TEGUCIGALPA, HONDURAS.- La guerra de los 100 años podría iniciar, pero más allá de un conflicto feudal, la lucha de la Alcaldía será educar “árboles que nacieron torcidos”, en un intento por mantener limpia una metrópoli que produce un promedio diario de 730 toneladas de basura y con más de 300 tiraderos ilegales.
+Clic aquí para registrarse y leer más contenidos de El Heraldo
Entre la euforia de un discurso -y la aprobación de su séquito-, el alcalde Jorge Aldana declaró el inicio de la “guerra contra la basura” y hasta prometió: “Yo mismo voy a agarrar la escoba para recoger la basura en las calles”.
Conflicto
Datos de la Gerencia de Aseo Municipal expuestos a través de la solicitud SOL-AMDC-824-2023 confirman que en la capital hay 256 contenedores diseminados en 156 sectores de la ciudad.
En otras palabras, certifican la reducción de zonas con contenedores en un 8%, ya que en el 2022 habían 170 lugares; lo mismo ocurre con los depósitos, los cuales bajaron un 5%, o sea, de 269 a 256.
Más allá de los pocos espacios autorizados para depositar la basura están los 300 lugares clandestinos con sus llamativos rótulos decorativos que resaltan el atropellado artículo 51 del Plan de Arbitrios y sus prohibiciones en materia ambiental.
Según lo argumentado en el memorando AMDC/DMJ-0148-2023 emitido por el Departamento Municipal de Justicia en 26 meses (de 2021, 2022 y 2023) apenas aplicaron 173 multas por violentar el artículo en mención.
De los años anteriores confirmaron que “no se encuentra registro en la base de datos actual, ya que no se encuentra en la base de datos de la administración anterior”, indica el documento proporcionado a EL HERALDO.
Aunque las sanciones monetarias por atropellar el artículo 51 varían entre 500, 1,000, 2,000 y 5,000 lempiras por botar desechos de construcción, basura, animales muertos etc., en la vía pública, la comuna no detalló lo recaudado por las multas impuestas.
En el mejor de los casos, si aplicaron la multa máxima, podríamos decir que en dos años y dos meses con las 173 sanciones apenas lograron recaudar 865,000 lempiras.
En un simple comparativo, la cantidad se vuelve minúscula al considerar que la Alcaldía confirma que recolectar la basura cada día cuesta hasta un millón de lempiras.
Otro punto clave para entender la problemática y la magnitud que implica la promesa del alcalde al decir que “Tegucigalpa será la ciudad más limpia”, está en el horario de recolección de las empresas contratadas por la comuna.
La cobertura de recolección urbana es de un 100% a través de cinco horarios, pero en los puntos críticos se irrespeta el calendario y la basura es lanzada en aceras y calles a cualquier hora.
Estrategia
Pese a que la ausencia de aplicación de multas y la reducción de contenedores parezca una incoherencia para mantener limpia la capital, desde la Gerencia de Aseo rememoran la frase de la “locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”.
Lineth Santos, analista ambiental de la municipalidad, explicó que realizarán acciones técnicas y operativas que incluyen el aumento de más personal y logística para realizar los operativos de limpieza.
Asimismo, las armas para generar un cambio serán intensas jornadas de concienciación con charlas “casa a casa” en las zonas críticas y centros educativos.
“Hemos visitado varias zonas y les explicamos las repercusiones de lanzar basura, sabemos que nos llevará un tiempo, pero ya iniciamos... Queremos masificar el mensaje con ayuda de MiAmbiente y la Secretaría de Educación”, detalló Santos.
Porque tienen los medios legales para aplicar multas, la funcionaria adelantó que trabajan en coordinación con Movilidad Urbana para implementar los talonarios de boletas con sanciones económicas.
“En el tema de contenedores, no han sido bien gestionados por los ciudadanos, por eso se tomó la decisión de retirar algunos y que las personas utilicen la frecuencia de recolección”, argumentó.
Causales
Para Warren Ochoa, psicólogo e investigador, que una persona irrespete normas básicas como no tirar basura en la calle obedece al tema de “influencia social”, es decir, las personas imitan lo que ven hasta generar un patrón de conducta adaptado al contexto.
“Por otro lado, incide el factor de responsabilidad compartida, si es algo de todos al final termina como responsabilidad de nadie. Una investigación interesante es el caso de Kitty Genovese, muchos testigos, pero nadie llamó a la policía esperando que alguien lo hiciera, es una ética de irresponsabilidad social”, contrastó el experto en comprender las causas de su comportamiento.