Tierra Adentro

Mítica Amapala, rincón sureño con tintes alemanes

Asentada en las faldas de la Isla del Tigre, la ciudad ofrece un encanto arquitectónico de origen teutón. Incluso Albert Einstein pudo contemplar su belleza

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18.03.2018

Amapala, Valle
Cuando escuchamos hablar de Amapala, la imagen que de inmediato surge en nuestra mente es un manto azul y en medio su imponente Isla del Tigre. Sin embargo, este rinconcito de tierra sureña no sólo esconde una exuberante belleza natural, sino que también un particular estilo arquitectónico de sus edificios.

Las viviendas construidas en madera de cedro real, obtenida de los frondosos bosques de la isla, le ofrecen al visitante una imagen de cómo fueron los años de gloria de la comunidad. El desarrollo de Amapala comenzó el 17 de octubre de 1833, fecha en la que se fundó el principal puerto de Honduras en el Océano Pacífico. Durante la siguiente década, la comunidad logró captar el interés de comerciantes extranjeros que, tras identificar el movimiento económico que se presentaba en el puerto, decidieron radicarse en la isla.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, las familias provenientes de Alemania comenzaron a invertir en la comunidad y dotar al sector de casas comerciales.

Las condiciones climáticas que históricamente han prevalecido, sumado a los costos que implicaba el traslado por mar de insumos para la construcción, motivaron a los comerciantes a hacer uso de los recursos que se tenían disponibles, por lo que decidieron elaborarlas en madera.

Al inaugurarse oficialmente el puerto de San Lorenzo el 12 de abril de 1843, Amapala pierde su poderío económico, obligando a sus habitantes a dedicarse exclusivamente a la pesca artesanal.

Los edificios que antes albergaban grandes casas comerciales, pasaron a ser utilizadas exclusivamente como viviendas.

Acuerdos
Pese al duro golpe que resultó para los pobladores el cambio del puerto hacia otro sector, Amapala lucha para que ese atractivo turístico -tanto natural como arquitectónico que posee- se mantenga en el gusto de los cientos de personas que cada fin de semana la visitan.

La preservación de ese legado arquitectónico es responsabilidad de la municipalidad y del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), quienes a través de un convenio se aseguran que ese atractivo continúe intacto.

El casco histórico con que cuenta la localidad está compuesto por ocho cuadras, en las cuales se ubican más de 150 edificaciones con influencia alemana.

Regulaciones
Santos Alberto García, alcalde de Amapala, explicó que la comunidad cuenta con ciertas regulaciones que prohíbe que los dueños de las casas puedan realizarle cambios de consideración. “Las fachadas de las estructuras deben ser las mismas, algunas se han modernizado por dentro, con la autorización del Instituto de Antropología, pero la esencia de las viviendas sigue siendo la misma”, mencionó el edil.

Comentó que, además de asegurarse que se respete el diseño original de las casas, las mismas deben de ser pintadas en las paletas de colores ya establecidas. Los tonos pasteles y aquellos colores neutros son los indicados para utilizarse en las fachadas de las estructuras. Los dueños de las casas tampoco pueden instalar techado distinto a la teja y el mismo no debe sobresalir de las aceras de las casas, ya que el diseño así lo establece. “Los dueños pueden instalar láminas de cualquier material en el techo, pero sobre el mismo debe estar cubierto con tejas”, sentenció el munícipe. En los edificios en donde funcionen sitios comerciales, los rótulos deben estar instalados sobre las paredes de los inmuebles y no guindando o sobre ellos, ya que debido a lo estrecho de las calles podría causar un accidente.

Sitios de interés
El legado que preservan estas viviendas no sólo está presente en su influencia alemana, sino también en que fueron utilizados como sede de grandes personajes de la historia.

Y es que Amapala, por su importancia como puerto y al ser declarada como capital de Honduras y la primera sede del gobierno de Marco Aurelio Soto el 27 de agosto de 1876, fue una de las zonas más visitadas por extranjeros, entre quienes se menciona a Herbert Hoover, expresidente de Estados Unidos; Máximo Gómez, uno de los próceres de la independencia de Cuba, y William Walker, un conocido pirata, así como muchos otros.

Pero el visitante más distinguido que tuvo Amapala, según sus habitantes, fue Albert Einstein, físico alemán que, según los relatos ciudadanos, se alojó en la Casa Uhler, una de las más famosas residencias de aquellos tiempos.

En Amapala no existe un documento o placa histórica que compruebe tan importante visita, pero según los datos publicados por Arturo Wallace, corresponsal de la BBC Mundo, que realizó un reportaje sobre el poblado, existen antecedentes que lo comprueban. El artículo publicado por Wallace establece que en los archivos personales del físico, los cuales se encuentran en la Universidad Hebrea de Jerusalén, existe una postal dirigida al profesor Max Born y su esposa, en donde se encuentra la palabra Amapala.

“Amapala, ¡en Honduras! Por eso no habían recibido mensajes nuestros”, se lee en la postal, misma que está firmada por Einstein y su esposa, Elsa. El documento enviado por Einstein está fechado el 29 de diciembre de 1931.

El texto publicado por Wallace también recoge algunos detalles que Einstein escribió con su puño y letra en uno de sus diarios utilizados en el viaje que lo llevó por segunda vez a Pasadena, California, Estado Unidos, en diciembre de 1931.

“22 (de diciembre). 8 de la mañana llegamos a la bahía de Honduras. Anclamos en la ‘Isla de El Tigre’”, dice uno de los diarios llenados por Einstein y que detalla Wallace en su publicación. “Impresionante bahía de aguas azules en medio de muchas islas volcánicas, verdes sobre marrón”, es la descripción que hace del golfo de Fonseca y que recoge el periodista de la BBC.

“Nos quedamos hasta mediodía, porque había que descargar. Un francés y una mujer de Bremen nos visitaron a bordo. Los nativos tienen todos sífilis, pero algunos malaria. 36 grados a la sombra. Gran volcán con una nube de ceniza eterna visible por un buen rato a la partida. Escena indescriptiblemente pintoresca”, es otro de los relatos proporcionados por el diario, según Wallace.

De igual manera menciona que la siguiente fecha que Einstein escribió en su diario fue el 23 de diciembre a la 1:00 AM, haciendo constar que el barco en el que viajaba había llegado al puerto salvadoreño de La Libertad.