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Olban Valladares: 'Yo me quitaba la goma con una sopa bien caliente”

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21.07.2017

Tegucigalpa, Honduras
De su rostro se desprende la amabilidad propia de un capitalino chapado a lo pueblerino y de su boca se desgrana ese carrusel de anécdotas que construye la vida de aquel bailarín de danza y portero de Olimpia hasta llegar a ese conocido político que hizo tres intentos por sentarse en la silla presidencial de la República.

“Yo soy de los Valladares ‘patas blancas’ que se concentraron en el Guanacaste, la Ronda y el parque Finlay de Tegucigalpa”... ¿Patas blancas? “Así nos llamaban porque en aquellos tiempos los profesionales se calzaban muy tarde y porque los Valladares poseen una característica: tienen la tez oscura, pero los pies blancos, ja, ja, ja”, confiesa don Olban Valladares.

Sin duda, un personaje tan amable como peculiar, que con 75 diciembres es una historia viviente...

“Fui de la primera promoción de la Escuela Americana. Pero tuve una niñez de contacto con la naturaleza porque mi familia materna es yuscarana; pasamos la infancia asistiendo a ese municipio y todavía voy de visita. Me siento muy identificado con Yuscarán”.

¿Y también se identifica con “el Yuscarán”? Ah sí, es delicioso... El que no ha probado Yuscarán no es ciudadano, ja, ja, ja... pero ya no tomo”, dice con un semblante invadido de sinceridad y sonrisas...

Mucho gusto, don Olban. Háblenos de esa infancia de travesuras...

Mire, mis picardías iban con los ensayos de tomar bebidas alcohólicas. Una vez en la escuela un compañero apostó que nadie se metía dos octavos de aguardiente de un solo y mi compañero de toda la vida levantó la mano y se puso una increíble que tuvimos que ocultarlo varias horas para que no llegara a su casa en ese estado.

Bueno, pero usted también le entraba al trago...

Yo era cervecero y de whisky en mis tiempos. Era de aquellos que nunca embroqué las ollas (fondeó), bien parado toda la vida. En unas dos o tres ocasiones llegué mirando raro por razones sentimentales o por una cosa así.

¿Entonces le tocó echar las bilis alguna vez?

Más de alguna vez, después de la fiestezota, ja, ja, ja. Pero eso se terminó; he tenido la desgracia en la familia, particularmente la de Yuscarán, que creyeron que había que terminar con la fábrica, ja, ja... Nunca tuve que echarme un trago para quitarme una goma, yo me la quitaba con sopa bien caliente.

Como tenía buen hígado, era el que tenía que andar en la madrugada dejando a los amigos.

¿Pero fue buen o mal estudiante?

Arriba de la media. Mi ambición era la arquitectura, fue la pasión de mi vida todo el tiempo. Hice dos años con una beca en EE UU, pero cuando se terminó la beca mis padres no pudieron continuar pagándola y regresé al país. De ahí, terminé mi carrera de Economía en la UNAH.

¿Cómo fue su juventud?

Es algo que lo volvería a vivir cuantas veces fuera necesario. Dos facetas llenaron mi juventud: el deporte y la danza. En la escuela, los once que jugábamos fútbol en la tarde jugábamos béisbol en la mañana y jugábamos volibol o básquetbol en la noche. Y desde muy jovencito entré al Olimpia, el mejor equipo del mundo.

¿Y jugó con Olimpia?

Llegué a debutar, solo que estaba compitiendo con unos monstruos como Efraín el Gato Salinas, Eduardo Pichón Zavala y Crisanto Norales, que son de los arqueros más grandes que ha tenido Olimpia.

Fui portero porque además de ser pata blanca soy pata plana, entonces no me permitía correr.

¿O sea que es aficionado de Olimpia?

Sí, pero tuve que abandonar el estadio porque era de los que me apasionaba y se me subía la presión, entonces el médico me dijo que me retirara. Ahora solo asisto algunas veces, cuando juega la H en Tegus. Soy más Selección que Olimpia, pero por una pulgadita.

¿Pero también le entró a la danza?

Yo fui de los fundadores del primer Cuadro Nacional de Danza Folklórica Hondureña (1958) y estuve 10 años. En América Central, en mis tiempos no teníamos competencia, no tanto porque sabíamos bailar, sino porque la música contagiaba.

