Siempre

El lugar de los artistas en la cultura hondureña

Poetas, músicos, artistas del teatro, literatos y pintores han sido víctimas de la precariedad del sistema sanitario y de la marginalidad social que provoca una sociedad que poco espacio le concede a las actividades que enaltecen y edifican lo humano
08.12.2022

ESPAÑA. Pablo Zelaya Sierra retornó a Honduras en octubre de 1932, bajo sus brazos llevaba gran parte de la producción realizada tras sus años de educación artística en España.

Durante su proceso de formación en la Escuela de Dibujo, Pintura y Grabado de Madrid, el artista hondureño no solo se destacó por sus notables calificaciones, sino por haber asimilado de la mejor manera las corrientes vanguardistas de su momento histórico, mismas que le permitirían edificar un discurso propio de validez universal.

+Regístrese aquí para acceder al contenido ilimitado de El Heraldo

Zelaya Sierra logró destacarse en Europa, la crítica de arte empezaba a reconocer su presencia en el mundo del arte madrileño, pero sus aspiraciones y proyecto estético-pedagógico le obligaron a apresurar su retorno a su amada Honduras.

Lamentablemente, el artista de Ojojona falleció a tan solo cinco meses de haber arribado al país.

La Honduras a la que retornó Pablo fue sorda a su proyecto y las circunstancias de su momento le provocaron un derrame cerebral que le condujo a su deceso.

Pablo fue velado y enterrado por sus amigos y colegas artistas, sin embargo, no le acompañó ningún funcionario de gobierno que, por cierto, hicieron caso omiso a la petición de un grupo de intelectuales españoles que solicitaron una pensión para su esposa e hijo que residían en el país europeo.

ADEMÁS: El artista hondureño Santos Arzú Quioto necesita el apoyo de todos

A noventa años de su fallecimiento, la situación para los artistas en Honduras no es distinta. Muchos mueren en el anonimato, en la precariedad y la pobreza extrema.

Poetas, músicos, artistas del teatro, literatos y pintores han sido víctimas de la precariedad del sistema sanitario y de la marginalidad social que provoca una sociedad que poco espacio le concede a las actividades que enaltecen y edifican lo humano.

Esta reflexión resulta muy apropiada para ilustrar la situación en la que se encuentra el gran artista nacional Santos Arzú Quioto que, por cierto, no es diferente a la que vivenciaron Juana Pavón, Edgardo Florián, Leonardo Montes de Oca y José Antonio Velásquez (músico), entre otros.

Santos Arzú se ha constituido como uno de los más grandes creadores de fin y de nuevo siglo. Su obra ha sido galardona y mostrada en espacios significativos para el círculo del arte contemporáneo a nivel global.

Es tan significativa su propuesta, que ningún crítico, curador o historiador del arte puede omitir su relevancia en el arte contemporáneo latinoamericano.

Santos Arzú fue el artista que conquistó el espacio a través de sus instalaciones pictóricas. Además, este creador ensanchó las nociones de pintura y concibió lo artístico como un ejercicio estrictamente reflexivo y vivencial.

Santos Arzú ha sido de esos creadores que van más allá de lo retiniano y decorativo y, con su obra, ha logrado vislumbrar lo profundo y lo enigmático de la vida.

Recientemente, el gran artífice del arte contemporáneo en Honduras atraviesa por un problema de salud bastante grave y necesita de forma urgente una cirugía de corazón abierto.

En un país donde el sistema sanitario público ha sido expoliado, saqueado y ultrajado por las administraciones de turno, este tipo de intervenciones quirúrgicas solo pueden realizarse en centros hospitalarios privados y, como bien sabrán, son sumamente costosas.

En este marco, artistas, instituciones, familiares y amigos han iniciado una campaña para hacerle frente a la situación, sin embargo, es relevante la participación del gobierno que, si bien es cierto, apoyó con una pequeña cantidad, aún sigue siendo insuficiente.

Pero la situación de los artistas no se resuelve con apoyar financieramente a Santos Arzú, hace falta una política de Estado que contribuya a proteger a los constructores de cultura estética y, por supuesto, que estas experiencias contribuyan para que los artistas puedan gozar de un sistema de pensiones y protección sanitaria auspiciada por el Estado.

Esperamos que esta situación pueda solventarse y que, por supuesto, el gobierno de Xiomara Castro se sume de forma más contundente para salvaguardar y proteger la vida de los creadores.

El lugar de los creadores en la cultura es preponderante, pues el arte sigue siendo una de las formas más nobles de enaltecer el espíritu, y como señaló Pablo Zelaya Sierra, de combatir la crudeza de la vida.