GRACIAS, LEMPIRA.- El cielo de Gracias, Lempira, volvió a cobijar una edición más del Festival de Los Confines, que en una octava edición que reivindica más que nunca el valor de la poesía en el desarrollo de la cultura universal, celebró la hermandad de la literatura, la alegría de la danza y el mensaje de la música.
El grupo de danza folclórica “Herederos de Lempira” se apropió del escenario durante una presentación de casi media hora en la que hizo un recorrido por las danzas que antaño alegraban las reuniones.
Tras la danza se le dio paso a la música en la voz y los acordes del tenor Óscar Calona, que hizo un recorrido por las canciones de algunos de los países representados en el Festival de Los Confines.
De Puerto Rico se escuchó “Lamento borincano”, de República Dominicana “Ojalá que llueva café”, de Argentina “Alfonsina y el mar”, y de Honduras “Mi país”.
Homenajes
La titular de la Secretaría de las Culturas, las Artes y los Patrimonios de los Pueblos de Honduras (Secapph), Anarella Vélez Osejo, tomó la palabra la noche de la inauguración para hacer entrega de sendos homenajes a los poetas Leonel Alvarado, de Honduras, y Robert Pinsky, de Estados Unidos, y en su discurso destacó que esta edición del Festival de Los Confines “contribuye a mantener viva la identidad de una región que ha sido escenario de acontecimientos cruciales en la etapa formativa de nuestra cultura criolla, Gracias es tanto el sitio escogido por los españoles para establecer uno de los primeros y más estratégicos asentamientos coloniales de América Central, como el lugar donde concluyó la heroica resistencia indígena contra los conquistadores llegados a Honduras”.
Además, destacó que la pequeña concentración urbana de Gracias fue una semilla de la que nacieron las naciones centroamericanas, “hoy en día es un sitio donde germina y florecen las artes y la cultura hondureñas, profundizando su conexión con el resto de la comunidad creativa del mundo”.
Y es en ese objetivo de conectar a Honduras con el mundo, que el Festival de Los Confines cuenta con la presencia de escritores de América, Europa y Asia, generando así una propuesta que se gestó en lo nacional para abrazar la internacionalidad.
En esa misión de reconocer la labor poética en el momento más oportuno, el poeta hondureño Leonel Alvarado, radicado en Nueva Zelanda, estuvo presente en esta octava edición del festival para recibir de manos de la ministra un reconocimiento a su valioso aporte en la construcción de nuestra poesía hondureña.
El escritor recibió un texto de su obra poética y una placa obra del artista graciano Porfirio Benítez.
Alvarado, visiblemente conmovido, expresó el agradecimiento por la distinción, “yo creía que estas distinciones llegaban, si es que llegaban, a una edad venerable, cuando se espera que uno haya aprendido a llevar sus bien ganadas canas y arrugas con cierta dignidad, supongo entonces que los organizadores de este queridísimo festival han visto en mí una vejez prematura, y eso los ha distraído del dudoso valor de mis libros, estos reconocimientos surgen de la generosidad”, expresó en las palabras iniciales de su discurso.
En su segunda vez en el festival, tras su presencia en 2018, el poeta, considerado una de las voces más destacadas de la poesía hondureña, recordó sus orígenes, los poetas que han acompañado su viaje en la poesía, “las mitologías que me rodeaban en ese pueblito del que salí para ir a hacerme más o menos Alvarado”. Con la voz entrecortada por la nostalgia del recuerdo dijo que creció entre la mitología maya y la católica, “de la misma manera la luz amarillenta del candil de mi madre se me apareció después en la pintura de Rembrandt, como digo en este libro, yo no sabía que San Jerónimo Copán también era una aldea holandesa”.
Y así, entre recuerdos que al mismo público pudieron haber trasladado a uno u otro lugar de su propia memoria, Alvarado fue homenajeado.
También lo fue el poeta estadounidense Robert Pinsky, que en un escueto discurso en español expresó su gratitud: “De corazón, muchísimas gracias”. Pinsky es una de las voces sólidas de la poesía estadounidense, que aceptó moverse, a sus 83 años de edad, hasta este lugar de Honduras para conocer a muchos, y ser, así mismo, conocido por otros que han descubierto en él un compromiso con las letras que lo ha acompañado durante décadas.
El homenaje póstumo del inicio de este festival fue para Rigoberto Paredes, su esposa Anarella Vélez recibió de manos del poeta y director de la Editorial Universitaria, Carlos Ordóñez, una antología que reúne la obra completa de Paredes, “un maestro, un amigo, una voz profundísima, rebelde, un paladín de la antipoesía en nuestro país, en Centroamérica”, expresó Ordóñez, quien lo llamó “voz vital” de la poesía hondureña.
La noche culminó con la entrega del Premio Nacional de Poesía Los Confines 2023 a José Manuel Cardona Amaya, y el Premio Universitario de Poesía Amanda Castro 2024 a César Abraham Torres.