Su figura imponente semeja un gigante que duerme plácidamente sobre las aguas de la bahía de Nápoles. Pero el temible despertar del Monte Vesubio, uno de los volcanes más peligrosos del mundo, ha dejado ciudades enteras bajo las cenizas.
La erupción más famosa y desastrosa es, sin duda, la del 24 de agosto del año 79, cuando el volcán sepultó bajo lava y arena las ciudades de Pompeya y Herculano.
Pero permitió que se conservaran intactas ambas ciudades hasta que se redescubrieron en el siglo XVI, comenzando las excavaciones en 1738 y 1748. Hoy, son emplazamientos arqueológicos y sitios de investigación.
Pero el gigante no se ha quedado quieto desde entonces. En los años 472, 512, 1631, seis veces en el siglo XVIII, ocho veces en el siglo XIX (notable la de 1872), y en 1906, justo un día como hoy 7 de abril; 1929, y 1944, volvió a hacer de las suyas.
CIUDAD DE PIEDRA. En el siglo I a. C., Pompeya era solo una de las numerosas ciudades localizadas en las faldas del Vesubio y Herculano era la más conocida.
El área tenía una considerable población que se hizo próspera por la fertilidad de la región. La erupción del 79 fue precedida por un potente terremoto en el año 62, que causó la destrucción general alrededor de la bahía de Nápoles.
El hecho en el que fallecieron miles de romanos, fue documentado por historiadores contemporáneos y se acepta universalmente que comenzó el 24 de agosto. No obstante, las excavaciones arqueológicas de Pompeya indican que la ciudad fue enterrada un par de meses después.
Por ejemplo, apareció gente enterrada que llevaba puesta ropa abrigada siendo que en agosto debían vestir ropa ligera. Las jarras de vino fermentado habían sido selladas, lo que tenía lugar hacia el final de octubre.
Las monedas encontradas en el bolso de una mujer sepultada en ceniza incluían una pieza conmemorativa que habría sido acuñada a finales de septiembre.
LA ERUPCIÓN. Los habitantes de Pompeya y Herculano estaban acostumbrados a los temblores. Pero la mañana del 24 de agosto del 79, una columna de humo comenzó a ascender del Vesubio.
La población pensó que se trataba de un escape más de humo, pero esta vez la erupción se manifestó de dos maneras: en Herculano, una especie de fango, mezcla de cenizas, lava y lluvia, inundó las calzadas y callejuelas de la ciudad, cubrió los tejados y penetró por ventanas y rendijas.
La gente salió horrorizada de sus casas y muy pocos pudieron huir de aquella ciudad italiana. En Pompeya se inició como una finísima lluvia de cenizas que nadie sentía.
Luego cayeron pequeñas piedras volcánicas y por último, piedras pómez de varios kilogramos de peso. La ciudad quedó envuelta en vapores de azufre que penetraron por las rendijas y hendiduras de las casas y villas. La angustia se apoderó de los pompeyanos replegados en los rincones, muchos murieron lapidados por las piedras pómez. Y miles trataron de encerrarse en sus casas, pero murieron sepultados.
El 26 de agosto, el sol volvió a salir. Del Vesubio solo salía una débil columna de humo. El paisaje fue arrasado y las partículas de cenizas se extendieron hasta África, Siria y Egipto.
ERUPCIONES DEL SIGLO XX. El 7 de abril de 1906 la erupción del Vesubio alcanzó el clímax con fuentes de lava y terremotos. Pero la actividad no se quedó ahí, el Vesubio no se estuvo quieto. El 20 de octubre de 1929 un importante flujo de lava se extendió fuera del borde de la caldera Somma y llegó a la aldea de Terzino.
Y en marzo de 1944 la lava del Vesubio destruyó varias poblaciones y toda una flota de B-25, que estaba en un aeródromo durante la II Guerra Mundial. Desde entonces el volcán ha estado en una etapa de reposo sin ningún signo importante de la actividad, sin embargo, científicos continúan vigilando al gigante dormido.