Siempre

Víctor López: El retorno de la pintura a las huellas de la memoria

El artista plástico hondureño, tras 25 años de un lienzo en blanco, vuelve a mostrar su color y un trazo que se desgarra en la angustia y el dolor
20.09.2022

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Víctor López es uno de los representantes más genuinos de la tradición pictórica hondureña.

Perteneció al Taller Estudio 67 que surgió en marzo del año 67 y formó parte del histórico Taller de La Merced en los años setenta, sostuvo su pincel durante la llamada década perdida, es decir, la época de los ochenta, donde pintar era casi un acto clandestino, y ha llegado hasta nuestros días con la solvencia que solo nos pueden ofrecer los grandes maestros.

Esta muestra del 2022, “Huellas de sangre”, por un lado, reafirma la tradición de la pintura hondureña, lo digo porque este país es esencialmente pictórico, pero al mismo tiempo que la reafirma, la renueva.

Víctor López pertenece a una generación que desde los años setenta le dio un giro al lenguaje pictórico hondureño, insertando el lenguaje de las vanguardias dentro de la matriz social, política y cultural del país, pero a su vez, esta muestra es una reflexión, una renovación de su propio lenguaje artístico y de su propia estrategia pictórica.

Es más, puedo afirmar que el rasgo distintivo de esta exposición es precisamente la frescura de su lenguaje, es decir, la renovación de sus propios códigos pictóricos.

Estamos frente a una obra en la que reconocemos el estilo del maestro, pero lo reconocemos en el diseño de una magistral transformación: su obra es memoria renovada de su pintura.

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Una mirada retrospectiva nos permite ver aquella factura realista que centró su atención en los problemas políticos del momento, más tarde, específicamente en 1997, el proyecto “Rendijas de la memoria” nos propone una imagen más abierta, su lenguaje visual se torna más polisémico, sus formas pasan de un realismo crítico de carácter objetivista, a un expresionismo convulso que empalma con su discurso social; en ese momento el artista deconstruye la imagen como una operación necesaria para resignificar la nueva realidad del país a partir de los cambios políticos y culturales que se estaban operando en el mundo; ahora, con un lenguaje pleno, logrado mediante un largo proceso de reflexión sobre sus propios recursos expresivos, nos hace llegar esta propuesta donde la denuncia sigue allí, pero esta vez, alcanzando un extraordinario nivel de síntesis, su fuerza expresiva sigue allí, pero esta vez, simplificando la paleta y concentrando las formas.

En la muestra “Huellas de sangre”, que presentó el 5 de septiembre en Galería Orígenes, nos encontramos con una visión muy sentida, muy humana de los acontecimientos trágicos que vive el mundo actual.

La actitud de denuncia, de reflexión crítica, sigue presente en cada obra, sin embargo, este discurso se torna más existencialista, fija más su mirada en el examen de la condición humana que en la confrontación directa con aquellos que manejan los hilos del poder, tal como fue su característica en décadas pasadas.

No quiero decir que no hay referencias a los culpables de siempre, solo intento indicar que este abordaje angustioso, doloroso y desgarrador se evidencia a partir de una mirada profunda sobre el ser, sobre esa consciencia demolida por el poder; lo social y político están evocados en la carne y la sangre del que sufre, Víctor no reduce su discurso a los estrechos márgenes de lo ideológico; se trata de una pintura que se queda al lado de la herida, mira al mundo desde los abismos de la existencia y no de desde las planicies de la ortodoxia doctrinaria. No busca convencer, busca estremecer.

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En el plano pictórico esta obra es como una huella impresa sobre el lienzo, su empaste es delgado, a veces diluido, poco concentrado, puede pasar de zonas cromáticas a espacios monocromáticos, son las virtudes de alguien que no se regodea en el exceso sino en lo simple, dejo advertido, que en este caso, lo simple es la complejidad de lo sencillo, de la síntesis.

Los hechos que describe Víctor López exigen una imprimación audaz, a golpe de vista, contundente, sus formas son diseños, son estructuras de color, el color y sus matices narran el drama, ningún tono está dispuesto arbitrariamente.

Todo en esta pintura es espacio construido en función de lo que el artista nos quiere comunicar. Muchas imágenes respiran en espacios ajenos al color, la imagen queda gravitando como un manto de luz despeñándose en la sangre, como una mancha que muerde la piel del tiempo, de este tiempo.