TEGUCIGALPA, HONDURAS. Un chasquido de sus dedos y ahí está a sus pies la señora polémica. “La traigo por naturaleza, está en mi ADN”. Se llama Orlando Ponce Morazán, sin embargo bien podría ser el “gigoló de oriente”...
Pero “no soy mujeriego, soy amiguero”, aclara este gigante de 1.94 metros, “1.97 con zapatos”, que se divisa a lo lejos mientras camina rumbo a la cancha de baloncesto del Campo de Parada Marte, al sur de la capital.
Asegura ser el rey de los triples y que ningún sendero le arruga la existencia. También le gusta el volibol pero, sobre todo, las mujeres. Y hablando de mujeres y traiciones, la plática inicia caliente, very hot...
¿Qué es lo primero que le ve a una mujer?
Las piernas. Debe tener piernas bonitas, bonitos pies también. Me gusta una mujer con glúteos bien formados; en lo primero que me fijo es en el cuerpo y después en la cara. Lo que sí no tolero es que sea desnaturalizada, que se ponga bótox y esas cosas.
¿Que no se opere el cuerpo, entonces?
En la única parte que lo permitiría es en el busto. Si una mujer está conmigo y no me gusta el busto, le pago una operación. Pero solo ahí.
¿Y usted se operó?
Nunca. Será que soy narcisista, pero me gusta como soy, no hay ninguna parte de mi cuerpo que me desagrade.
¿Nunca tuvo complejos por su estatura?
No, nunca. A una mujer casi siempre le gustan los hombres altos y no he encontrado una mujer nacida en Honduras más alta que yo, ni en las Islas. A mí me dicen las mujeres que andando conmigo se sienten protegidas, por eso me piden que las acompañe.
¡Je! ¿O sea que ha hecho desastres?
Ja, ja, ja... protegía a varias y al mismo tiempo... ja, ja, ja.
Antonio Cassano dice que tuvo unas 700 mujeres en su vida, algo parecido a lo que una vez contó Salvador Nasralla. ¿Y Orlando Ponce Morazán?
¡No! No tengo el dato exacto, pero es mucho menos que ellos dos. Habré tenido unas 300 mujeres... o sea que ni por cerca llego a los números de Nasralla y Cassano... ja, ja. Estamos hablando de novias, amigas con derecho, amigas sin derecho, de todo.
¿Se acuerda del día que perdió la virginidad?
Claro, es un momento inolvidable. Fue a los 15 años y cae como anillo al dedo la canción “A mí me gustan mayores”... ja, ja, ja... me llevaba 20 años y era maestra del colegio donde yo estudiaba. Me llevó a su casa y salí con maestría... ja, ja, ja. En ese tiempo yo era introvertido en el tema sentimental.
Explotó la bomba
Y de repente vio la luz el Tarzán de la selva. El chico flaco como palo de golf que a los 12 años era el más alto del salón y que por las tardes “vendía mercadería, pan, espumillas, horneaba pan, clasificaba el tabaco, sellaba bananos para exportación” para ayudar a su casa, había despertado su placer sexual.
Y ya nadie lo pudo parar.
¿Qué fantasía sexual le falta por cumplir?
¡Uf! Creo que solo me hace falta hacerlo en el cine. Usted sabe, cuando una película está aburrida uno tendría que ponerle ambiente, ¿no?... Lo he hecho en un avión, en un bus, en varias cocinas, en el mar...
¿Avión? ¿Bus? ¿En el baño, me imagino?
No, en los asientos. Es que el avión y el bus iban vacíos y con mi pareja nos fuimos a la parte de atrás y listo.
¿Cuál es su edad?
53 años, 54 en octubre.
¿Y ya ocupa viagra para cumplirle a su pareja?
Ni viagra ni nada por el estilo. Tengo una muy buena libido, no me quejo de eso.
¿Y cuál es su récord en una sola noche?
Cinco veces. Tengo ese récord y mi propósito es romperlo pronto... ja, ja, ja.
Si lo pusieran a escoger: una noche de pasión desenfrenada con la Miss Mundo o narrar la final de Qatar 2022 en vivo en Doha. ¿Qué elige?
