El arte de andar descalzo
La costumbre de depositar los zapatos fuera de las casa data de hace cientos de años, habiendo pasado de generación a generación hasta nuestros días.
Generalmente, las viviendas de madera japonesas siempre han sido construidas con una distancia de aproximadamente dos dedos respecto al suelo, algo que aleja la humedad y mantiene cálidos los suelos o tatamis de las casas.
Sin embargo, la entrada a la casa sí alcanza el suelo, siendo el punto más bajo de la vivienda.
Al tener un suelo tan cómodo, los japoneses siempre han llevado a cabo su vida sobre el mismo: sentados a la hora de comer, dormir y, por supuesto, andar descalzos.
La limpieza del tatami japonés es muy importante para su cultura, por lo que entrar con zapatillas desde el exterior sería ensuciarlo fácilmente, rompiendo la armonía del mismo.
Señal de respeto
Otro de los aspectos de dejar las zapatillas fuera de casa es el respeto hacia los mayores de la familia o los propietarios de esa vivienda en el caso de ser invitados.
Según los camboyanos, los dueños de la casa agradecen el silencio que otorga el andar descalzos por la casa, ya que el sonido de los zapatos de madera contamina la acústica, un aspecto más zen que funcional en tan mística país.
La cultura china ha fomentado desde hace más de 5 mil años el estudio de la podología, demostrando que el hecho de andar descalzo relaja los puntos de presión del pie.
Como otra parte más del cuerpo, los pies necesitan respirar y airearse, algo que se consigue dejándolo totalmente desnudo y sobre un suelo cómodo y confortable sobre el que pisar.
La costumbre japonesa de entrar descalzos en sus casas podría proceder de numerosas teorías desveladas por algunos países del sudeste asiático como la India, Camboya o Vietnam, donde también es típico caminar descalzos por la casa. Respeto, tranquilidad y confort, tres factores propios de la vasta cultura oriental, apoyan esta costumbre que, desde hace unos años, también se ha comenzado a llevar a cabo en muchos países de Occidente.