Tegucigalpa, Honduras.- El pasado jueves, el Centro de Arte y Cultura de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (CAC-UNAH) abrió sus puertas a la primera exposición fotográfica de Moisés Godoy, quien, a través de su obra “Ritual, el tiempo después del tiempo”, ofrece una profunda meditación visual sobre la memoria, el tiempo y el espacio urbano.
La muestra, curada por el crítico de arte Carlos Lanza, traza un recorrido por los rincones más íntimos y marginales de Comayagüela, invitando a reflexionar sobre la relación entre fotografía, identidad y recuerdo.
Lanza describe el trabajo de Godoy como un gesto antropológico que captura instantes fugaces de una ciudad en constante transformación.
Cada postal, que estará expuesta durante todo noviembre, es el resultado de un minucioso proceso de selección y conexión con sus propias vivencias, lo que convierte a su lente en una especie de puente entre la memoria personal y colectiva.
En palabras de Lanza, “Godoy tiene eso que Walter Benjamin llamó ‘conciencia óptica’”, es decir, una percepción aguda que da sentido de identidad a Comayagüela en su mirada.
Puesto que, la serie revela una ciudad que se rehace en cada imagen, marcada por la presencia de una narrativa histórica que trasciende el mero registro documental.
Como observa Lanza, sus imágenes no son fotografías aisladas, sino fragmentos de un “film entrecortado”, que se sumerge en la experiencia de una ciudad cuyo palpitar se concibe entre luces y sombras.
En entrevista con EL HERALDO, Godoy explica cómo este proyecto nace de una profunda conexión con su infancia y sus recuerdos familiares en Comayagüela. “Mi abuela y mis padres nacieron aquí, y regresar a estos espacios fue como reencontrarme con esa parte divertida de ser niño, ver cómo ha cambiado el mercado, cómo la ciudad crece”, señaló.
Su obra, desarrollada entre el inicio del confinamiento (marzo 2020) hasta la actualidad, es también una búsqueda personal de significado, una tentativa de captar la esencia de una ciudad que, para muchos, permanece oculta bajo la superficie de lo cotidiano.
Godoy admite que inicialmente tuvo dudas sobre si su obra podía representar fielmente a Comayagüela, un lugar tan complejo y lleno de contrastes.
Sin embargo, impulsado por el proceso curatorial de Lanza, fue encontrando un lenguaje visual que le permitió “decir por primera vez” lo que había contenido artísticamente. Cada una de las veinte imágenes seleccionadas —de entre más de cien tomadas durante la creación del proyecto— son precisamente el resultado de esta búsqueda de sentido.
Su manejo magistral de la luz revela la textura de las calles y otorga dignidad a los espacios más marginales. “Aquella ciudad, aparentemente sórdida y caótica, emerge digna entre las luces y sombras de su propio ritual”, cerró Lanza.