“Le dije que la amaba y después le disparé en la cabeza cuando ella estaba orando en la iglesia, pero ahora me arrepiento”.
Así relató Juan de la Paz Castro Rodríguez (45) en una cama del hospital Mario Rivas, donde permanece interno luego de que intentara suicidarse, el crimen que cometió contra su compañera de hogar.
La iglesia cristiana Filadelfia, en la aldea La Unión del municipio de Tela, Atlántida, fue el escenario donde el pasado miércoles a las 7:00 pm, Ernestina Corea (46) perdió la vida a manos de su esposo, con el que tenía 22 años de casada, tiempo en que procrearon nueve hijos.
Castro Rodríguez relató el hecho entre lágrimas y pausas, mientras repetía “yo la amaba”.
Los problemas entre la pareja empezaron hace unos dos años, luego de que Ernestina comenzara a recibir mensajes en su celular.
“Cuando yo me acercaba para ver quién se los enviaba ella escondía el aparato y no me decía quién se los enviaba”, recuerda.
La acción se repetía casi a diario hasta que un día Castro Rodríguez logró arrebatarle el teléfono de las manos y leyó uno de los mensajes en el que, según él, su mujer decía que pensaba fugarse a Estados Unidos con una amiga del mismo sector.
La noche del crimen
El miércoles alrededor de las 6:00 pm, Castro Rodríguez decidió terminar de una vez con su agonía y afiló un machete para matar a su mujer, con el que luego pensaba suicidarse.
“Sabía que iba a ir a la iglesia. Entonces, escondí el machete abajo de un carro, cerca de la iglesia, y regresé a la casa”.
En su vivienda, Castro Rodríguez dice que su cuerpo comenzó a temblar y a sudar; que se preguntaba qué iba a hacer y trataba de sacar de su mente la idea de matar a su mujer.
A las 7:00 pm, cuando el culto iba a comenzar y solo unos cuantos feligreses oraban, Castro Amador cambió su plan de utilizar un machete para matar a su mujer.
Le arrebató la pistola a un vendedor de lotería que estaba afuera de la iglesia e irrumpió en el templo.
“Vi que estaba arrodillada orando. Me le acerqué, la abracé por la espalda y le dije ‘te amo, por qué lo hiciste’ y le disparé en la cabeza. Cuando ella cayó al suelo le disparé cuatro veces más”, relató el hombre mientras cerraba los ojos y las lágrimas le corrían por las mejillas.
“Me puse la pistola en la cabeza y halé el gatillo, pero ya no había balas. Me senté al lado de mi mujer y saqué una “pachita” de Gramoxone y me la tomé, pero los hermanos me la quitaron. Yo quería morirme”, agregó Castro Rodríguez.
El hombre salió corriendo de la iglesia para traer el machete que tenía escondido.
Volvió a sentarse junto al cadáver de su mujer e intentó cortarse en cuello, pero nuevamente los miembros de la congregación evitaron que se matara y lo llevaron al hospital.
Cuando era atendido por los médicos, un grupo de policías lo detuvo.