Tegucigalpa, Honduras
Su alma cosmopolita lo lleva a Londres en 1971. Está con la pistola cargada y apunta a su objetivo: aprender inglés en la cuna de Shakespeare.
Pero el joven Paolo Ángelo Agnesi Cremoncini también empieza a despertar en el amor. “Hice muchas amistades femeninas de todo el mundo: recuerdo a la persa Sugar, por ejemplo; la japonesa Fumiko. Londres fue mi maduración completa en todo sentido. Tenía 19 años”.
En buen italiano, “a Londra ha perso la verginità” (en Londres perdió la virginidad). “¿!Um!? Ja, ja… digamos que la consumación definitiva fue con ella, con Fumiko; y para esas contingencias menos mal que era mayor que mí, mucho más experta porque era mi primera vez”.
Cuarenta y seis años después, ya casado con Lourdes, una peruana de padre vasco a la que conoció cuando se fue a trabajar a Venezuela recién graduado de ciencias económicas, el singular personaje de tirantes, dientes amarillos y alguno que otro hilo de plata en la cabeza que a Honduras trajo la pasión por las estadísticas del fútbol italiano, ha regresado a su segunda casa.
“Mi última ausencia fue por dos años”, recuerda este administrador de empresas que, al margen de su amor por el Calcio, ordena los papeles de un consorcio español-mexicano que hace proyectos de electrificación en Honduras. “Me jubilé a finales de 2014. En 2015 volví a Honduras por cinco meses y ahora me recontrataron”.
Hola, Paolo. Mientras llega la pizza vegetariana que pediste, iniciame a contar de tu hobbie, viajar. ¿Cuál es el país que más te impresionó en el mundo?
Cuando era estudiante universitario viajaba muchísimo en tren, me gustaba descubrir Italia y Europa; el país que más me impresionó fue Inglaterra. La admiración por el mundo británico, su respeto, su disciplina; luego Venecia es una obra de arte y el norte de Italia, con sus Alpes y lagos, el sur de Francia, Austria...
¿Nunca tuviste miedo a los aviones, a los trenes?
Donde sí me agarré de la silla fue viajando entre Montevideo y Buenos Aires, porque justo había una tempestad sobre el Río de la Plata. Fue una tembladera horrible.
Después en Ecuador, viajar a Quito era un baile completo, mucho más que el aterrizaje en Toncontín. Fue la graduación de las tempestades.
Cuántas anécdotas, ¿no es así, Paolo?
¡Uf! Como la vez que salí a la carrera de mi casa para ir a Francia y cuando llegué a París me di cuenta que había agarrado una billetera sin dinero… ja, ja, ja… resignado en Gare de Lyon a regresarme a casa, entré a una panadería y me di cuenta que le estaba cayendo simpático a la hija del propietario. Llegó un momento que salí con ella, pero le fui franco: si quieres que me quede, me tienes que hacer un préstamo. Me ha ido muy bien ahí.
¡Picarón! Ja, ja, ja... Sos un hombre de mundo, entonces, un tipo de letras, de música, de cultura...
No soy amante de la narrativa, me gusta más leer análisis de geopolítica, me fascina la geografía, la economía mundial. ¿Música? Me gusta la ópera y la sinfónica, la clásica y folclórica latinoamericana... escuchar “Cambalache” de Enrique Santos Discépolo te deja boquiabierto.
The Beatles escribían obras de arte y si tengo que elegir al número uno me quedo con Wolfgang Amadeus Mozart, un genio. Luego vienen Giuseppe Verdi y Rossini.
A lo lejos se ve el vapor de una pizza italiana que viene de la cocina del restaurante Pazzi per la Pizza, donde desde las 11:55 de la mañana espera al equipo de TicTac el hincha de la Juve. Mitad mozzarella y mitad vegetariana. “¿Si yo cocino? Nada, todo con el microondas… ja, ja”.
- ¿Y cómo te llevás con la comida hondureña?
- Tuve amor a primera vista. No hay nada mejor que comer una baleada, una pupusa o unas tortillas con frijoles...
Nada mejor que eso para que empecemos a hablar de Honduras. ¿Es cierto que Kilvet Bertrand te lanzó a la tele sin previo aviso?
