Tegucigalpa

Madres sostienen el 39 % de las familias capitalinas

Muchas de ellas son madre y padre, luchadoras que con arduo trabajo sacan adelante a sus hijos. Conozca historias inspiradoras.

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06.05.2013

“Sí tienes una madre todavía, da gracias al Señor que te ama tanto, que no todo mortal contar podría dicha tan grande ni placer tan santo...”.

En esta edición especial, Metro rinde tributo a la mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor y mucho de ángel, por la incansable solicitud de sus cuidados.

Es la mujer cuyo nombre encerrado en cinco letras representa la clara imagen de Dios en la tierra, la protagonista de nuestros días y la inspiración de nuestra vida: la madre.

Para ella vibran las notas musicales convertidas en canción, se obsequian flores, los pájaros ofrecen sus trinos y con más fulgor brillan las estrellas del cielo.

Al ser preciado

El 24 de enero de 1927, en el gobierno de Tiburcio Carías Andino se determinó que en mayo, mes de las flores, se le rendiría honores al ser preciado. La celebración quedó instituida el segundo domingo de mayo con el objetivo de traer consecuencias saludables de estimable valor moral.

Aunque hay que recordar que sí hay un día específico para celebrar a nuestras madres, el deber es honrarlas todos los días de nuestra existencia.

Ellas, las madres, son un regalo de Dios, por lo tanto para cumplir su voluntad, el mandato es amarlas, bendecirlas, valorarlas, honrarlas y sobre todo aprender a disfrutar de su amor.

La capital tiene rostro de mujer, las damas capitalinas representan el 51 por ciento de la población, ellas impulsan el 45.9 por ciento del aparato productivo.

Con sus manos laboriosas despliegan el vuelo de grandes profesionales, al formar hombres y mujeres dedicados en el seno de una familia y muchas veces sin el apoyo de un hombre.

Su fortaleza e ímpetu se ve reflejado en las 96,215 féminas que según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), son cabeza de hogar y con el sudor de su frente sacan adelante al 39 por ciento de las familias capitalinas.

Desde diferentes trincheras, ya sea con el impulso de un título o con el sacrifico abnegado en un oficio, la comercialización de productos en los mercados o barriendo las calles, su trabajo dignifica y engrandece la palabra madre.

Si bien es cierto, hace más de 55 años su voz es escuchada durante las contiendas electorales, sus gritos se desvanecen ante la falta de inclusión completa en el ámbito laboral, social y político.

Pero esto no detiene su labor infatigable para llevar el sustento familiar y dar ejemplo de tenacidad y temple.

Signos de grandeza

Hoy reflejamos en estas líneas las historias de mujeres que desde su labor de madres son verdaderos bastiones de la fe, trabajo duro y dedicación.

Como doña Juana Cuéllar, la madre de la fe de la colonia La Esperanza. A sus 95 años, además de criar a ocho hijos y mimar a 12 nietos, enseña la devoción a la madre de Dios María en las calles y la iglesia católica de su comunidad.

Con su inseparable camándula, propaga el rezo del rosario de casa en casa o dirige las novenas de difuntos con una lucidez y devoción especial.

O mujeres como Mercedes Díaz, que literalmente ha sacado a sus tres hijas y siete nietos de cualquier tempestad, cinco inundaciones han arrasado con sus pertenencias, pero no con su fortaleza.

Con la venta de comida en la Feria del Agricultor ha enseñado a sus hijas no solo el valor del trabajo duro, sino la hidalguía para sortear cualquier prueba.

O Isabel Madrid, una dama que lleva el título de madre por especial fervor, pues acogió como frutos de su vientre a cinco niños que salvó de las injusticias y crueldad de la orfandad.

Y qué decir de Lourdes Hernández Suazo, que no solo es la encargada de dar lecciones de vida a sus hijos en el hogar, sino que es la maestra que los prepara para que tengan el conocimiento académico que les permita desarrollarse en la sociedad.

