TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Su nombre es
Dennis Aguilar, tiene 25 años y es no vidente. Salir de su casa, ubicada en el
municipio de Santa Lucía, rumbo a la
capital no es algo que le apetezca, pues de la tranquilidad de su hogar debe enfrentarse a la turbulencia de una ciudad con inexistente accesibilidad para personas ciegas o con
movilidad limitada.
EL HERALDO realizó un recorrido junto con Dennis por el centro capitalino para compartir su experiencia. Los obstáculos fueron casi incontables.
Desde vendedores ambulantes apropiados de la vía peatonal hasta la indiferencia de personas para facilitar el camino de Dennis fue lo que se encontró.
El mal estado de las aceras le impedía a este valiente hombre diferenciar si los tramos eran montículos de tierra o acera, pues los baches y agujeros eran percibidos por él de manera constante a través de su bastón.
Y es que la mayoría de las aceras del centro capitalino son de menos de 1.5 metros de ancho y no de 2.5 metros como lo indica la norma estándar.
En su trayecto rumbo a la avenida La Merced, EL HERALDO observó cómo Dennis fue auxiliado por algunas personas, por ejemplo, en la avenida Cervantes, un vendedor de audífonos lo alertó del riesgo de caer en un tragante sin tapadera.
“Estas calles están muy malas, yo he visto cómo se caen”, expresó el vendedor.
Indiferencia
En la capital se estima que habitan unas 300 mil personas que viven con una discapacidad que se ven limitados en su movilidad, pues según un análisis del Plan de Ordenamiento Territorial, la infraestructura para el desplazamiento no motorizado es incomoda e insegura.
No cuenta con una integración con el transporte público y no ofrece accesibilidad a personas con movilidad reducida.
Esto coincide con las recomendaciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en su Plan de Acción para Tegucigalpa y Comayagüela, que invita a mejorar las aceras.
Además el plan recomienda reducir las invasiones por parte del comercio informal y garantizar que se brinde el espacio adecuado a los pasos peatonales. Así como revisar la condición del pavimento.
EL HERALDO realizó un recorrido junto con Dennis por el centro capitalino para compartir su experiencia. Los obstáculos fueron casi incontables.
Desde vendedores ambulantes apropiados de la vía peatonal hasta la indiferencia de personas para facilitar el camino de Dennis fue lo que se encontró.
El mal estado de las aceras le impedía a este valiente hombre diferenciar si los tramos eran montículos de tierra o acera, pues los baches y agujeros eran percibidos por él de manera constante a través de su bastón.
Y es que la mayoría de las aceras del centro capitalino son de menos de 1.5 metros de ancho y no de 2.5 metros como lo indica la norma estándar.
En su trayecto rumbo a la avenida La Merced, EL HERALDO observó cómo Dennis fue auxiliado por algunas personas, por ejemplo, en la avenida Cervantes, un vendedor de audífonos lo alertó del riesgo de caer en un tragante sin tapadera.
“Estas calles están muy malas, yo he visto cómo se caen”, expresó el vendedor.
Indiferencia
En la capital se estima que habitan unas 300 mil personas que viven con una discapacidad que se ven limitados en su movilidad, pues según un análisis del Plan de Ordenamiento Territorial, la infraestructura para el desplazamiento no motorizado es incomoda e insegura.
No cuenta con una integración con el transporte público y no ofrece accesibilidad a personas con movilidad reducida.
Esto coincide con las recomendaciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en su Plan de Acción para Tegucigalpa y Comayagüela, que invita a mejorar las aceras.
Además el plan recomienda reducir las invasiones por parte del comercio informal y garantizar que se brinde el espacio adecuado a los pasos peatonales. Así como revisar la condición del pavimento.