TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Asilo de pájaros” es la cuarta producción lírica de Venus Ixchel Mejía, y es más preciso llamarlo poema que poemario, puesto que todos los versos son parte de una misma composición.
Al iniciar la lectura y hacer las primeras reflexiones e interpretaciones surge la pregunta: ¿Qué están connotando los pájaros?
La composición léxico semántica de “Asilo de pájaros” lleva a pensar en sus primeros versos que los pájaros habitan dentro de nosotros, por las referencias a elementos interiores, sean estos físicos: sangre, huesos, retinas, ventanas, vientre; o bien sean estos abstractos: nostalgias, miedo, memoria, etcétera.
Es decir que somos el asilo. Queda, entonces, completada la alegoría. Se ha establecido el contrato lírico entre el autor y los lectores, imprescindible para todas las lecturas, pero sobre todo para una como esta.
El poema de Venus Mejía abunda en figuras literarias, pero una de las que más llama la atención es el quiasmo, por la creatividad, valor simbólico e insistencia con la que es empleada: “Hay pájaros en mi ventana / hay ventanas en los pájaros” (pág. 43).
La poeta juega con esta figura y la utiliza en versos no inmediatos sino de manera remota: “Dicen que los pájaros / son solo del viento [...] Dicen que el viento / es solo de los pájaros” (pág. 23).
Esta forma retórica es posible encontrarla también en forma de paralelismo, pero apelando a la misma idea: “Tu vuelo / bajo el dominio de mis besos, / tus versos / bajo el amparo de mis manos” (pág. 33). Estos paralelismos se pueden leer más allá del simple recurso retórico.
Es imperativo recordar que se habla no del asilo de un pájaro, sino del asilo de varios pájaros, parecidos entre sí, a veces indistinguibles al ojo humano, pero distintos en esencia.
Ideas, sentimientos y emociones parecidas pero contradictorias, o peor aún, irónicas y antitéticas.
La imagen es clara: hay dentro del yo lírico un revoloteo, una inquietud, acaso una esperanza, o acaso un poco de miedo.
Se percibe el asilo y el revoloteo dentro de él según nuestra psicología o según las circunstancias.
Puede ser algo parecido a un paraíso o a una escena de Birds, de Hitchcock, que es referenciado en: “En Bodega Bay / quema el murmullo / de los pájaros” (pág. 49).
Pero aquello que representan los pájaros no se queda en un discurso sobre las emociones.
Hay un trabajo de significación sobre lo religioso, que de inmediato nos remite a lo espiritual, e incluso alega cierta sacralidad en nosotros: exequias, patena, cáliz, hisopo, transfigurados, acetre, plegaria, enterrar, ¿angustia?
Esta composición léxico semántica termina de configurar todas las dimensiones del yo lírico; el poema cumple con su parte del objetivo, lo demás es trabajo de la lectura.
El sentido más existencial de “Asilo de pájaros” se ve reflejado y tal vez condensado en tres versos que componen una pregunta retórica: “¿Es necesaria tanta tiniebla / para no verlas precipitarse / hacia mis ojos?” (pág. 49).
Esta referencia a las aves es una invitación a ver (pensar) aquello que hace daño sin que nos demos cuenta.
En la recta final del poemario poco a poco se va introduciendo la muerte. Los pájaros la buscan: “Vienen buscando / la forma de lo definitivo” (pág. 67).
En cambio, el yo lírico se dispone a abandonar el asilo, el cuerpo: “Es tiempo de abandonar este asilo que fue mi casa. / Se quedan sus cuerpos en trance, sus vientres [...] se quedan mis años al filo del instante” (pág. 69).
Lentamente se va quedando en soledad: “Otro pájaro cae / cuando ya no espero sino la cesantía de este cielo de / náufragos” (pág. 71).
Y de pronto ya no se habla de los pájaros, sino de uno solo: “El pájaro que me habita” (pág. 75).
En conclusión, hay en “Asilo de pájaros” un trabajo honesto, técnico, consciente, de crecimiento y susceptible de leerse más de una vez, encontrando cada vez un significado más profundo e incluso otros valores de significación.
Es necesario decir que posiblemente no pretende iluminarnos, en todo caso, simplemente quiere cuestionarnos.