Narrar la final. ¡Sí! Porque a la Miss Mundo la puedo tener en otra oportunidad... je, je.
Munición gruesa
Cada vez que habla se escucha un trueno. Todo lo que dice lo afirma con la seguridad de un militar. No evade ningún tema, ni siquiera la controversia que armó una declaración de su madre diciendo que no le ayudaba.
“A raíz de eso me acerqué más a ella, voy una o dos veces por semana a Danlí. Doy todo por ella, le paso dinero”.
¿Es mentira lo que dijo, entonces? “Todo fue un reportaje malintencionado para destruir mi carrera política, mi mamá fue engañada y ahora Reynaldo Salinas cuando la mira a ella le tiene que bajar la cabeza de la vergüenza. Salinas es un sicario de la información”. Lo dice sin despeinarse el poco pelo que todavía habita su cabeza. Lo dice sin ponerse rojo. Y esta vez no terminó la frase con una sonrisa picarona...
¿Qué hay más allá del Ponce Morazán que miramos en la tele y escuchamos en la radio?
Juan Carlos Pineda no me cree que me gusta el senderismo y que hago deporte. Soy “triplero” en baloncesto, juego volibol y soy penalero en fútbol. Por cierto, yo hubiera sido un delantero profesional, pero me decanté por estudiar periodismo. Sería una especie de Peter Crouch... ja, ja, ja.
¿Desde cuándo le llamó la atención narrar?
Es que desde pequeño cantaba en los coros de las iglesias evangélica, Testigos de Jehová y mormona y me pagaban por hacerlo. Siempre tuve una buena voz y ya a los 15 años el dueño de Radio Sonora me llamó a hacer una prueba y cuando me escuchó me dejó trabajando. Desde esa edad hasta hoy no he dejado de hacer radio.
¿Cuándo se enamoró de la escuela mexicana?
En Honduras ha existido mucha influencia mexicana y sudamericana y recuerdo que yo me hice Real Madrid cuando miraba los partidos de España a través de Televisa. Ahí escuchaba a Juan Dosal, Jorge el “Che” Ventura y Emilio Fernando Alonso; en mis inicios tuve alguna influencia mexicana, pero con el paso del tiempo uno va creando su propio estilo.
Hasta llegar al “pun, pun, pun”, ¿no?
Claro. Quería encontrar algo que fuera netamente futbolero y asociarlo con el estado del país. Rumbo a Sudáfrica 2010 hice una asociación entre esa frase que decimos por ejemplo cuando un equipo sale jugando y ¡Pun!, ¡Pun!, en dos toques está en la otra área, y un pacto de unidad nacional. Por eso es pun con ene y no con eme.
A propósito, ya la voy a patentar, porque la he escuchado en Guatemala, El Salvador y Nicaragua.
No tiene problemas para decir que es motagüense, ¿no es así?
Para nada. Mi sentimiento fue, es y será del Motagua, pero desde 1987 que llego a la capital se me fue quitando el fanatismo hasta encontrar algo que pocos periodistas pueden conseguir: el equilibrio en las opiniones.
¿O sea que fue fanático de Motagua?
¡Uf! Era tal mi fanatismo que desde Danlí me venía con un tío a ver a Motagua a la capital. A veces veníamos con lo justo para la entrada y un día que regresábamos de un clásico recuerdo que al llegar a la terminal de la Discua Litena en el mercado Jacaleapa nos damos cuenta que no teníamos dinero para el bus. Entonces le dije al motorista: “Mire, usted no tiene ayudante y nosotros no tenemos dinero. Deme trabajo de ayudante de aquí a Danlí y ahí se cobra nuestros pasajes”. Y aceptó con gusto.
¿Tiene algún defecto que le gustaría cambiar?
Hay dos. Uno es que soy muy impulsivo y otro es que soy muy perfeccionista.
¿Tiene algún vicio?
Sí. Me gusta apostar. Lo miraron ustedes en el Mundial de Rusia, por ejemplo, cuando dije que Francia sería campeón o que México derrotaría a Alemania; apuesto con dinero pero tampoco es de todos los días, lo hago cuando realmente me siento seguro de un resultado.