Nos sorprende que a estas alturas el Departamento de Justicia y del Tesoro de Estados Unidos no requiera a oscuros personajes catrachos (políticos, empresarios y sus damas) vinculados al narcotráfico y lavado de activos.
Típico lenguaje gringo que coge los narcos, pero a los de traje y encaje les permite vacacionar, vivir y comprar castillos en el imperio.
La “clase política” y “financiera” locales fueron sacudidas con la entrega de Los Cachiros, el cartel de la droga que dominó el Atlántico.
Enredaron a grandes por todos los confines de la patria. Poco a poco salen nombres de caballeros y matronas de diversos partidos políticos enamorados del mundo ruin. ¡Cuatreros!
También se rindió el poderoso bando de Los Valle, exreyes del noroccidente. Ambos grupos quemaron banqueros (blanqueros) y burócratas que jamás idearon el derrumbe de sus emporios.
Siempre tuvieron sus corbatas salpicadas de crímenes. Por eso crecieron como la espuma. Aún gritan altaneros. Se la tiran de castos, pero son bandidos.
Risas
A nuestro juicio no hay equidad en el trato. A ciertos narcos les quitaron sus peculios. Hasta sus mujeres pararon en la cárcel. Sabemos que perseguir el trasiego de drogas y sus actores es una labor que urge de mucho tiempo para evitar dar tumbos en futuros juicios, pero sin duda de que los de arriba siguen muertos de la risa.
Tras la trampa tendida por Los Cachiros, su recluta Fabio Lobo, hijo del héroe nacional Porfirio Lobo Sosa, fue arrestado supuestamente en Haití el 20 de mayo de 2015. En enero del mismo año se venció de forma sigilosa su amigo Devis Leonel Rivera Maradiaga, quien quemó a una docena de hondureños, entre políticos y financistas.
“Siempre de pie, al pie de la bandera, esperando aquí... como un halcón”, le decía Fabio a Devis Leonel en uno de sus numerosos mensajes en 2014 atajados por la DEA. Para el heredero de La Empalizada era “bendición” haber logrado que un alijo de tres mil kilos de cocaína llegara a su destino final, justamente al aposento de Joaquín “El Chapo” Guzmán.
Un “empresario” ligado al descalabro de un |
Millones
Así se hundió Lobo al exigir el pago del 10 por ciento de coima equivalente a 2.7 millones de dólares. Para “cobrar” llegó a Puerto Príncipe, Haití, donde lo pescó la agencia antidroga estadounidense. Rugieron los vecindarios de El Chimbo, Olancho, Tocoa, Colón, Atlántida y sillones de señorones acostumbrados al dinero sucio.
En octubre de 2015 cayó en Miami el “empresario” y dirigente del fútbol Yankel Rosenthal y como tsunami barrió con su primo, el excandidato presidencial liberal Yani Rosenthal y todo el emporio que abrazó su familia con Grupo Continental. Los dos enfrentan cargos de “lavado de activos” producto del narcotráfico.
HABANO. A Yankel Rosenthal la jueza Chris McAliley le leyó los cargos. El voluminoso expediente certifica que el hombrón fraguó dinero sucio en una cuenta bancaria de Nueva York a Honduras. Ambos tienen grillete electrónico y su juicio va para largo pese a que sus amigos decían que su calvario duraría poco, pero el tiempo dice todo lo contrario.
Lo ilógico es que a Fabio Lobo, hasta este momento, no le han incautado sus peculios, tal como ocurrió con los Rosenthal, mientras otros (as) quemados por Los Cachiros están “legislando” en el Congreso, tienen mansiones y negocios en Estados Unidos y van de paseo y compras cuando se les antoja. Si tienen prisa se suben a sus jets porque el yate los espera en Gringolandia.
Bandas
Quienes todavía no son pedidos por la justicia norteamericana, pero sus nombres saltan en negras listas por narcotráfico, lavado y secado de dinero, son nuevos potentados (as) económicos en nuestra tierra. Dueños de caballerizas, testaferros de cajas bancarias, poseen edificios, casas y centros comerciales en el norte.
Una ricacha compró media Honduras. En una zona exclusiva capitalina alzó una torre de doce pisos. Sus vecinos están helados como en el polar por el lujoso inmueble.
Ni idean que a la par se levanta otro. Los lavanderos (as) siguen de feria. Al norte viajan felices porque son lombrices. La “justicia” gringa también solo muerde a los descalzos. ¡Qué zapateada nos han dado!