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Tegucigalpa, Honduras.- Siempre disfruté del cine de catástrofe.
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Recuerdo que de niño íbamos en familia a ver esas películas que hablaban de una crisis nuclear, de un meteorito que impactaría de lleno con la Tierra, de una invasión alienígena o de un colapso tecnológico, películas que de alguna manera nos preparaban para lo inevitable: el fin del mundo.
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Hoy los tiempos han cambiado y ya ni siquiera hace falta contratar un servicio de streaming para conectar con aquella desoladora experiencia; basta con asistir al Teatro Nacional Manuel Bonilla para enterarnos de que el Gobierno le confirió el Premio Nacional de Arte “Pablo Zelaya Sierra” a Gabriel Zaldívar y convencernos así de que la fecha del juicio final ha llegado.
Una decisión unánime, aunque inexplicable
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Creo que si las autoridades de nuestro país decidieran incursionar en la producción de este subgénero de películas podrían conquistar algún éxito, toda vez que trabajen mejor sus argumentos.
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En el acta se menciona que el premio le fue otorgado a Zaldívar por unanimidad del comité evaluador, como un reconocimiento a su “compromiso con el arte y sus grandes aportes a la cultura del país”.
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Con semejante vaguedad pretenden dar sentido a lo inexplicable. Claro que algún argumento hay que utilizar cuando no se tienen otros mejores a mano.
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Lo simpático es que el medio artístico aplaudió la decisión y fueron muchos los poetas y pintores, hoy convertidos en asalariados dóciles al pensamiento oficial, quienes llenaron las redes sociales de largas letanías que cantaban a la salud del pintor laureado.
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En esa atmósfera silvestre, conformista y de chabacanería en que se mueve desde hace algún tiempo el arte hondureño, apenas unos pocos, quizá los espíritus más delicados y avizores, tomaron prudente distancia de lo ocurrido y se han desmarcado de ese optimismo acrítico que impera en estos tiempos de refundación.
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De nuestra parte, hoy quiero sumarme a la procesión de amigos de Zaldívar para no coincidir con ellos en su devoción sino para manifestar mi asombro: ¿De veras que la vida artística de este ciudadano es tan fecunda como para merecer este máximo reconocimiento? ¿Cuál ha sido su aporte trascendente a la cultura nacional y al desarrollo del saber y de las artes? ¿Cuál de sus obras dejó una impronta indiscutible en la evolución de la plástica nacional? ¿Qué especialistas del arte, nacionales o extranjeros, han ponderado con elevados criterios la obra de este pintor? ¿Podrá el Gobierno algún día responder estas preguntas? Porque yo asistí a las clases de Zaldívar en calidad de alumno y he visto también sus pinturas y ni una ni la otra las estimo notables.
Otro falso argumento
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Tal vez se me diga que lo dicho hasta aquí no es justo para Zaldívar, peor aún si no he considerado el que constituye el mayor logro de su vida profesional: ser el primer artista hondureño en exponer su obra en el Museo del Louvre.
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Esta mentira, fecundada por un periodismo nacional que no investiga y alimentada también por el propio artista que no hace esfuerzo alguno por poner las cosas en su lugar, merece ser desmontada.
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El Museo del Louvre, según me explica Stjepan Gabud, su recepcionista, en correspondencia sostenida el 23 de abril del presente, conserva y presenta colecciones de obras que abarcan el período desde la Antigüedad hasta 1848.
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En ese sentido, la presentación de la obra de artistas contemporáneos no es una de sus misiones. Por tanto, -concluye Gabud- el artista Gabriel Zaldívar no fue expuesto en el Museo del Louvre.En realidad, Zaldívar expuso su obra en El Carrousel du Louvre que es un centro comercial subterráneo situado en París cuyo nombre hace referencia a dos lugares cercanos, el Museo del Louvre y la Place du Carrousel.
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Desde 1993, en este espacio se celebra una feria internacional de arte denominada ART Shopping, en donde artistas de todo el mundo exponen sus obras al lado de las más grandes marcas de regalos y accesorios del mundo de la moda.
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De manera que Zaldívar lo único que hizo fue participar en una feria comercial de arte y eso es algo que no debería proporcionarnos ni frío ni calor.
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Sinceramente, y si este fuera el caso, me parece una ligereza que el Gobierno le confiera el Premio Nacional de Arte “Pablo Zelaya Sierra” a un compatriota por el simple hecho de exponer su obra en un centro comercial de París.
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De ser así, y si tuvieran un gramo de coherencia, el próximo año tendrían que otorgarle este mismo galardón a Keyla Morel que recientemente representó a Honduras en El Carrousel du Louvre.
La responsabilidad es del Gobierno
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Que se entienda que no es fácil para mí escribir estas líneas, pero alguien tiene que pronunciarse.
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Cuando se pidió mi opinión acerca de la designación de Zaldívar, desde una oficina gubernamental no dudaron en acusarme de resentido, alguien que reniega de lo que el resto venera.
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En hora buena. Porque los no resentidos, los que nunca se irritan ni se duelen por estas cosas son los complacientes de toda catástrofe.
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Porque eso es lo que viene cometiendo el Gobierno con el arte hondureño: una catástrofe.
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La cometen ahora con Zaldívar al introducirlo en un mundo encantado del que esperamos pronto se entere que es mera escenografía.
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Pero también la hacen patrocinando y saludando esas expresiones de arte popular destinadas al más amplio arco del público posible, llámese murales y monumentos, pero que en realidad es un producto insustancial y por el que somos incapaces de sentir nada grato.
Propuesta
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Desde aquí le solicitamos al Gobierno que sea más estricto en la designación de los ganadores del Premio Nacional de Arte “Pablo Zelaya Sierra”.
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Creemos que es necesaria una modificación al Decreto 100, del 11 de octubre de 1967, referido a los mecanismos de elección y se mejore la cuantía que recibe el ganador, porque dicha cantidad tan solo constituye una fracción -por ejemplo- del salario que recibe el director técnico de la selección nacional.
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También que se disminuya el control que tienen lo funcionarios públicos sobre estos premios y se considere al fin la opinión de los expertos y académicos que desde luego no estarán alumbrados por el Espíritu Santo, pero algo entienden de estas cosas.