TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Víctor López, el gran maestro de las artes plásticas, falleció en el Hospital Escuela después de varias semanas de lucha luego de sufrir un derrame cerebral que lo dejó postrado en una camilla del centro hospitalario.
La noticia de su fallecimiento resonó profundamente en las redes sociales, donde numerosos artistas hondureños lamentaron la pérdida de uno de los más grandes exponentes del expresionismo pictórico.
Al mismo tiempo, hicieron un llamado a la reflexión sobre la precariedad en la que muchos artistas viven y mueren, abandonados por el gobierno, enfrentando las mismas penurias que miles de hondureños obligados a confiar su salud a un sistema desatendido que solo ofrece miseria y desesperanza.
Un legado de lucha y arte
Víctor López no fue solo un pintor; fue un luchador incansable de la creación plástica en Honduras. Su influencia en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) y su pertenencia al Taller Estudio 67, así como al histórico Taller de La Merced en los años setenta, son testimonio de su impacto imperecedero.
Durante la llamada “década perdida” de los ochenta, cuando pintar era casi un acto clandestino, López sostuvo su pincel con firmeza y valentía, continuando su labor creativa con la solvencia que solo los grandes maestros pueden ofrecer.
Última exposición
Tras 25 años de silencio, López regresó al escenario artístico en 2022 con la exposición “Huellas de sangre”, su última obra disruptiva que dejó una marca indeleble en la plástica nacional. Su estilo, caracterizado por la maestría en el dibujo, el uso audaz de planos cromáticos en contraste y la exploración de espacios monocromáticos, lo consolidó como un referente ineludible del arte hondureño.
Por su parte, el crítico de arte Carlos Lanza en una sentida reflexión, destacó: “Víctor Manuel López Martínez, inició su carrera profesional en el taller Estudio 67, desde ese momento fundó una estética y una ética que lo acompañó hasta los últimos segundos de su vida”.
Agregando que “su estética fue crítica, antisistema, sin concesiones de ninguna naturaleza. Evolucionó su forma de pintar, pero su carácter intransigente y de denuncia social siempre estuvo presente en su visión de artista. Fundó una ética porque ninguna necesidad material estuvo por encima del valor político y moral que le daba a su pintura.
En eso fue hermosamente transparente y en esa transparencia dejó ver toda su dimensión de auténtico maestro. “Se nos fue uno de los representantes más lúcidos y disciplinados del realismo crítico”, finalizó con pesar.
El adiós a Víctor López es el adiós a una vida consagrada al arte, una vida que, a pesar de las adversidades, nunca dejó de inspirar a todos los que tuvieron el privilegio de conocer su obra y su espíritu.
Su partida no solo enluteció al arte, también hizo eco de una realidad dura y compartida por muchos hondureños. En la memoria colectiva, López vivirá como un símbolo de esperanza y resistencia aún en los tiempos adversos.