Con sus mochilas llenas de pertenencias y sus corazones colmados de fe y de agradecimientos, los peregrinos desfilan en silencio y con toda devoción frente a las imágenes de la virgen María de Suyapa que se encuentran tanto en el gran santuario como en la vieja ermita.
Aunque son intangibles, aquí la fe y la gracia tienen la forma de una lágrima o de una danza; poseen la voz de una madre o de un padre que con toda reverencia alaba y clama a un ser superior.
En el interior de los templos el Sermón del Monte, pronunciado por Jesucristo hace más de 2,000 años en la antigua Galilea, resuena en la conciencia de los presentes: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados. Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios.
“Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos”, se escucha.
En un ambiente de reflexión con olor a flores, a resinas aromáticas y a aceites esenciales que escapan del humo del incienso, los creyentes caminan despacio y sin arrogancia hacia un sitial donde la humanidad se equilibra, donde nadie es más, donde nadie es menos, donde persiste la igualdad.
Las oraciones del agricultor que vino de tierra adentro, como la del burócrata que por fin decidió acercarse a la iglesia, no solo están llenas de gratitud, de peticiones de sanidad, de perdón, sino también de esperanzas.
Para los romeriantes, el sacrificio no importa, lo fundamental es cumplir con lo pactado en silencio con la patrona de los hondureños.
La virgen les cumplió sus peticiones, cuentan, ahora ellos están en la obligación de cumplir la promesa, ya sea yendo de rodillas ante ella o llevándole velas, flores o una ofrenda que fue recogida durante todo un año.
Actividad
El arribo de los peregrinos cada hora aumenta. Vienen de todas partes del país y de todos los extremos de la capital. Para ellos no importa el sacrificio, solo la fe.
La actividad en ambos templos es muy agitada, unos van otros vienen, todos tienen el fin de acercarse lo más que se pueda ante la imagen de la patrona de los hondureños.
Mientras en el interior de los santuarios y en sus atrios la fe tiene la fuerza de una inmensa ola, en la plaza frente a la antigua ermita y en la calle que da acceso a la basílica los comerciantes hacen sus negocios ofreciendo todo tipo de mercancías.
“Mientras esté alentada seguiré visitando a la virgen”
Doña María López salió de la aldea de Jicarito, Guajiquiro, a las 12:00 de la noche. Caminó dos horas y media para llegar al lugar donde tomó el bus que la conduciría a Tegucigalpa.
Su visita a la ciudad no era de placer, solo tenía un fin, cumplirle la promesa que le hizo a la virgen de Suyapa hace unos años, que mientras esté sana la visitaría siempre.
¿Y la virgen le ha cumplido?, se le consultó. ¡uyyyy, sí!, dijo, sin dejar de contemplar un manojo de veladoras que compró y bendijo, a las cuales normalmente los peregrinos llaman reliquias.
En medio de risas, López relató: “Salí de mi casa a las 12:00 de la medianoche, ¡imagínese!, y tuve que caminar bastante para llegar al lugar donde tomé el bus, fueron dos horas bien, macaneaditas, pero lo importante es que ya vine a cumplirle a la virgencita”.
Ella no vino sola, andaba acompañada de su hijo Miguelito Gómez y de su nieta Sindi Gómez.
Con esa alegría de la gente de tierra adentro aseguró que “mientras esté alentada seguiré visitando a la virgen, no importa el sacrificio”.
“Mi hijo Miguelito siempre me trae, porque mi esposo Miguel ya no vive. Me tocó criar a mis seis hijos solita, ahora ya están grandes. Tras cumplir con lo pactado doña María, su hijo y su nieta regresaron ayer mismo a su lejana aldea, donde los vecinos -según contó ella- la esperaban con cohetes, morteros y un rosario en agradecimiento a la virgen que no solo la trajo, sino que la regresó sin novedades.
“He visto las maravillas de Dios y de la virgen en mi vida”
“Mire, mi niño Franklin Josué Ramos nació muerto y se revivió instantes después que yo le hiciera una promesa a la virgen de Suyapa”, relató Isidro
Ramos Gómez, un agricultor de la comunidad de Regadillos, Lepaterique.
él vino ayer a la capital solo a cumplir la promesa que realizó hace seis años cuando le nació su pequeño .
“Mire que cuando él nació estuvo como tres horas sin reaccionar. Yo me postré y le prometí a la virgen que si no se moría se lo traería todos los años”.
Gracias a Dios y a la virgen el niño reaccionó. Lo difícil continuó porque tenía labio leporino y paladar hendido, pero aun así voy sacándolo adelante”.
Al año a Franklin fue sometido a la primera operación de labio leporino, “eso para mí fue terrible porque lo entubaron para alimentarlo. Ahora ya tiene seis años, es un niño alentado, asiste a la escuela, pero aún tiene pendiente la operación
para la corrección del problema del paladar hendido”.
Ramos llegó a la ermita de la virgen de Suyapa con su pequeño Franklin y con su otra niña de nombre Nuria Jackelin Ramos, a los cuales en ningún momento soltó.
“Yo he visto las maravillas de Dios y de la virgen en mi vida y no tengo por qué dudar de ello. Me revivió a mi hijo, me lo está sacando adelante, de una o de otra forma, es algo grandioso, algo que solo la fe puede dar”, añadió Ramos, mientras salía del templo y se disponía a regresar a su aldea.
Le prometió a la virgen visitarla durante 15 años
Cargando en brazos a su hija Alexa de diez meses, don Pedro Sánchez se postró de rodillas ante la imagen de la virgen de Suyapa.
Se inició una conversación silenciosa entre aquel creyente y la representación de la madre de Jesucristo. Oró y oró por varios minutos flanqueado por su hija Suany Lizeth de ocho años y Clorixa de 17 años.
“Venimos de Intibucá a cumplir una promesa que tenemos y que la hice por mi niña Suany”, relató.
“Esta niña nació con un soplo en el corazón y los médicos no me daban muchas esperanzas. Así que dentro de mi pobreza me aferré a la virgen de Suyapa y le pedí que me la sanara”.
“Le prometí que le traería a mi hija durante quince años y aquí estoy, ya llevo ocho”.
Recordó que no solo se comprometió a visitarla, sino que también le ofreció una ofrenda y rosas por cada año que cumpliera la niña.
“Esta vez le traje a la virgencita ocho rosas que cultivé, porque así fue la promesa, y aunque por el viaje vienen un poco marchitas, así las traigo, la virgen ya sabe... pero fíjese que las que trajimos ayer vinieron bien vivitas”, sostuvo el peregrino.
Bendita sea la virgen, a quien puse como su médico. Ahora los doctores ya vieron a la niña y está completamente sana y por eso mi agradecimiento a Suyapa.
Sánchez relató que el año pasado vino a Tegucigalpa con su esposa y sus otros dos hijos, pero esta vez no pudieron venir todos por motivos económicos.