¿Y con la danza las novias llegaban solas?

Ah sí, abundaban. Ni le diga eso a mi esposa, pero abundaban, ja, ja, ja. éramos figuras; en aquel ambiente social en el que no había muchas cosas de distracción, los bailarines del cuadro folclórico eran muy atractivos.

Me imagino que también se iba de fiesta...

Ah sí. La diversión de la juventud eran los bailes. El que iba a una fiesta y se iba a sentar o estar con el trago en la mano y no aprovechaba la muchachada era terrible.

Tal vez la única manera de abrazar en público a la muchacha que a uno le gustaba era bailando, entonces uno aprovechaba y tenía que andar ojo al cristo porque, si era de las mujeres más bonitas, de diez piezas solo bailaba dos con ella, porque otros se la quitaban.

Intuyo que era infiel...

Creo que sí fui infiel porque a lo mejor era muy querendón y sin haber roto relaciones mantenía otro par de noviazgos, pero como era más de uno tal vez no era infidelidad, era travesura, ja, ja, ja. Pero ya casado neles pasteles y ese es un juramento que me hice a mí mismo, no tanto a mi esposa.

A propósito de doña Judith, ¿cómo la conoció?

Yo trabajaba en una compañía de seguros y ella trabajaba en la misma empresa en Guatemala; fuimos a jugar un torneo intercompañía de boliche y fue una atracción rápida, un chispazo. Le digo a mis amigos que nosotros fuimos 31 días novios.

¿Solo 31 días?

Nos conocimos en septiembre y nos casamos en junio, pero en ese lapso solo estuvimos juntos como 31 días, de allí todo fue por carta y teléfono. Si hubiera existido Whatsapp todavía estuviéramos hablando por teléfono ja, ja, ja. Nos casamos y traje a sus padres a vivir con nosotros.

¿O sea que la fama de la suegra no va con usted?

Ah, no, no, no... Yo si hubiera conocido primero a mi suegra me hubiera casado con ella, así le digo a mi mujer: “Qué lastima que no conocí primero a tu mamá, ja, ja, ja”.

Háblenos de esas tres aspiraciones presidenciales por el Pinu: 93, 97 y 2001.

Fueron etapas fantásticas y es algo que nadie me va a quitar. Yo perdí las elecciones, pero no perdí el conocimiento de lo que es la verdadera Honduras. Recorrí el país de punta a punta y estuve como en 200 de los 298 municipios, pero nunca volé un helicóptero para visitar una comunidad.

¿Qué anécdotas recuerda de esas campañas?

En los pueblos me encontraba con doña Nora de Melgar (candidata del Partido Nacional); una vez en Atlántida, yo venía saliendo de un pueblo y ella iba entrando y le dije: “Mire, Norita, no llegue ahorita porque allí lo que le tienen son cuatro gatos en la plaza”. Me decía: “No es posible. A ella la engañaron hasta miembros de su partido.

¿Cuánto gastó en las tres campañas?

Nunca llevé cuenta, pero nunca le pedí al partido un centavo para cubrir mis gastos. Mi motorista llevaba una bitácora y en esas campañas hicimos 250 mil kilómetros, y obviamente se fue más de un carro.

¿La política caló bastante en sus finanzas?

Sí porque el período de recuperación ha sido demasiado largo. En estas lides políticas, uno tiene muchos abrazos, pero muy pocos besos financieros.

En política pasa como cuando uno está grave en el hospital: los amigos van y lo abrazan, pero muy poquitos le preguntan si necesita plata para pagar los gastos. Tenía algunas empresitas que sostenían el flujo de efectivo para hacer esas gracias...

Finalmente, cuando fue diputado, ¿alguna vez le ofrecieron dinero para aprobar una ley?

Jamás me ofrecieron, si no los hubiera mandado ya sabe a dónde. Una vez debía ausentarme porque mi hijo estaba enfermo en Estados Unidos y el presidente del Congreso, “Pepe” Lobo, me dijo: “Andá a la tesorería que te paguen los pasajes y que te den viáticos”.

Yo le dije: Te agradezco enormemente, pero este es un viaje personal y no puedo aceptar eso. Fue la única vez que se atrevió a ofrecerme algo...