San José, Costa Rica
En 1842, Costa Rica se bañó de sangre de mártires, hoy, 173 años después, los descendientes de Francisco Morazán siguen reclamando justicia.
Y esa justicia, obviamente, no va contra aquellos que ordenaron la muerte del grande hombre de Centroamérica, sino contra su propio Estado, cuyos gobiernos le han ocultado a su pueblo la verdadera dimensión de lo que fue uno de los hombres más insignes de la época posindependentista.
Los descendientes de Morazán, sin embargo, admiten que poco a poco eso se va logrando y cifran sus esperanzas de que algún día su patria le dará al jefe de Estado Provisorio el sitio que aún le conserva la historia.
Son más de 600 los descendientes del prócer, ese gran caudillo que llegó a Costa Rica en 1842 invitado por los mismos costarricenses para que los liberara de una dictadura que ya no soportaban y que al final más bien derivó en una especie de trampa mortal.
El año pasado, EL HERALDO se propuso dar con los descendientes de Morazán en El Salvador, los de la rama de Adela, la niña que, junto a su madre (María Josefa), huyó a El Salvador tras el asesinato del líder unionista.
También dimos, tras casi un año de búsqueda, con los tataranietos del otro prócer, José Cecilio del Valle, que viven en Guatemala. Ambas familias recibieron a EL HERALDO con mucha simpatía, agradecimiento y admiración por ser el único medio de comunicación de Centroamérica que se interesaba en contactar a los parientes de los grandes hombres que lucharon por una Centroamérica mejor.
Para este año la meta era Costa Rica. Sabíamos que Morazán, al momento su muerte, dejó concebida una niña con la distinguida y apuesta dama Teresa Escalante. Esa niña, bautizada con el nombre de Dolores, justamente un 15 de septiembre de 1843, fue adoptada por Guillermo Freer, ciudadano inglés que le dio su apellido.
No obstante, su madre con el tiempo le dijo la verdad a su hija, que su verdadero padre era Francisco Morazán, pero no podían hablar mucho por el temor natural a la venganza política.
Fue tal el temor de su madre que pidió al sacerdote que bautizó a su hija que no la registrara en ese momento, hecho que fue posible hasta 1859 cuando la hija de Morazán contrajo matrimonio.
Esa fe de bautismo dice: “En la ciudad de San José a veinte de octubre de mil ochocientos cincuenta y nueve. En este lugar debía hallarse la partida de bautismo de la niña Dolores Freer que se sentó a la página 107 del libro corriente”.
Esta nota la firma Antonio del C. Zamora y es reproducida por el historiador Miguel Cálix Suazo en “La posteridad nos hará justicia (volumen dos)”.
Lolita, como se le conocía en la sociedad costarricense, se casó en 1859 con el ciudadano español Luis Vicente José Gargollo con quien tuvo nueve hijos: Elena Rosa de las Mercedes, Eduviges Teresa, María Luisa, Mar?a Adela Eulalia, Luciano Luis José María, Guillermo Juan de Jesús, Ricardo María de los Dolores, Manuel Antonio Francisco y José Aurelio de los Dolores.
Se trata de una numerosa prole que, con razón, generó una considerable descendencia de Morazán en Costa Rica.
EL HERALDO tuvo el privilegio de dar con parte de los descendientes del héroe sacrificado.
Quien está a la vanguardia en la lucha por defender la causa de Morazán en Costa Rica es su tataranieto Mauricio Ortiz.
Para despejar cualquier duda sobre su descendencia, Ortiz primero recordó lo que su madre les repetía: “Yo soy Virginia Ortiz Jiménez; mi mamá (que era mi abuela) se llamaba Virginia Jiménez Gargollo; la mamá de Virginia Jiménez Gargollo (mi bisabuela) se llamaba Elena Gargollo (mi tatarabuela) y Elena era hija de Dolores (hija de Morazán)”.
Hay muchos descendientes de Morazán en Costa Rica. Además de Mauricio Ortiz, y su pequeño hijo, EL HERALDO tuvo contactos con Fernando Castro Jiménez, Alejo Castro Cale, Álvaro Ortiz Leiva, Gonzalo Jiménez Avendaño, Alejo Castro Jiménez, de la quinta y sexta generación del expresidente de la Federación Centroamericana.
Cuando se enteraron de la presencia de EL HERALDO, los descendientes de Morazán se llenaron de júbilo y de orgullo. Ningún medio los había entrevistado.