Ja, ja, ja... me lanzó sin paracaídas al aire, pero estaba preparado, no había nervios, fue como conversar con camaradas. Era 1989 y debuté en un Napoli ante Inter.
Y te ganaste al pueblo futbolero “catracho”...
Tuve la suerte de que a los hondureños les gustaba la liga italiana, lo que me hizo tener un montón de amigos. Inclusive cuando iba a hacer trámites para la empresa se me abrían las puertas, todo era mucho más fácil… ja, ja, ja… mucho más si el funcionario era hombre, era inevitable que me preguntara por Ruud Gullit, Van Basten o Diego Maradona.
¿Habías hecho periodismo en Italia?
No, nunca. En Honduras viendo partidos de Olimpia y Motagua en el Estadio Nacional coincidía con Kilvet Bertrand, Daniel Dávila Nolasco, German Márquez, César Quezada y ellos me llevaron a Televicentro, donde conocí a Salvador Nasralla.
Claro, Salvador. ¿Y si fueras ciudadano hondureño le habrías dado el voto?
Es la persona más organizada que conocí en mi vida. Hace algunos años no sospechaba que se metería en la política, pero su metodología me dejó impresionado. Aprendí muchísimo de él, sobre todo su palabra, su lealtad.
Y sí, como persona indiscutiblemente que sí lo hubiese votado. Y creo que tengo derecho a hablar de esto porque mi hijo es hondureño y él no votó por Salvador solo porque no estaba acá. Si Salvador organiza una nación de la misma manera como organizó el departamento de Deportes de Televicentro, sería una bendición. Es el presidente que todos desean.
¿Desde cuándo te gustó eso de las estadísticas?
Cuando comencé a colaborar en TVC con la Serie A tuve dos suertes: no había Internet ni cable, entonces mi información era única. Como en Venezuela hay tantos italianos, compraba La Gazzetta dello Sport casi un día después de su publicación en Italia y cuando llegué a Honduras me suscribí. Llegaba al canal con La Gazzetta o con el Guerin Sportivo, era la única información de Italia que había en Honduras y la daba yo.
¿Tuviste algún buen amigo futbolista catracho?
David Suazo. Le di muy buenos consejos que le ayudaron a entrar al mundo del Cagliari y en su despedida se acordó de mí, eso no tiene comparación. No hay un italiano que hable mal de David.
Según tu experiencia, ¿en Honduras hay más tifosi (hinchas) de…?
Milan y luego Napoli. Cuando se transmitió el Calcio la mitad de los hondureños eran del Napoli y la mitad del Milan, porque eran los que luchaban por los títulos. Luego hay de la Juventus, Inter y Cagliari, por David Suazo.
¿Qué es lo más raro que te pasó en Honduras?
Cierta vez caminaba por la sexta avenida de Comayagüela portando una maleta y desde la acera de enfrente un muchacho me reconoce y me grita: “¡Paolo! Yo soy un delincuente y te pido que no vayas con ese maletín por esta calle, por favor”. Me salvó de perder papeles de mi trabajo.
Paolo Agnesi ha pedido una soda para acompañar el almuerzo. Antes de la pizza llegaron unas suculentas bruschettas y sus ojos se pusieron tan grandes y redondos como un balón de fútbol.
“Mi primera pelota me la regalaron mis padres en una Navidad y pateaba inspirado en el ‘Cabezón’ Enrique Omar Sívori, un delantero argentino por el que me convertí en hincha de la Juve”.
Sufre de nostalgia y mira de reojo a Gonzalo Carías, de quien afirma “es un placer compartir una transmisión, por su cultura general” y al que se encontró en la final de la Champions de 2016 en el Giuseppe Meazza.
“Gracias a su credencial llegó hasta donde Paolo Agnesi, que en Italia no es el Paolo Agnesi de Honduras, no pudo llegar… ja, ja, ja”. Se termina el último trozo de pizza y escribe el epílogo de esta historia: “A mi esposa la enamoré a la antigua, con cartas, con llamadas internacionales por operadora... y la demostración de que todo salió perfecto en nuestra relación fue el nacimiento en Honduras de nuestro hijo Constantino, un volcán de satisfacciones, la razón que me tiene tan entusiasta”.