Tic Tac

Erik Chavarría: 'No había baño y tocaba ir a un terreno baldío...”

El Matatán en estado puro; “crecí con un chip de igualado”

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12.10.2018

TEGUCIGALPA, HONDURAS,- Cita al límite de la hora pactada: 2:30 de la tarde. Café Galeano se engalana con la presencia de ese joven de lentes oscuros, de rostro conocido y de voz inconfundible.

“Discúlpeme, hermano, ando con lo de unos anuncios; así paso, pero aquí estoy para que le demos”, saluda Erik con su peculiar carisma como carta de presentación.

Allí está el hombre que con orgullo muestra las cicatrices de esa infancia de pueblo, el mismo que hoy se divierte en las “Mañanas del Cinco” y el que rompió el dial bajo un nombre que rechina en el tímpano de miles que vibraban con él en “La Regadera”.

“El Matatán surgió porque un primo siempre que me hablaba me decía: ‘Dímelo, mi Matatán’, ja, ja, ja. Pero todos los que me dicen Matatán saben que me llamo Erik Chavarría”.

¿Acaso lo reconocen? Por supuesto que sí. La terraza del famoso local se llena de anécdotas, aroma de café y esa jerga que lo retrata a cabalidad.

“Eran tan comunes las frases que decía en el programa que a veces iba caminando y me gritaban: ‘Andá dormí, gilada’, ‘güirra caliente’, o ‘dímelo, Matatán’”, recuerda ese extrovertido locutor y presentador que no se avergüenza de sus humildes orígenes. Para nada. De hecho, esa niñez sin zapatos marca el inicio de un extenso mano a mano con Tictac.

A pesar de que acaricia la fama, no esconde sus raíces, ¿verdad?
Yo soy de El Rosario, Comayagua, compa. Allí pasaba de la milpa a la casa. Tengo las cicatrices de un niño de pueblo que juega con lo que hay: leños, piedras, etc.

Mi cabeza es una alcancía, ja, ja, ja... Esta herida de la frente me la pegué por andar bajando zorzales y este guamazo de la cabeza me lo di al caerme de un cimiento de piedra.

Erik tiene 31 años. Su carrera en los medios la ha construido en canal 55 de Comayagua, Top Music, El cuarto de Luis, Las mañanas del cinco, Trato hecho y Los del cuarto.

Erik tiene 31 años de edad.



¿Pero tenía lo básico en su hogar?
Me tocó bailar con la más fea. Solo usaba los zapatos para ir a la escuela y después tocaba andar chuña, heredaba el calzado y la ropa de mi hermano mayor.

Con un huevo comíamos tres niños y dormía en la misma cama con mi hermano menor. Solo había una toalla y cuando mi mamá nos bañaba, nos ponía como pollos en el sol para que nos escurriéramos, ja, ja, ja. No había baño y tocaba ir al solar baldío del abuelo.

Pero a pesar de eso, ¿soñaba con ser famoso?
Mi abuela decía que yo era un viejito para hablar. Yo cantaba, actuaba, bailaba danza y andaba metido en todo.

Crecí con un chip de igualado, amaba mi pueblo, pero no quería estar en él toda la vida porque me vi haciendo grandes cosas. Quería ser famoso, ja, ja, ja... quería ser cantante.

¿Y sí cantaba?
Claro. En 1997 inauguraron el teléfono comunitario en mi pueblo y el presidente de Hondutel, Roberto Micheletti, me regaló 500 lempiras cuando me vio cantar con un traje de charro, que me lo había hecho mi tío a pura cabuya. Me acuerdo que me eché “La de la mochila azul”.

Sé que es gran olimpista, ¿viene de familia?
Yo me moría por el Olimpia, iba a la casa de un vecino a ver los partidos porque en mi casa no había tele y ahí eran olimpistas, entonces nació mi amor por Olimpia.

Mi papá y mis hermanos eran motagüenses, pero yo amaba ver al Olimpia. Venía en carros pailas a Tegus a ver al León. Una vez me perdí en el estadio y la Policía me fue a dejar a la casa de un señor. Yo tenía ocho años.

Cuando era bebé en los brazos de papá.



¿Pero a esa edad le daba permiso su papá?
Aunque él sea Barcelona y Motagua, nunca me cambió el ser olimpista y Real Madrid. Ahora, yo no cometo el mismo error de él, yo a mi hijo ya le compré todas las camisas del Madrid y del Olimpia, ja, ja, ja.

Hablando de su padre, él se fue a EEUU para darle el estudio, ¿verdad?
Estuvo por 10 años y eso fue lo que cambió mi vida, pero no lo deshonré. Le prometí que le llevaría el título. En 2010 me togué de Periodismo en la UNAH con excelencia académica.

