En el Museo Unko, en Yokohama, la popó es artificial, no tiene nada que ver con lo que sería en un inodoro, y viene en forma de helados y cupcakes, en todos los colores y tamaños.
“Las popós son coloridas y salen muy bien en las fotos”, dijo Haruka Okubo, una estudiante que visitó el museo. “La forma es redonda y linda”.
Desde hace mucho tiempo en Japón, diversos objetos con forma de popó, como borradores escolares y otros artículos, son coleccionados por chicos y grandes. Como en otras partes, los chistes escatológicos son populares y las funciones corporales se discuten abiertamente: hace poco un programa matutino de la emisora pública NHK presentó consejos sobre cómo lidiar con las flatulencias.
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Los visitantes del museo reciben una breve introducción en video y luego se les pide que se sienten en uno de siete inodoros coloridos que adornan el lugar.
En el museo hay suvenires coloridos y una escultura en el techo de la sala principal hace erupción cada 30 minutos escupiendo pequeñas heces de espuma.
Un área digna de Instagram incluye popó voladora de tonos pastel y un letrero en neón con la palabra 'excremento' escrita en diferentes idiomas.
En otra sala, los visitantes juegan a aplastar con mazos la mayor cantidad de heces que puedan. En otro juego, los participantes compiten para “hacer” la popó más grande al gritar la palabra en japonés “unko” lo más fuerte posible. En un videojuego de fútbol hay que 'patear' el excremento hacia una portería.
“Es gracioso porque hay adultos corriendo gritando 'popó, popó’”, dijo Toshifumi Okuya, un ingeniero en sistemas.
Al final del recorrido, los visitantes obtienen una bolsa para llevarse recuerdos. Si aún quieren más, la tienda de regalos del museo está repleta de más artículos temáticos.
El museo atrajo a más de 100.000 visitantes en el primer mes después de su apertura en marzo y permanecerá abierto hasta septiembre.