La muerte no es un final

“Reciclar, reusar, reanimar”, la nueva propuesta literaria de Dennis Arita, es una novela de horror donde el autor despliega su ya conocido ingenio literario

  • 15 de octubre de 2024 a las 13:53
La muerte no es un final
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Tegucigalpa, Honduras.- “La sangre salía a chorros” (p. 17) “-Esto es sangre, no?” (p. 79)

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Dennis Arita recién ha publicado “Reciclar, reusar, reanimar (Otras aventuras de Herbert West, reanimador)”, bajo el sello editorial Casasola, una novela de horror, un “thriller” sanguinolento, como no se había visto o leído nunca en estas latitudes.

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El autor maneja bien el arte de contar y despliega su habilidad para usar las herramientas de ese género novelesco donde la violencia y la muerte acechan en cada página y la sangre corre a borbotones.

El eco de otras voces
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A pesar de que la categoría de horror está plagada de clichés y lugares comunes literarios, donde el miedo se impone, Arita consigue revivir a los zombis –aunque nunca los denomina así-, esas figuras míticas cuyo origen se remonta a Haití y a las rutas de tráfico esclavo iniciadas en el siglo XVI.

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El zombi de entonces era juzgado y sentenciado a vivir una condena peor que la muerte, pues se convertía en un autómata, en un “cuerpo sin alma”.

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Luego, a partir de los años 50 del siglo XX, la cultura pop norteamericana se apropia del término para infundir terror como en la serie The Walking Dead o la canción Thriller de Michael Jackson.

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En todo caso proliferan los cadáveres de manera pavorosa y todo se descompone a su alrededor.

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Las andanzas horroríficas que se ponen en marcha en esta producción literaria se generan a partir de la “fórmula reanimadora” descubierta por el científico Herbert West y que da “vida a los muertos”, y se llevan a cabo en barcos y en un submarino nazi que en 1943 se desplazan por el Caribe, cuando Honduras se halla a merced de la dictadura cariísta.

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La ficción narrativa se desplaza luego a La Ceiba, a Tegucigalpa y a Zambrano, donde el propio dictador aparece transfigurado como el Big Boy Toribio Macías, y a su lado deambula su secretario y principal colaborador Lauro Pineda, asesino psicópata.

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La primera parte, donde la frágil barca de lo racional navega en las aguas de la irracionalidad, se llama “La nave de los muertos”, y la segunda en la que Arita saca a relucir un agudo filo irónico lleva por título “La tierra de los muertos” y transcurre en “este país selvático” (p.145).

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Salen a flote varios personajes, desde un mayor Mengele de las SS hasta la atractiva -y mortífera- agente nazi Monika Stiller, cuyo encuentro en el Chico Club con Pacho Galeano, miembro de la policía secreta del régimen despótico, está narrado con ingenio caústico, y desemboca en que ella se vuelva una amante para nada platónica del funcionario policial.

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Tanta muerte termina por introducir una veta cómica y la novela se tiñe de excentricidad macabra.

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Con todo, Arita consigue mantener a flote el flujo narrativo. Su sentido de humor resulta eficaz para “reanimar” el canon fantasmal plagado por el pánico.

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El autor ha demostrado a lo largo de su obra literaria que suele estar a la búsqueda de encontrar un tabú que valga la pena violar: posee la audacia para transgredir, romper moldes y convenciones.

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Arita está consciente que una novela requiere la re-imaginación de la realidad. Aunque la trama de “Reciclar, reusar y reanimar” chirríe a ratos como una vieja máquina, el escritor sabe zurcir los trozos narrativos y su inteligencia crítica hace que la novela sea del todo legible y subversiva.

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Hernán Antonio Bermúdez
Hernán Antonio Bermúdez
Escritor y crítico literario

Perteneció a los grupos de vanguardia cultural Vidanueva y Tauanka. Fue uno de los fundadores de la Editorial Guaymuras. Ha publicado los libros “Retahíla”, “Cinco poetas hondureños”, “Afinidades” y “Resquicios”.

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