Inimaginable, inesperado y hasta parecía una idea ilusionista pensar en que ese día se podía quebrar la historia...
Seguramente ni el más optimista de los catrachos pensaba en que ese viernes de septiembre, su selección sería capaz de meterse al gigantesco Azteca para silenciar ese mítico escenario y provocarles una de las mayores alegrías que ha dado fútbol hondureño.
La historia parecía ser la misma... Ese augurio pesimista se basaba básicamente en que la Bicolor llegaba golpeada tras el 1-0 ante Estados Unidos en la jornada anterior y porque el rendimiento de la H no era muy convincente.
Eso se parecía en el propio arranque del partido, cuando al minuto seis, Oribe Peralta vacunó la puerta vacía de Noel Valladares y hacía explotar el Coloso de Santa úrsula.
Se deshace la historia
Sin embargo, en el segundo tiempo la cambió rotundamente al sumar un segunda punta para acompañar a Carlo Costly y así se comenzaría a cambiar el rumbo del partido. Precisamente el ingresado Jerry Bengtson fue el que al 63 aprovechó un zapatazo de Costly que aflojó Jesús Corona para enmudecer el Azteca con el 1-1.
Los mexicanos no se lo podían creer y menos cuando tres minutos después el Cocherito aprovechaba ese desconcierto de los locales para incrementar el asombro de propios y extraños.
El despeje de Emilio Izaguirre mandaba a la batalla a un corajudo Costly, quien le puso agallas para dejar burlado a Diego Reyes, penetrar al área con un toque de cabeza y sacar un zurdazo cruzado que se clamaba en el alma de los mexicanos e inflaba el pecho de hasta el catracho más desinteresado del fútbol...
Fue un parteaguas
Nadie lo podía creer, ni mexicanos ni hondureños; los primeros porque veían como un “humilde” equipo centroamericano los hacía arrodillarse en su propia casa y los segundos porque tras decenas de años por fin daba un gran zarpazo y dejar claro que el Aztecazo se escribía con H...
El golpe retumbaba los anales de la historia, sino que se convertiría en un triunfo que prácticamente determinó la clasificación de Honduras al Mundial porque, a falta de tres fechas, situó a Honduras en el tercer lugar (10) y dejó a México en el cuarto lugar (8).
Los protagonistas
Noel Valladares: En el gol mexicano no tuvo nada que hacer y sacó el colmillo para darle tranquilidad a su equipo, así como para manejar el reloj.
Emilio Izaguirre: Fue un bastión fundamental por la izquierda, ya que de sus piernas salieron las cesiones que terminaron en los dos goles catrachos.
Maynor Figueroa: Mostró calidad, potencia y gran experiencia para controlar los embates de los atacantes Giovani dos Santos y Oribe Peralta.
Víctor Bernárdez: Tras un inicio dudoso en el gol azteca, tomó confianza y armó una buena dupla en el centro con Maynor para darle seguridad a Noel.
Bryan Beckeles: Conforme fueron pasando los minutos, se fue despojando del miedo y terminó carburando de gran manera en el lateral derecho.
Roger Espinoza: En el complemento sacó todo su pulmón en la izquierda de la segunda línea y puso en bandeja de oro el tercer tanto.
Wilson Palacios: Puso su talento y experiencia en el medio campo para retener el balón y buscar faltas cuando la H ya estaba ganando el partido.
Luis Garrido: Como siempre, se convirtió en un auténtico perro de caza para hostigar a los mexicanos y recuperar la pelota en múltiples oportunidades.
Boniek García: Jugó 60 minutos y trató de asociarse con en el costado derecho, pero después tuvo que dar paso a Edgar Álvarez.
Andy Nájar: Intentó ir para adelante y apoyar a Costly en la parte explosiva, pero en el complemento le dio paso al goleador Jerry Bengtson.
Carlo Costly: Fue de menos a más en el partido y en el 66 sacó garra, colmillo y potencia para dejar tirado a Diego Reyes y firmar el histórico 2-1.
Jerry Bengtson (45): Entró en el segundo tiempo en lugar de Andy Nájar y fue determinante porque marcó el primer gol catracho.
Edgar Álvarez (30): Ingresó al 60 por Boniek García cuando el partido lo ganaba México y con larga zancada refrescó el costado derecho.
Marvin Chávez (10): Sustituyó a Costly al 80 cuando el partido ya estaba 2-1 y con su velocidad se convirtió en un aténtico dolor de cabeza para los Aztecas.