Siempre

Dejarlo todo atrás

En su obra “Trilogía”, el Nobel de Literatura Jon Fosse une los libros “Vigilia”, “Los sueños de Olav” y “Desaliento”, que narran la vida de Asle y Alida
04.06.2024

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Trilogía” de Jon Fosse está compuesta por tres historias que fueron publicadas originalmente por separado, pero que conforman una sola historia: “Vigilia”, “Los sueños de Olav” y “Desaliento”.

La primera escena de “Vigilia” remite de inmediato al pasaje bíblico que sucede en Belén; Asle y Alida (embarazada de nueve meses), buscan sin éxito una posada para pasar la noche, pero la solución dramática que se le da en este caso es distinta a la del pasaje bíblico. Inicia, entonces, con una referencia judeocristiana, y no será la única que se verá en la historia.

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Están en Bjørgvin, una ciudad grande en comparación con el pueblo de donde provienen, del que salieron obligados por las circunstancias, en la joven pareja el salir a la vida se materializa en salir del pueblo.

Asle y Alida van sorteando la vida como pueden, y son protagonistas de unos acontecimientos terribles, unos que invocan la reflexión sobre lo frágil de la tranquilidad, la dignidad y la existencia humana.

Fosse afirma que escribir es como rezar, es decir, como hablarle a Dios, y las historias que presenta en “Trilogía” en efecto parecen eso, un rezo que reclama, que se pregunta por qué, por qué un par de adolescentes han tenido que recorrer ese camino, por qué han tenido que conocer esos límites.

Fosse plantea a través de una historia realmente sencilla lo que es probablemente uno de los miedos más profundos del ser humano: perderlo todo, no importa si es poco o si es mucho.

La vida que se nos presenta de Asle y Alida puede resumirse en una serie de constantes pérdidas: materiales, emocionales y espirituales, que no son necesariamente excluyentes. Hay un instinto casi salvaje por dejarlo todo atrás.

Asle, por ejemplo, se deshace de su violín: “quizá hubiera nacido con el destino del músico, pero quería combatir ese destino, también por eso había vendido el violín, ya no era músico, ahora era padre y esposo, quizá no según la ley, pero sí en realidad, dice, así es y, siendo así, no necesita violín...” (pág. 81).

Podrá parecer una banalidad, sin embargo, en la primera parte se afirma: “Asle, como su abuelo, el viejo Sigvald, también habían sido músicos, al parecer era del destino de la familia” (pág. 35). Luego en la misma página se dice que tocar calma el dolor y que se transforma en vuelo, y eso se transformaba en alegría y felicidad, y que por eso había que tocar.

Entonces, Asle, cuando se deshace del violín se deshace de la tradición, de su espíritu de músico, renuncia a ese vuelo y a esa alegría y a esa felicidad, aunque por supuesto, no a toda la alegría y felicidad, sino a esa en específico.

Antes también, los dos perdieron a sus padres, sus vidas como las conocían, sus hogares, su honor, su dignidad, su pueblo y la lista continúa en la medida que progresa la historia, y cada pérdida parece más dolorosa que la otra.

Asle y Alida duelen tanto porque son personajes entrañables, aunque de una manera extraña, probablemente se aprecia de ellos su resiliencia. De alguna manera aceptan su destino, su dolor, su inmundicia, su vergüenza, su desaliento, su muerte.

Desde el punto de vista técnico “Trilogía” forma parte de esas narraciones que encuentran más bien en el punto un obstáculo, y dejan fluir el texto. Tampoco hay guiones para los diálogos que son un recurso muy utilizado por Fosse. No varía en acotaciones, casi siempre usa “dice”. Podrá parecer extraño, pero hay cierta poesía en este recurso.

Uno de los más importantes méritos de esta historia es que en su diseño no lineal, la historia fluye del presente al pasado, e incluso insinúa un futuro con muchísima facilidad, es casi imperceptible y hasta se podría afirmar que es placentero, esencialmente porque el narrador cuenta en un tiempo presente y va al pasado a través de la memoria o pensamiento de los personajes: “no llores, chiquillo, que algún día tendrás un castillo, algún día, llegará el castillo, dice, y Sigvald deja de llorar, y entonces, Olav se revuelve y los hombres que lo agarran por los brazos también se revuelven” (pág. 108). Cuando Sigvald deja de llorar (nótese la conclusividad de la perífrasis) se vuelve al presente.

Otra virtud del narrador es que logra que la acción del presente (contada antes) ilumine la acción del pasado (contada después). Los ruegos de Alida para Asle no se habrían sentido igual, si no hubiésemos conocido ya cuál sería su destino último.