Siempre

El prodigio de la fantasía

Josué Álvarez reseña el segundo libro de la trilogía póstuma de Roberto Castillo: “Viaje a través de los prodigios”, coincidiendo con el criterio de otros autores: “Castillo es un autor de dimensiones inéditas”
14.06.2024

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Viaje a través de los prodigios”, de Roberto Castillo, es el segundo libro que compone la trilogía que inicia con “El Ángel de todas las lenguas” y culmina con “La ciudad del más largo de todos los sueños”.

Cuenta la historia de un personaje que es llamado escritor o, de manera aún más descriptiva, el habitante de la rama, ya que decidió mudarse a un palo de mangos en el inicio de la novela.

La estrafalaria decisión tomada por el escritor pone de manifiesto cuáles serán los códigos en los que ha de leerse, entenderse e interpretarse esta novela. Se habita una casa, una habitación, una calle, si se quiere, pero no una rama. El verbo “habitar” no calza semánticamente con “la rama”.

Roberto Castillo, el gusto de la extravagancia

Creo que no es difícil llegar a la conclusión, al menos desde el punto de vista del lector, que lo que se propondrá luego en la novela se admite inicialmente con mucha más facilidad porque el código ya está establecido. El asunto que se cuestiona a través del discurso es el lugar.

Dislocación del tiempo y el espacio

Otra manera que encontró Roberto Castillo de remover la concepción generalizada del lugar es transgredirla o si se quiere mezclarla con el tiempo.

El habitante de la rama habita Tegucigalpa y Comayagüela, sin embargo, habla de una Ciudad Antigua, de una Ciudad Media, de una Ciudad Moderna, de una Ciudad Contemporánea, de una Ciudad del Futuro.

Los nombres de distintas épocas de la historia occidental son simbólicos, no solamente decorativos o llamativos.

Habrá que entender en este caso el tránsito por el espacio como el tránsito por el tiempo, que remite a la idea de que solamente podemos desplazarnos en el espacio a través del tiempo.

Viajes prodigiosos

A partir de que el habitante de la rama comienza sus viajes, estos se transforman en su cotidianidad.

Estos viajes suceden en cualquier momento y van hacia cualquier lugar en cualquier época.

Hay momentos en los que ni siquiera sabe dónde está: “¿Qué ciudad sería aquella, pues ya no era Panamá? En todo caso era una que no conocían, ciertos trazos apuntaban que podía ser Barcelona, (...) aunque resultaba imposible establecer su identidad” (pág. 45).

El habitante de la rama se adapta con graciosa facilidad a cualquier contexto al que los viajes lo lleven, por extravagantes que estos sean, se compenetra y hasta se compromete en las situaciones y a los personajes los trata y se refiere a ellos como rotundos conocidos: “Luego se descubrió dentro de una curiosa construcción de estilo morisco, como la vieja casa de gobierno. Allí, en un saloncillo acogedor, había muchas gentes; señoras, la mayoría. Las acompañó un rato y luego salió solo, a tomar aire fresco” (pág. 72).

Se encuentra, además, con situaciones cada una más extraña que la otra, y, por supuesto, se tratan con la naturalidad que otorga la fantasía: “Observó también el curioso caso de peces vagabundos que se habían vuelto pescadores” (pág. 118). Lo onírico de las situaciones da pie a lo poético.

Las lenguas

En “Viaje a través de los prodigios” hay unos seres no definidos que recuerdan un poco al mundo que Cortázar construyó con los “Cronopios y famas”.

Se desplazan por todo lugar, las hay de diferentes tipos o no se sabe muy bien su naturaleza. Parecen saberlo todo, aconsejan, pero también son capaces de sembrar la cizaña, se sienten necesarias: “Menos mal que existimos las lenguas” (pág. 97).

Evidentemente, remite a “El Ángel de todas las lenguas”, que es la siguiente novela. Por cierto, en algún momento se ve el Ángel o por lo menos los personajes lo ven. Las hay viperinas, sabias, amistosas, las que leen el pensamiento, etcétera. Son, en otras palabras, categorías del comportamiento y el accionar humano, probablemente alegóricas.

La exposición del habitante de la rama a tantos contextos distintos da cabida a muchísimas reflexiones de tipo literario, intelectual, filosófico, mundano, moral.

Además, su carácter simbólico hace que el texto soporte interpretaciones de diversa índole, sin forzarlo o sacarlo de su zona.

Me permitiré el siguiente comentario, tal vez demasiado subjetivo: cada página leída de Roberto Castillo lo consolida como un autor de dimensiones inéditas en la literatura hondureña.

Creo que la aparente sencillez de la historia (recordemos: un hombre que es capaz de viajar con el deseo o con el sueño a cualquier sitio) podría dar falsas señales de que es una novela simple o que su belleza se sostiene en el hecho curioso y nada más.

Creo que la disposición de los elementos literarios propuesta por Castillo en esta novela es la manera que encontró de decir mucho en poco más de cien páginas.