la ENBA recupere la memoria histórica, hoy la Escuela ha perdido identidad, carece de sólidos fundamentos estéticos, vive desconectada de la realidad artística, se conforma con poco, carece de ambición, su proyección es limitada y su grado de influencia no va más allá de sus columnas, esto puede cambiar y debe cambiar; Bellas Artes fue un sueño de Pablo Zelaya Sierra, su muerte temprana le impidió ver concretado su proyecto, ¿sería esta la escuela que pensó el maestro?
Esta Escuela tiene la ventaja de ser única en su ramo, allí se congrega el talento creador de Honduras, una firme unidad de propósito, una decidida transformación curricular, acompañada de una audaz política de promoción cultural pueden llevar a sus aulas el renacimiento esperado, la otra primavera. Trabajar y estudiar en la ENBA debe ser un honor merecido.