Siempre

Marta Traba no estuvo en Honduras

Reconstruimos el paso de Marta Traba por la región centroamericana, la crítica de arte más influyente que tuvo Latinoamérica durante la segunda mitad del siglo XX
13.08.2024

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El señor Walter Suazo Aguilar aprovechó su presencia en el XVI Congreso Centroamericano de Historia celebrado en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras entre el 22 al 26 de julio del presente, para decir una serie de mentiras.

Mencionó, por ejemplo, que la crítica de arte argentina Marta Traba realizó una visita a nuestro país: no dijo cuándo, ni quién la invitó, ni con qué propósito, solamente que había llegado a Honduras. Lo dijo y se ha quedado tan pancho sin importarle demasiado las consecuencias de sus afirmaciones.

El problema de mentir en un recinto académico es que la gente sin sentido crítico puede asumir lo dicho como una verdad absoluta. Pero lo peor es que si la UNAH no lo previene y deja impune este tipo de actos, muy pronto resultará problemático para la historia del arte hondureño el distinguir entre el dato histórico y la leyenda, por un lado, y al investigador competente del charlatán irresponsable, por el otro.

Queremos salir al paso de esta situación y aprovechar este espacio para aclarar que Marta Traba realizó cuatro visitas a Centroamérica, ninguna de ellas a Honduras.

La primera fue a El Salvador, en 1968, en compañía de los pintores José Luis Cuevas y Oswaldo Guayasamín. La otras tres fueron a Costa Rica: en 1971, en calidad de jurado de la Primera Bienal de Pintura Centroamericana; en 1972 para participar en el Seminario “El escritor latinoamericano y el cambio social”; y, por último, en 1976, para impartir un ciclo de conferencias en el Colegio de Costa Rica.

El XII Certamen Nacional de Cultura en El Salvador de 1968

Desde 1955 hasta 1982, el Gobierno de El Salvador promovió y patrocinó el Certamen Nacional de Cultura en donde podían participar los centroamericanos, incluso panameños, cualquiera que fuese su lugar de residencia, en las disciplinas que el Ministerio de Cultura determinara.

Para cada una de ellas se integraba un jurado encargado de otorgar dos premios. El primero consistía en un Diploma de honor y una Medalla de oro, más ocho mil colones y el 25% de la primera edición de las obras premiadas, y el segundo, en un Diploma de honor y Medalla de plata, más cuatro mil colones y el 25% de la edición de las obras.

Para el XII Certamen Nacional de Cultura de 1968 se sometieron a concurso las disciplinas de Historia, Poesía y Pintura. Para esta última, el Gobierno de El Salvador acordó –según consta en La Gaceta del 16 de noviembre de 1967- que el jurado estaría integrado por Marta Traba, José Luis Cuevas y Oswaldo Guayasamín.

La exposición fue abierta al público en la antigua Galería Nacional de Exposiciones ubicada en el parque Cuscatlán y el jurado resolvió dividir el primer premio entre la pintora panameña Concepción Calderón Augrain y el guatemalteco Efraín Recinos.

La Primera Bienal de Pintura Centroamericana

En 1971, Marta Traba conformó, junto con José Luis Cuevas y Fernando de Szyszlo, el jurado calificador de la Primera Bienal de Pintura Centroamericana.

Esta Bienal fue organizada por el Consejo Superior Universitario Centroamericano y tuvo como sede el edificio de la Biblioteca Nacional de San José; el evento formaba parte del conjunto de actividades que se desarrollaron en Costa Rica en ocasión de celebrarse el sesquicentenario de la Independencia de Centroamérica.

La Bienal terminó en polémica debido a que el jurado resolvió declarar desierto el Premio Nacional de Pintura para las representaciones de Costa Rica, El Salvador y Honduras.

El gran Premio de pintura centroamericana fue otorgado al pintor, grabador y dibujante autodidacta guatemalteco Luis Díaz por su tríptico “Guatebala 71”; mientras que el Premio Nacional de Pintura para Nicaragua recayó en Rolando Castellón por su obra “Danza alegórica”.

El Seminario “El escritor latinoamericano y el cambio social”

Marta Traba retornó a Costa Rica en 1972 para participar en el Seminario “El escritor latinoamericano y el cambio social” patrocinado por el Centro de Estudios Democráticos de América Latina que tuvo lugar en Santa Bárbara de Heredia entre el 10 y el 16 de septiembre.

En el encuentro hubo figuras tan descollantes como Ángel Rama, Mario Monteforte Toledo e Isaac Felipe Azofeifa, entre otros.

En una entrevista publicada en el Diario de Costa Rica, de fecha 17 de septiembre de 1972, Marta Traba declaró que este Seminario “probó que los escritores de izquierda que nos ubicamos dentro de un amplio espectro que va desde la militancia, de fe inquebrantable y envidiable, hasta la conciencia crítica más exigente hostigada por los constantes cuestionamientos, tenemos diferencias que no pasan, por suerte, y mal que las pase a nuestros enemigos, de ser casi adjetivas”.

Las conferencias en el Colegio de Costa Rica

Los días 26, 27 y 28 de octubre de 1976, Marta Traba fue invitada por el Ministerio de Cultura para impartir un ciclo de conferencias en el Colegio de Costa Rica, donde desarrolló algunos de los problemas que ya venían desvelándola desde la publicación de sus “Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas”. En la primera de las conferencias se refirió a las propuestas de la vanguardia europea, y, en las siguientes, a la hegemonía del arte norteamericano y los comportamientos estéticos de Latinoamérica.

Marta Traba y Honduras

Que Marta Traba no visitara Honduras, de ninguna manera quiere decir que se haya olvidado de nosotros. De los pintores que nos representaron en la Primera Bienal de Pintura Centroamericana de 1971 sostuvo que con excepción de Mario Castillo y Moisés Becerra cuyas obras acusan una modernización epidérmica de la realidad, las otras pinturas se muestran absolutamente ajenas al proceso del arte contemporáneo.

En otro momento, en su libro “Arte de América 1900-1980”, destacó la maravillosa descripción que José Antonio Velásquez hizo de San Antonio de Oriente.

Finalmente, en una entrevista que le realizó el diario La República, de fecha 28 de octubre de 1976, se refirió a Roberto Sosa, asegurando que es un gran poeta y que el poemario “Un mundo para todos dividido” es un libro espléndido que defiende, frente a la postura progresivamente combativa de Ernesto Cardenal, el modo de decir silente y recogido: habla desde la penumbra -añade-, explica desde desgarramientos muy sutiles y alejados de todo patetismo, sufre desde los umbrales, acusa a través de palabras rigurosas, exactas y cristalinas, queda expuesto a la viva luz para ser, si es el caso, acribillado.