El 24 de mayo de 1995, como parte de la selección oficial del Festival de Cine de Cannes, se estrenó To Vlemma tou Odyssea (“La mirada de Ulises”), un largometraje de tres horas de Theo Angelopoulos, el cineasta griego más importante de finales del siglo XX y principios del XXI.
En esa edición no pudo llevarse la Palma de Oro (el galardón fue para Emir Kusturica con “Underground”), como representante de Grecia en la competición por Mejor película en idioma extranjero en los Oscar, tampoco pudo ganarlo, ni siquiera logró la nominación. Y para rematar, en su periplo por salas de cine a nivel mundial no recaudó ni la mitad de lo que costó su producción. Con esas pérdidas, sumado a su extenso metraje, muchos aficionados quizás desistan de verla. No saben lo que se están perdiendo...
Las Balcanes, un mosaico roto
Me fascinan las Balcanes por su compleja trama histórico-cultural. Su diversidad étnica, lingüística, religiosa e ideológica, lejos de crear sinergias, ha engendrado atroces guerras. El filme repasa esta volátil región del sur de Europa a lo largo del siglo XX a través de una odisea por el tiempo y el espacio enlazados por una búsqueda: las primeras filmaciones de la vida en las Balcanes realizadas por los hermanos Maniakis, donde mana la mirada prístina de la cotidianidad, libre de diferencias generadoras de discordia.
Una actriz, cuatro personajes
Si bien el actor protagónico es un estupendo Harvey Keitel, quien deslumbra es la actriz de reparto Maia Morgenstern al interpretar a cuatro personajes, cada una varada en un país balcánico distinto, cada una aludiendo a un personaje femenino de “La odisea”. Nuestro primer encuentro es con la misteriosa noctámbula griega, después con la desolada encargada de la cinemateca de Skopje, Macedonia, posteriormente con la viuda búlgara en medio de las ruinas, y por último con la bosnia soltera y llena de ilusiones en medio de la guerra. Cada una diferente en su carácter, pero iguales en lo que representa: la fugacidad del amor, el ideal inalcanzable.
La contemplación poética de la tragedia en pleno desarrollo
Grecia, aparte de ser la cuna de la civilización y del pensamiento filosófico occidental, también tiene una milenaria tradición por lo trágico. Angelopoulos, como heredero de Homero y de Kavafis, a lo largo de su filmografía vertió su profunda percepción de la tragedia griega contemporánea, un país moribundo desde hace siglos, y en este filme su contemplación poética se extiende a las Balcanes. Las escenas de la guerra en Bosnia son inefables, impresionantes e inolvidables.
Espacios de tiempo fluctuante
Angelopoulos, como todo cineasta de autor, tiene sus rasgos estilísticos que lo diferencian de cualquier otro. Sus protagonistas suelen ser hombres de mediana edad, taciturnos, reflexivos, que emprenden viajes en búsqueda de algo inalcanzable. Sus escenas son construidas con planos secuencias, a menudo contemplativos, donde predominan los colores fríos y el silencio solo es roto con monólogos o diálogos poéticos.
La traslación de una época a otra en un mismo plano secuencia y con los mismos actores, sin más indicativos que el desarrollo de los nuevos acontecimientos, es un exquisito reto intelectual.
En fin, para mí es más que mi película favorita, es mi escuela, mi musa, mi prozac.