TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Después de dos largos años atípicos de pandemia, el centro histórico de la capital se volvió a llenar de familias que comercializan los tradicionales ramos y cruces de palma de olivo en la víspera del Domingo de Ramos.
Los comerciantes llegan con muchas ansias para vender sus productos artesanales en la ciudad, pues la última vez que realizaron ventas fue en la Semana Santa de 2019: la pandemia del coronavirus les impidió vender sus ramos en 2020 y 2021.
Este año, los ramos y cruces no tendrán el mismo precio de hace dos años (que era de cinco lempiras), ahora su valor aumentó y cada uno costará 10 lempiras.
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Una de las comerciantes, doña María Carrasco, procedente de la aldea La Ceiba de Sabanagrande, mientras elaboraba un ramo de olivo, explicó a EL HERALDO que el precio aumentó porque en el país todo está al alza, desde los alimentos hasta el combustible.
“Nosotros solo queremos que el pueblo nos coopere con la compra de los ramitos, porque no podemos llevar todas estas palmas de regreso a nuestros lugares. Ya perdimos las ventas del 2020 y 2021”, suplicó la señora de 65 años.
Hasta el viernes, las ventas de los ramitos no eran del agrado de los vendedores, ya que reportaron una baja cantidad de ramos y cruces vendidas. Sin embargo, esperan tener mejores ventas a partir de este sábado.
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“La devoción no debe faltar, por dos años ha faltado el Domingo de Ramos porque no se ha celebrado, pero este año tiene que ser triunfante y por eso necesitamos la cooperación de los católicos”, afirmó.
Doña María dijo que han pasado en batalla, porque estos ingresos son para mantener a su familia por una temporada, pues por el tiempo que no hubo ventas se vieron afectados. Comentó que intentaron vender ramos el año pasado, pero la mayoría no se les vendió.
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“Nos sentimos tristes todas las personas que nos dedicamos a este negocio, pero siempre mantuvimos la fe en Dios”, dijo la vendedora.
Además de doña María, hay otros vendedores que llegan en familia a las afueras de la catedral, vienen de Reitoca y Curarén, Francisco Morazán.
Del último municipio procede el pequeño Edwin Ramírez, quien a sus nueve años le ayuda a su familia a vender los ramitos y cruces a las personas que circulan por la avenida Miguel Cervantes.
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