TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Abanderado de América, así calificó a José Cecilio del Valle uno de sus biógrafos, Rafael Leiva Vivas. Este prócer, de proyección continental, nacido en Choluteca en 1777, hijo de prósperos hacendados criollos, enviado desde su niñez a la ciudad de Guatemala, realizó estudios que culminaron con el título de abogado en la centenaria Universidad de San Carlos de Borromeo, renovada en su pénsum académico que posibilitó abandonar la escolástica y la verdad revelada por el método científico, la observación y experimentación, gracias al influjo de fray José Liendo y Goicoechea, permitió a Valle recibir una educación abierta a las nuevas corrientes del pensamiento procedentes de Europa occidental: el enciclopedismo, la ilustración y el liberalismo.
Poseedor de una inmensa curiosidad intelectual, de pensamiento crítico, racionalista, examinaba los pros y contras de un fenómeno, social, político, natural, sus causales, vínculos y repercusiones.
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Divulgó sus conocimientos en ensayos, discursos y proyectos, popularizando ideas en el periódico El Amigo de la Patria, por él fundado en 1820. Su visión humanista fue solidaria con los de abajo: indígenas, negros y mestizos, convencido de que podían y debían ser redimidos mediante la enseñanza, lo que lograría superar su condición marginal producto de más de tres siglos de vasallaje colonial.
Su vasta y sólida formación intelectual -resultado tanto de la educación formal como del auto-estudio en días y noches de lectura e interpretación de los ideólogos ingleses y franceses- le permitieron ahondar con rigor y propiedad múltiples temáticas: jurídicas, económicas, históricas, políticas y antropológicas, tanto locales como regionales y continentales. La “nuestra América” de Bolívar y Martí encuentra su primer antecedente en Valle, pionero en el ideal integracionista.
Se desempeñó como funcionario colonial, alcalde de la ciudad de Guatemala, diputado ante el Congreso mexicano, segundo secretario de Relaciones Exteriores nombrado para tal cargo por Iturbide en 1823; al retornar a la sede de la Capitanía General contribuyó a la redacción de la constitución federal de la nueva nación centroamericana, lanzando su candidatura presidencial, lo que fue impedido por el fraude perpetrado por el Congreso, pese a haber recibido 41 de los 79 votos electorales, haciéndole falta tan solo un voto para lograr la mayoría de los 82 electores, por lo que la escogencia del primer titular del Ejecutivo correspondía al Legislativo, en donde la manipulación posibilitó la elección de Manuel José Arce con 22 votos a favor y 5 para Valle. Al ofrecérsele la vicepresidencia, dignamente la rechazó.
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Nuevamente, para la elección de 1830, dos hondureños se postularon a la Presidencia Federal: Valle y Morazán, favoreciendo el Congreso a Valle.
En 1834 finalmente triunfó Valle superando a Morazán; la muerte se interpuso antes de asumir el honroso y conflictivo cargo. La Constitución estipulaba que al fallecer el electo, asumía el puesto quien había obtenido un segundo lugar en votación.
El historiador guatemalteco J. C. Pinto Soria lo evaluó así: “Probablemente el ideólogo más capaz de los liberales centroamericanos”.
El bardo Rubén Darío escribió: “La personalidad más descollante de la literatura hondureña... El sabio por sus grandes luces... El estilo de sus escritos, de mucha médula mental, es premioso y duro, de entonación tribunicia, de precisión matemática, pero de cierta solidez y belleza que denuncia su familiaridad con los clásicos y su amor por las bellas formas”.