TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Catherine Lacaze, historiadora francesa, nos presenta en “Francisco Morazán, ¿el Bolívar de América Central?”, al personaje histórico Francisco Morazán en su contexto para luego explicarnos las diversas narrativas en la región y el exterior que a partir de su muerte (ajusticiamiento popular para sus detractores. O martirio heroico por la unidad regional, según sus defensores) se fueron construyendo en Centroamérica en cuatro momentos.
El primero hegemonizado por sus detractores particularmente en Guatemala y Costa Rica donde se le vio como un tirano e invasor.
El segundo momento en la segunda mitad del siglo XIX, primero por sus leales compañeros como el nicaragüense Máximo Jerez, el salvadoreño Gerardo Barrios, el hondureño José Trinidad Cabañas, entre otros también llamados “Los coquimbos”. Y luego por los reformadores liberales de segunda generación (Soto en Honduras, Barrios en Guatemala, Zaldívar en El Salvador y Zelaya en Nicaragua).
Estos liberales pretendieron, a partir del culto a Morazán y su heroización (plazas, estatuas, bustos, himnos, libros, sellos postales, etc.,), transferir la sacralidad del héroe a sus propios proyectos políticos de dominación interna que se pretenden democráticos y progresistas ante sus sociedades cuyo imaginario buscan de esta manera controlar.
Dichas pretensiones a las que no escaparon Costa Rica y Nicaragua, tuvieron sendos detractores en todos los Estados de la región que se ventilaron en la prensa de la época con la excepción de Honduras.
El momento cumbre de utilización de Morazán con fines político-hegemónicos en la región fue el fatal intento del guatemalteco Justo Rufino Barrios, quien pretendió por la fuerza unificar a Centroamérica en 1885 y muere en combate en El Salvador.
Un último intento diplomático de unificar a la región coincidió en el centenario de la independencia centroamericana en 1921 cuando pláticas iniciadas en San José fracasan en un último intento por relanzar la unidad político regional.
A partir de este momento, que sería el tercero, nos dice esta historiadora francesa, la idea de la unidad centroamericana pasó a ser una utopía o proyecto a muy lejano plazo en tanto se consolidaba la construcción del imaginario particular de nación en cada Estado potenciado con la incorporación de caciques indígenas al panteón de los héroes nacionales como Lempira en Honduras.
Estas ideas provenían del concepto de la raza mestiza de origen indo-hispano que según los intelectuales de la revolución mexicana nutrían a Hispanoamérica.
Por cierto, en abril de 1926, a iniciativa del diputado Jesús Aguilar Paz, la moneda nacional cambió de nombre a Lempira con 21 votos contra 16 de los que abogaban porque se llamara Morazán.
El otro momento capital de consolidación en la fabricación del héroe, y que se constituye en el cuarto, fue en el centenario de su muerte en 1942 que, en el contexto de la II Guerra Mundial y la existencia de dictaduras en la región, permitió contribuir a reforzar el orden despótico bajo la premisa de un Morazán guerrero del que incluso el ejército guatemalteco se apropió.
En la segunda mitad del siglo XX hay una renovación de la narrativa sobre Morazán de la que se apropia y da forma el movimiento social y popular que incluso da nombre a algunas organizaciones sociales y contestatarias al orden dominante en la región bajo el contexto de Guerra Fría.
Incluso en la iconografía contestataria al golpe de Estado de 2009 en Honduras donde se nos presenta a un Morazán revolucionario y antioligárquico.
La sólida base documental y bibliográfica de Lacaze es impresionante, lo que evidencia la seriedad de esta autora en asumir el reto de investigar y divulgar un tema ineludible y necesario para la historiografía centroamericana.
Me complace el reconocimiento que la autora hace a colegas y amigos de la región al citar sus aportes al tema como Ana Patricia Fumero, Jorge Alberto Amaya, Vita Randazzo, Rolando Canizales, Dennis Portillo, Daniela Navarrete, Ethel García Buchard, Darío Euraque, Mario Argueta, Miguel Cálix Suazo, y Elizet Payne, entre otros.
La obra es altamente recomendada y ya está disponible en la Librería Universitaria de la UNAH.