TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Óscar Flores en “Aquel Ford Pinto placas P48676” propone una serie de relatos que saben ir de un punto a A a un punto B.
Son escenas claras, precisas y esenciales, con uno o dos personajes, y que en muchos de los casos son apenas la hilacha que nos lleva a un lienzo fresco y quizá de sutiles movimientos en nuestra cabeza.
Muchos de los cuentos, a pesar de su clara finalidad narrativa tienen un fuerte soporte poético. En “Olvido”, que es uno de los puntos más altos de la colección de cuentos, las últimas cuatro oraciones: “Prometeré regresar. Vivo o muerto; no lo sé. Pero regresaré” (pág.21), funcionaría igual como final de un poema que de un cuento. Logra, además, proponerse como satírico y juguetón, por una parte, y como profundo y nostálgico, por otra. En mis notas escribí: “brutal”.
Muchos de los cuentos tienen carácter de recuerdo, sobre todo de la infancia, unos son dulces y políticamente correctos, considerando que el punto de vista es de un niño; sin embargo, hay otros que sumergen al niño en situaciones que no le corresponden a su edad, pero eso es justamente lo que sucede en el mundo real.
Por ejemplo, en “Hotel Macartur”, el niño si bien no es testigo, sí se entera de la tortura que dinamita el cuento, también se puede hablar de “Barrio Guamilito” en el que se expresa el miedo por los “locos”.
Otros cuentos que merecen mención especial son “Recuerdos”, que es suficientemente inocente y suficientemente atrevido, como lo es probablemente su personaje principal, tiene un final que no se ve venir.
“El cocodrilo”, por otra parte, es oscuro, y construye en la última oración una metáfora que sostiene la vitalidad del cuento: “El cocodrilo abría sus fauces y te tragaba” (pág. 39), un final menos prosaico habría dejado el cuento varios escalones más abajo, hablando de calidad literaria.
Particularmente creo que la joya de la corona es “Intruso”, la descripción del gato es suficientemente gatuna, es decir, ligera, sutil, descarada y precisa, pero el final transforma completamente la perspectiva con la que se lee la historia.
“Aquel Ford...” es una propuesta, desde mi punto de vista, arriesgada, porque desmiente cierta estructura cuentística, una lectura demasiado ligera, prejuiciada o superficial podría hacer que muchas de las historias no sean valoradas correctamente.
También tiene una sección llamada “Intermedio”, que es interesante porque sitúa a los personajes de los cuentos clásicos en la compleja cotidianidad de una ciudad ubicada en un país del Centro de América.
Flores nos presenta una colección de cuentos que saca sonrisas discretas y otras no lo son tanto, cuestiona, alaba, recuerda, critica e incluso denuncia, todo sin aparentemente hacerlo.