Tegucigalpa, Honduras.- Desde principios de diciembre, en varios rincones de la capital se pueden observar los emblemáticos “años viejos”, figuras hechas de cartón, papel, zacate seco y materiales inflamables, listas para arder el próximo 31 de diciembre.
Vestidos con ropa desgastada, zapatos rotos y un aire de nostalgia, los monigotes animan las calles de los sectores populares de la ciudad.
Los jóvenes y los niños son los principales autores de estos muñecos, que preparan aprovechando para pedir algunos lempiras con el fin de llenarlos de cohetes y otros explosivos.
“¡Deme pisto para el pichingo!” y “Vaya, no sea tacaño”, piden los jóvenes a los transeúntes que pasan cerca del monigote, algunos mal formados.
Don Luis Lagos, residente en la colonia Germania, salida al sur, es uno de los capitalinos que no faltan a esta tradición.
Cada año confecciona monigotes inspirados en personajes políticos, como forma de expresar su descontento hacia las promesas incumplidas.
“Esto no solo es una tradición, también es nuestra manera pacífica de protestar”, asegura don Luis, quien realiza grandes figuras.
Los años viejos son figuras que representan a políticos que no cumplen con el pueblo, por lo que quemarlos es una forma de dejar atrás los malos recuerdos y comenzar un nuevo año con esperanzas renovadas.
La quema del “año viejo” no solo es un espectáculo de llamas y explosiones, sino también un símbolo de renovación.
Para los capitalinos, despedir el año de esta manera significa abrir paso a nuevas esperanzas y sueños para sus familiares y amigos.