TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Unos echarán de menos la ruta diaria hacia el trabajo y lo que implicaba su jornada presencial de labores, otros quizá añoren una próxima salida con amigos a destinos predilectos rodeados de naturaleza, mientras que no faltará quienes hayan extrañado darle un abrazo a mamá o a papá en el cumpleaños que festejaron a la distancia.
La pandemia del nuevo coronavirus instaló un quiebre entre el pasado y el futuro. Dejó el sabor de un ayer idealizado, melancolía sobredimensionada por el malestar actual y tiñó de incertidumbre un futuro que pareciera más lejano que nunca. Es como si todo se resumiera a “el antes” y “el después” del covid-19. Y es ahí cuando la nostalgia comienza a hacer lo suyo.
Tras la noticia de que una nueva enfermedad se había convertido en la principal amenaza contra la vida humana, han ido pasando los días, los meses, el aislamiento y sus efectos, y la salud mental también ha comenzado a complicarse. ¿Todo tiempo pasado fue mejor? Tal vez esta sea la pregunta fundamental, punto de partida de cuestionamientos que en algún momento se convertirán en reflexiones.
La psicóloga Keylin Lourdes Moncada define la nostalgia como “una expresión del subconsciente que indica una búsqueda por la comprensión, siendo una proyección íntima y melancólica de una película con instantes de nuestra vida pasada: mezclando lo agradable (buenos momentos) y lo desagradable (tristeza y desesperación, por los instantes que forman parte del ayer)”.
El lado negativo
De alguna manera no hay ser humano que no haya sido conmovido por las secuelas del coronavirus, y mucho más allá del sinfín de transiciones que el contexto les haya planteado; aunque desde luego que hay personas más damnificadas que otras. Para algunos individuos, la presión social no es un asunto nuevo, menos tratar de acoplarse mientras se lucha por la sobrevivencia en todos los sentidos.
“La búsqueda por la felicidad se vuelve una competencia entre la pérdida de los valores y valorización de objetos materiales; ‘soy más feliz que tú porque…’ ‘no eres feliz porque…’. Es la construcción de una sociedad basada en una mezcla de nuevos y viejos prejuicios, donde los ideales de la gente comienzan a basarse puramente en el éxito monetario, haciendo de lado la importancia de la empatía, de la ayuda al prójimo y, más importante aún, dejando atrás la búsqueda por el propio bienestar sentimental”, explica.
Y haciendo hincapié en la nostalgia que aparece, por ejemplo, en el marco de tendencias depresivas, la especialista asegura que esta suele desembocar en una continua reflexión sobre el pasado, tan estéril como dolorosa. “Para las personas con un temperamento triste y melancólico, la nostalgia puede alentar una idealización del pasado, provocando su sufrimiento en el presente: es el registro del ‘antes todo era mejor’” agrega.
Aprendizaje por experiencia
¿Pero por qué recordamos tanto? Moncada esclarece que el cerebro cumple una función adaptativa según las distintas etapas de la vida. Cuando la memoria está joven, tiene gran capacidad de adquirir e incorporar recuerdos y de almacenar muchas experiencias dolorosas o de sufrimiento; es vital recordarlas para no repetirlas a futuro.
“Cuando se es mayor, por lo general, hay mayor consciencia de lo que no se desea repetir, por lo que damos lugar y espacio a los recuerdos gratos. Allí se conecta con la nostalgia, al no necesitar en demasía de la función adaptativa. Este filtro es sumamente útil cuando, ya mayores, las personas necesitan reforzar su entusiasmo, voluntad y positivismo para encarar las dificultades de la vida, más allá de los sucesos, dando lugar a las remembranzas gratas”.
Está bien extrañar personas, lugares y circunstancias. Está bien querer experimentar de nuevo las vivencias que en algún punto lo hicieron sentirse más feliz de lo que cree que es ahora. Lo que no está bien es tratar de renunciar al presente y, peor aún, al futuro como si las cartas ya estuvieran echadas sobre la mesa. La vida es tan cambiante que aquello que hoy se ha convertido en su mayor desesperanza tiempo después no representará más que el recuerdo de una etapa.
“El camino para salir de la nostalgia es transitorio, pero peligroso si se eterniza. Se trata de reflexionar un poco sobre ella y clarificarla”, concluye Moncada.
¿Nos ayuda a ser más felices?
Según la experta, al menos en sus formas normales, la nostalgia conlleva numerosos beneficios:
-Permite el uso y el refuerzo de la memoria a través de los recuerdos felices.
-Puede incitarnos a emprender acciones que reactiven esos recuerdos. Por ejemplo, tras haber pensado en mi infancia, puedo hacer llamadas telefónicas a seres queridos, viajar a lugares que me transmiten armonía, retomar los cursos de música o arte, etc.
-Nos ayuda a saber mejor quiénes somos, a centrarnos en nosotros y a reconectarnos con esos momentos importantes del pasado que nos han formado.
-Nos enseña a aceptar la dimensión trágica de la vida: el tiempo que pasa y no vuelve.
-Por todo ello, la nostalgia puede aumentar nuestra comprensión de la felicidad: la vida discurre de prisa y la desaparición de los momentos felices pasados no debe incitarnos a lamentarnos (nostalgia negativa) sino a saborear aún más el presente (nostalgia positiva).