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Esta semana en Tic Tac, Daniel Durón: 'Que yo sepa, a nadie le he robado un lempira...”

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31.08.2018

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- El aire a sindicato es más que elocuente, los recortes y retratos en las paredes se encargan de recordarle a los visitantes que están en la trinchera de los trabajadores y una vez cruzada la tercera puerta aparece ese conocido sindicalista con una contextura muy inferior a la de hace algunos años.

“Estoy haciendo dieta por el colon, peso como 145 libras. Tengo una úlcera péptica desde los 13 años, por comer comida helada; todavía tengo esa papada, se me reventó y me la estoy tratando, pero estoy con el cuerpo de mis tiempos de futbolista, ja, ja, ja”.

Espontáneo, humilde, campechano y hasta filosófico. Así es don Daniel Durón, ese hombre de verso muy locuaz y de edad reservada.

“No me pregunte cuántos años tengo porque pueden decir que estoy muy joven o muy viejo, ja, ja, ja”, afirma el capitalino que remó desde abajo hasta llegar a la presidencia del Régimen de Aportaciones Privadas (RAP). Pero hoy ha vuelto a sus orígenes: la CGT.

La atmósfera de la Central General de Trabajadores se invade de anécdotas y al ritmo del flash de la cámara se ilumina su mente para compartir los recuerdos de esa vida cimentada en una infancia muy dura.

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Don Daniel, gracias por recibir a Tictac. Se sabe que usted viene de abajo, ¿qué tan duros fueron esos inicios?
Yo vengo de un hogar extremadamente pobre y de matriarcado; mi papá se fue de la casa cuando yo tenía como seis años. Por eso tengo una identidad fuerte con mi madre (Ignacia Romero), que murió hace cuatro años.

Mi madre entraba a trabajar a las 2:00 AM (laboraba en la lavandería de un hospital) y yo me quedaba con mis hermanos en una cuartería de piso de tierra, con baños comunes y donde caían goteras. Eso fue en el barrio Pueblo Nuevo y lo digo con mucho orgullo.

O sea, ¿le tocó ser un padre para sus hermanos?
Yo le hacía el pepe a mi hermana cuando estaba tierna, le cambiaba el pañal y le hacía la comida a mis hermanos... cuando había. Mi mamá me enseñó cómo limpiar a mi hermana y me decía: “Cuando le vayás a poner el gancho, ponele el dedo abajo”. Me tocó ser tutor de mis hermanos. En esa etapa empezó mi vida
de futbolista.

Me imagino que pasaba jugando fútbol...
Comencé a jugar como en sexto grado en la Escuela República de Costa Rica y fui seleccionado en el Instituto Vicente Cáceres. Entré a la filial del Real España y encontré la posibilidad de que nos dieran comida y de que nos inyectaran, porque teníamos un grado de desnutrición importante. Me acuerdo que a veces no íbamos a la escuela porque teníamos problemas hasta para desayunar.

A pesar de ser capitalino, ¿es aficionado del España?
Claro que sí, ¿qué equipo me daba comida? No se me olvida que me daban una burrita y una naranjita. Yo llevaba a mi hermano y le daban un plato y un fresco. También me inyectaban vitaminas, entonces, ¿cómo no voy a querer al España si me daba una burrita?

¿Qué consejo de su madre lo marcó?
Mire, fui al Central a inaugurar el nuevo edificio y era el auge de las drogas, entonces una vez me dijo: “El problema no es que probés la droga, el problema es que te vaya a gustar”. Jamás he probado una droga. Nunca se me olvidó lo que me dijo ella; se puede imaginar una madre llorando y que a veces no tenía qué darnos para la comida ni el dinero del bus para ir al colegio.

¿Entonces cómo hacía?
Yo jugaba en el Central, le decía a un compañero: “Prestame 10 centavos para apostar en la potra”, y como teníamos un buen equipo, normalmente ganábamos y hacía para el pasaje del bus. Me dio mucha tristeza que debido a la necesidad de trabajar tuve que graduarme en la nocturna del Cultura Nacional.