En el aeropuerto John F. Kennedy en diciembre de 2011 le estaba entregando el título y dándole las gracias por el esfuerzo que hizo. Mi padre se puso a llorar.

Tengo entendido que le costó entrar al mundo de la locución...
Muchas puertas se cerraron porque la televisión estaba estereotipada para tipos guapos, altos, hermosos y yo no estoy donde estoy por ser guapo ni nada de eso, sino por mi carisma y elocuencia, es mi bandera, no me engaño. En la Top de entrada le caí mal a Edgardo Rivera, porque soy parlanchín y pedí otra oportunidad.

¿Es cierto que una vez le regalaron pañales?
Ja, ja, ja... sí y hasta leche me llevaron. Ese día una oyente de España me envió una clave y me mandó como 50 euros, pero yo dije en broma que no tenía pañales... Una vez me robaron la cola de pato del carro y un yonker ya me la estaba dando, y yo no pagaba pasaje cuando usaba taxi. A la radio, me llevaban pan, huevos, tamales y tacos del Obelisco.

¿Qué anécdotas tiene de La Regadera?
Una vez me fui a San Marcos de Colón, se acercó una señora llorando y me dijo: “¡Gracias!... mi hijo tenía derrame facial y la terapia de él era reírse todos los días escuchándolo a usted”.

Otra vez, habían dos chavas en un autopollo y una me dijo: “Aaay... yo lo escuchaba, mi hijo se llama Erik por usted y mi esposo se pone celoso porque a veces le tiro picos a usted cuando sale en la tele”.

¿Pero conquistó chavas por el programa?
Una vez conocí una chica que se moría por mí y en la foto salía bien bonita, pero cuando llegué y la vi le dije que había tenido un percance y me regresé, ja, ja, ja, ja. Hay cosas que no son como parecen.

¿O sea que la pegaba con las chavas cuando estaba en La Regadera?
Ja, ja, ja, ja, era tremendo. No sé cuántas novias tuve, pero no tantas como las de Ponce Morazán (300).

Llegué soltero a la radio y salí hasta con un hijo ja, ja, ja. Me casé y la radio influyó muchísimo porque mi esposa me dio un “Me gusta” a la pagina de Matatán y después surgió un amor cibernético.

¿Qué tuvo de diferente su esposa?
Lo que hace distinta a mi esposa es que es mía y no veo ni me imagino que sea de alguien más. Soy una persona enchapada a la antigua, creo en la mujer de hogar.

Tengo una esposa que me ama. Hace unas semanas recibí la noticia de que voy a ser papá de una niña y me cayó como un balde de agua.

¿Por qué?
Siempre quise tener solo varoncitos. Es que el mundo está bien complicado para las mujeres, están más expuestas a sufrir, muchos hombres ya no respetan el compromiso.

Están surgiendo cada vez menos hombres de hogar. La dignidad de la mujer hoy en día es muy pisoteada, hay hombres que la destruyen.

¿Qué tan diferente es el Erik de la casa al de los medios?
En la tele siempre ando alegre, pero en mi casa soy muy serio. Cuando estamos en una fiesta, soy de los primeros que se va a dormir y la gente dice: “Ah, ya se va el viejito”.

Soy lunático, pero en la tele siempre tenés que andar bien. No le voy a la injusticia laboral, a la falsedad, al oportunismo. Soy muy alérgico a las personas de doble moral.

Hablando de justicia, ¿no lo ha tentado la política?
La política me provoca cuatro cosas: miedo, pena, angustia y desilusión. Recibí dos ofertas para ser diputado, pero no le entré porque siento que la mayoría que se mete a política es porque ya logró o quiere lograr y yo no estaba en ninguna de las dos cosas.

Me desilusiona mucho la política porque cada vez que viajo fuera del país y me bajo del avión caigo a una realidad inexplicable.

¿Cuáles son los sueños de Erik Chavarría?
Mi sueño es ser productor. Mi ilusión latente es salir del país y ser un presentador de Latinoamérica en la televisión hispana de Estados Unidos.

¿Lo escucharemos nuevamente en la radio?
Al irme de la radio perdí un brazo bien interesante que me llegaba con el pueblo. La radio marcó mi vida, hay un antes y un después.

Me gusta cerrar ciclos, pero el de la radio fue inmortal. Me planteo que en 2019 voy a volver a la radio con un show, creo que ya es momento de volver a la radio para regresar con mi gente, con la gente a la que les encanta las locuras del “Matatán”.