TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Lo que me movió a leer Etchepare de Mario Bellatin, además del antecedente de “Salón de belleza”, fue el apunte del mismo autor sobre el origen de esta historia, más cercano a la realidad de lo que se pudiera pensar.
Lo primero que genera curiosidad es el contexto de la historia (aunque el contexto pudiera ser la historia misma, ¿importa acaso?): una colonia de alienados (enfermos mentales) cercada por una jauría, la jauría es tan feroz que ha llegado a devorarse a algún paciente.
Pero esta rareza es superada por la condición de los protagonistas: dos hermanos ciegos de nacimiento y de una sordera advenediza que reciben un taller de escritura, cuyo objetivo es que el grupo recipiente elabore un libro.
¿Cómo recibe un taller una pareja con tan singulares características? Uno de los hermanos tiene un implante en el oído, lo que hace que escuche con regular éxito, y este con ayuda de otros artilugios de la tecnología logra enviarle mensajes a su hermano. Los protagonistas fueron dejados en ese sitio por su madre.
Lo que se narra en Etchepare es lo que un hermano le comunica al otro. Incluso, cuando el sistema se apaga, siempre por no querer hablar de la madre, la narración se interrumpe, y vuelve cuando el sistema de comunicación se enciende nuevamente.
Quizá por esa propuesta narrativa es que se prescinde del párrafo desde que inicia hasta que termina, sin embargo, contrario a lo que se pregona en las clases o talleres de redacción no resulta cansado.
Lo que podría facilitar su lectura es que las oraciones son breves durante toda la novela, digamos que no hay exabruptos gramaticales.
Tampoco hay comas o cualquier otro signo de puntuación que no sean puntos, posiblemente en referencia al origen oral de la narración.
Uno de los efectos que consigue la narración es que, así como los personajes no pueden ver ni al fracasado escritor tallerista ni a la encargada ni a ninguno de sus compañeros, tampoco en la lectura se los puede ver de frente, solo sabemos de ellos lo que dice uno de los personajes.
El lector apenas y se puede imaginar las voces. Estamos en igualdad de condiciones que los hermanos.
El discurso que se genera en la narración navega entre lo irónico y lo ridículo: “A mí me sacaron de golpe de la institución donde estaba matriculada. Ya había aprendido a tocar algunas melodías en el piano. ¿Te has dado cuenta de que no existen partituras en braille? Yo las voy a inventar. Qué gracioso sería hacer algo de ese orden. Una ciega y sorda creando partituras musicales. Es extraño ser ciegos y sordos y que encima nos apellidemos Nieblas. Nadie nos cree” (pág. 62).
El hecho de que este par de hermanos lleven como apellido Nieblas, y que el profesor se burle de ellos y los ponga de ejemplo de que en literatura no se debe nombrar a los personajes por sus características es un juego literario muy divertido.
Pero es justamente lo que hay en el libro: dos hermanos ciegos y sordos apellidados Nieblas. Bellatin se burla de ese profesor de literatura, de los hermanos, de los cánones literarios y de los lectores, pero con complicidad del lector mismo.Hay momentos dentro del libro de muchísimo valor humorístico, como la confusión del relato de la balacera con una balacera real.
Y a partir de aquí se puede pensar mucho, lo más inmediato sería la violencia, pero también cómo para una persona que no percibe el mundo en igualdad de condiciones que el resto, la realidad puede ser tan maleable, y por lo tanto susceptible de engaño.
A pesar de que en el libro se cuentan hechos muy crueles: “El hombre con quien (la madre) había comenzado a verse puso como condición para llevársela que se deshiciera de sus hijos” (pág. 46), que explica por qué están en Etchepare la pareja de hermanos, hay cierto amortiguamiento en la narración. En parte explicado por la actitud de la narradora hacia los acontecimientos.
Y para finalizar hay algo que se sugiere hasta el final (o posiblemente pensé hasta el final) y que es de lo más aterrorizante del libro: un par de sordos y ciegos viven en una colonia sitiada por perros salvajes, y tienen que salir por las noches a orinar, por ejemplo.