¿Cuándo entra al mundo del sindicalismo?
A los 17 años comencé a trabajar en el Banasupro y allí fue donde me llevaron una nota para formar un sindicato y la firmé sin pensarlo, porque me acordé que mi madre me decía que el sindicato la defendía del hostigamiento. Me despidieron con 300 lempiras de prestaciones y estuvimos en las calles.

¿Y los reintegraron?
Nos reintegraron después de 20 días de lucha. Si me pusieran a elegir, elegiría exactamente la misma vida, aunque sufrí mucho. Hay tres cosas que mi madre me enseñó: la honestidad, la responsabilidad y el ser fuerte en la vida.

¿Y le ha cumplido a su madre en la honestidad?
Que yo sepa a nadie le he robado un peso en mi vida. Si he cometido errores ha sido sin darme cuenta. Mi madre me marcó eso y le voy a cumplir; todos los domingos voy a verla a la tumba.

¿Va con su familia?
Es que si no voy, me parece que va a decir: “Ajá, ¿qué pasa?”, como cuando estaba con vida que me decía: “¿Por qué no viniste el sábado?”. Me parece que me va a reclamar. A veces voy y todavía le pido perdón por cosas, como cuando estaba pequeño, que me agarraban las 10:00 de la noche y me iba a buscar. Mi mayor tristeza ha sido la muerte de mi madre.

Tiene tres hijos, ¿cómo conoció a la madre de sus vástagos?
En las cuarterías se armaban las fiestas y allí conocí a mi esposa. Vivía en el mismo barrio, pero nunca la había visto. Ese día llegó esa trigueñita con cuerpo bien bonito y yo, que era peludo, la conquisté. Me quedé con ella y no me arrepiento. Yo soy hogareño, me encanta lavar trastes y barrer; mi madre me enseñó eso.

¿Cuál es el legado que usted dejó en el RAP?
La solidez de la institución y el beneficio derivado de los trabajadores. Aquellos que ganan menos de dos o tres salarios mínimos ahora tienen préstamos al 10 por ciento anual, a cinco años plazo y, cuando paga el 25 por ciento de préstamo, le refinancian el 100.

Encontré un señor de la tercera edad en el RAP y me dijo: “Ando trayendo los excedentes, me tocaron 35 mil lempiras; antes no creía en ustedes, pero ahora sí”.

¿Por qué lo tildan de oficialista, lo es?
No soy oficialista, soy realista; entre la ideología y la realidad, me quedo con la realidad. Si la realidad significa negociar con el oficialismo, hay que hacerlo. La oficialidad es mi problema en muchos casos, es mi contraparte, no puedo ser oficialista.

Algunos afirman que le falta ser más frontal...
Pero yo les recuerdo a ellos el 5 de julio de 2009, ¿quiénes fueron los más radicales en defender el golpe de Estado? Lideramos las manifestaciones y desde allí estoy enfermo por ese montón de gaseadas. Hay unos que le vienen a decir cosas, como cuando el diablo le quiere enseñar a rezar. El movimiento sindical perdió mucha incidencia y hay que aceptarlo porque dejó de analizar y observar su entorno.

¿Es cierto que las centrales ni huelen ni hieden?
Lo quieran o no reconocer algunos neoliberales trasnochados, seguimos teniendo poder. Lo peor que le puede pasar a un movimiento social es que sea cooptado, sea por un partido, empresarios o el gobierno. Si inclinamos la balanza a un lado o a otro, otra cosa sería.

Lo que sí creo es que debemos retomar la movilización. Esta es nuestra lucha y la estamos ganando, estamos sobreviviendo. La pregunta debe ser: ¿qué hemos hecho para estar vivos todavía?

¿De qué se arrepiente?
No hay cosas de las que me arrepienta, al contrario, hay muchas cosas de las que me enorgullezco. Yo no soy religioso, soy cristiano, voy a cualquier iglesia. Hay cosas que en la noche no se van a resolver, es imposible, he sufrido y al día siguiente
se resuelven.

¿Hay algún sueño que no ha cumplido?
Yo no soy muy soñador, soy circunstancial, yo trato de enfrentar los retos que veo, porque normalmente cuando uno sueña no se le dan. Los designios de Dios ya están programados. Imagínese que hace un mes me iban a operar y al día siguiente me dijeron que no. Estaba bien enfermo y aquí estoy platicando con usted de todo un poco...