Tanto en el hogar como el salón de clases, ella conduce las riendas del futuro de sus hijos como docente y madre, preparándolos para una vida colmada de éxitos.

Y doña Elba Mercedes Díaz, que después de perderlo todo tras cinco inundaciones en su hogar, ubicado en el barrio Los Jucos, aún se mantiene firme para salir adelante.

¡Madre amorosa, maestra formadora en el hogar y el aula!

Su doble papel lo considera como la experiencia más gratificante que la vida les ha permitido. Lourdes Hernández Suazo tiene el privilegio no solo ser la madre amorosa, comprensiva y entregada a sus hijos, sino que también es la maestra educadora y formadora. Actualmente la docente, quien labora en la escuela República de China, imparte clases a su hijo Josué Isaac Mena.

“Esta es una experiencia gratificante por el hecho de cumplir un doble papel: madre y maestra”, expresó. Para Hernández cada día es un reto y una lección de vida: en la escuela se convierte en la maestra que instruye a su hijo, y en casa es la madre abnegada pendiente de todo.

“Mis hijos y nietos son la razón para levantarme cada día”

Aunque a sus 70 años las fuerzas parecieran abandonarla y el cansancio doblegarla, Elba Mercedes Díaz implora con fe al cielo que le dé fortaleza para luchar por los regalos más grandes que le hado la vida: sus hijos y sus nietos.

La venta de comida representa para esta humilde mujer el patrimonio con el que ha sacado adelante a sus cuatro hijos y siete nietos. Pese a que los embates de la naturaleza le han pasado factura por vivir en una zona catalogada de alta vulnerabilidad, con la fe puesta en Dios y en su morena de Guadalupe se levantará las veces que sean necesarias.

“Yo soy el pilar de este hogar y por mis hijos y mis nietos lo doy todo”, expresó Diaz.

Un instinto materno sin fronteras

Quien conoce la numerosa familia de María Isabel Madrid, una madre soltera que habita en la colonia El Prado, se pregunta por qué pocos de sus seis hijos se parecen a ella. Lo que muchos desconocen es que “mami Isa”, como la llaman sus hijos, es una madre adoptiva de cinco de ellos.

El instinto maternal de doña María la ha llevado a convertir su humilde vivienda en el hogar permanente de niños y jóvenes sin familia que vivían en casas hogares.

“Para mí todos son mis hijos, ellos llenan de alegría y ternura mí casa, son una fuente inagotable de bendición”, manifestó.

María sostiene a sus hijos con la venta de comida y asegura que nunca falta el pan en su mesa.

“Volví a ser madre por mis nietas”

Bessy Alonzo no estaba preparada para ver partir a su hija a un viaje sin retorno. El regalo más preciado y amado que Dios le dio se lo arrebató la violencia.

Con el tiempo y la ayuda de Dios, la honda herida que quedó en su alma ha ido sanando y ahora tiene dos poderosas razones por las que luchar: sus nietas Briana y Eva.

“Mis nietas son dos regalos que me ha dejado Dios. Después de la pérdida de mi hija volví a ser madre, es bello porque esto me ha permitido ser madre para toda la vida”.

Con sacrificios, pero con profunda abnegación, Bessy se entrega cada día a sus hijas, a quienes les ofrece una formación de valores, basada en el temor a Dios.

Una matriarca de la fe mariana

Juana Cuéllar, más conocida como doña Juanita, en la colonia La Esperanza es la propagadora de la devoción a la virgen María en su comunidad. A sus 95 años de edad es la encargada de dirigir el rosario antes de la eucaristía dominical, en los meses de mayo y octubre, así como los novenarios.

“Desde 1975 aprendí esta devoción a la virgen de mi mentora doña Martha Gutiérrez, con ella empezamos a visitar los primeros hogares para rezar y desde allí no he parado”, manifestó. Por su avanzada edad ya está preparando a su hija Inés Barahona para que continúe su legado de fe y devoción.

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