TEGUCIGALPA, HONDURAS.- A comienzos del presente año empezó a circular “Balance previo”, de José Antonio Funes, para quien el arte de escribir poesía pareciera que le llegara como un acto instintivo, pues sabe trocar los pensamientos, afectos y desafectos en palabras destiladas con vividez y soltura.
En este libro publicado por Editorial Efímera, el autor concibe la poesía como un espacio en el que puede expresar el sonido, peso y acento de los vocablos, sin incurrir en soliloquios dramáticos.
El poeta elimina las irrelevancias, delinea y pule las líneas hasta hacerlas brillar: “El hombre se hizo poeta/ a fuerza de tallar la piedra de los sueños,/ por eso escucha en su sangre la voz de los ancestros/ y escribe a la dignidad con el acero de una espada,/ al amor con el rocío que deja en su piel la boca/ de su amada” (p. 93).
El poder creativo y la fluidez son las marcas distintivas de “Balance previo”, obra que reúne poemas de diferentes épocas, tal y como explica el autor en el texto introductorio “Previo al balance”.
En efecto, es de destacar que las facultades críticas y la capacidad imaginativa de José Antonio Funes le permiten encontrar el flujo verbal, al mismo tiempo que es capaz de “cerrar los ojos al paso del tren de la angustia” (p. 31).
Y ello ocurre tanto en su país de origen, donde impera “el ritmo oscuro a que nos ata un tiempo sin relojes” (p. 40), en medio de los “bananales” (p. 49) de la costa norte hondureña, y en la que “A medianoche/ los trenes se detienen a cargar recuerdos” (p. 47), como en Europa, donde vivió largos años: “Lejos quedó tu país,/ abandonado al vaivén de los recuerdos/ como un juguete atrapado en las arenas del tiempo” (p, 71).
En todo caso, el poeta Funes traza en “Balance previo” una especie de “geografía literaria” con inusual agudeza y precisión.
Tiene muy claras sus raíces, en un lugar en el que primaba “La vida, limpia como la mirada del pez/ que desconoce las redes y los anzuelos” (p. 73).
Pero se trata a la vez de un poeta cuya imaginación trasciende todas las fronteras, sabedor de que se tiene siempre un terreno inestable bajo los pies, en un tiempo sin anclaje ni ataduras, y en el que ahora “caravanas de sombras huyen de un país que se acaba” (p. 90).
Pero lejos de las convenciones del lamento, bajo la pulpa jugosa del lenguaje se hace presente el deseo, “en esa intimidad/ donde la poesía es una caricia inédita” (p. 78), y “el amor suelta sus flechas al azar” (p.79).
Sobresalen, en este tenor, los poemas “A manera de consejo” y “Los encuentros”.
Este último proporciona una notable calidez que remite a “la inagotable riqueza de la sensibilidad humana” (Virginia Woolf), y en el que la pareja de amantes “se arman de gestos, de ruidos, de silencios” y “Bajo el techo florecido su abrazo es tan profundo/ como aferrarse a la vida al borde del abismo” (p. 79).