Algunos de ellos habían tenido contacto con el historiador hondureño Cálix Suazo, quien ha profundizado sobre la vida y labor del genio durante los cinco meses que gobernó este hermano país. “Somos gente de bien, preparada, de trabajo, honesta. Si vemos el antepasado a Elena, a su hermana Adela, eran gente de empresa, de trabajo, productores cafetaleros”, dijo Ortiz, entrevistado en un hotel de San José.
“Hemos pasado de generación tras generación y se trata de enseñar a los hijos las cosas importantes. Morazán nos enseña que es un hombre de lucha, que persigue sus ideales hasta el final, que luchó y murió por lo que él creyó”.
Ortiz fue clave para entrevistar a otros descendientes del ilustre general.
Después de varias llamadas fue posible citarlos al Parque Central, exactamente donde mataron a Morazán a las seis de la tarde de aquel fatídico 15 de septiembre de 1842.
Todos llegaron a la hora indicada
Uno de ellos, Alejo Castro Cale, mostraba una barba parecida a la de Morazán, con mentón y nariz pronunciados, realmente muy parecido al prócer.
“Es un orgullo ser descendiente de una persona tan importante. Queremos recordarlo, que no se pierda esa historia tan importante. Tenemos que enseñarle a nuestros hijos la importancia de ser descendiente”, dijo el entrevistado.
“Aquí”, agregó, “no se le ha dado la importancia que tiene en Honduras. Queremos darle a Morazán su lugar histórico y no olvidar lo que significó”.
Fernando Castro Jiménez, quien se dedica a la agricultura, es hijo de Carmen María Jiménez, quien a la vez era hija de Tobías Jiménez Gargollo. Este último era hijo de Elena Gargollo, cuya madre, Dolores, era la hija única de Morazán.
“Es un orgullo y a la vez una responsabilidad” tener al inigualable patriota como creador de toda esta numerosa familia.
Su mayor deseo, expresó, es que “se evalúe la obra del general Morazán en su verdadera dimensión, con los claroscuros que todos los hombres tenemos. A mí me parece que (en Costa Rica) no se conoce bien la obra de Francisco Morazán”.
“Toda la historia y todos los grandes hombres y todos los próceres deben ser estudiados por las nuevas generaciones, para que todos aprendamos y aprovechemos sus virtudes y sus errores también”.
Este familiar no entiende cómo se le ponen tantos peros al tema de la unidad pregonada por el mayor hombre de Centroamérica.
“Yo creo que la unión es algo que se debe aplicar en todos los campos de la vida, la unión de los pueblos, de las familias, de los países. Yo creo que su ideal se puede trasladar a muchos campos”, afirmó.
Morazán también tiene en Costa Rica a un campeón internacional de golf, que le ha dado muchas glorias a su país. Se trata de Álvaro Ortiz Leiva, empresario de bienes raíces, ganador de medallas en la referida disciplina.
Es descendiente de Morazán por el lado paterno. “Estoy muy contento de ser descendiente de una persona que ha causado tanto impacto en Centroamérica y fuera de ella”, refirió.
Agradeció la presencia de EL HERALDO en esta capital. “Estoy muy orgulloso de tener esta descendencia y de conocer toda la historia y la injerencia que él tuvo. Mi papá fue un gran admirador de él (Morazán), se dedicó mucho a la lectura. Fue como un profesor. Me contaba la historia, las anécdotas, las situaciones que vivió Morazán. Nos hablaba de las gente que tuvo a su favor, la gente que tuvo en contra. Cómo él luchó por sus ideales”.
A criterio de este pariente, el héroe máximo “fue fusilado por la misma gente que en algún momento estuvo con él. Su muerte fue muy extraña, habría que estar ahí para entender lo que realmente estaba pasando”.
“Yo soy tataranieto de doña Adela Jiménez”, dijo con tono de orgullo Gonzalo Jiménez Avendaño, otro descendiente del mártir de San José. Adela era hija de Dolores, la hija del gran caudillo.
“Me siento muy orgulloso de ser descendiente de un señor que fue muy emprendedor, que luchó mucho, no solo aquí en Costa Rica”, expresó Jiménez Avendaño.
Él quiso siempre lo mejor tanto para Costa Rica como para la unión centroamericana. Es un honor muy grande, una persona tan tenaz, capaz, con tanta ideología, visión”.
Recordó que en la escuela hablar del tema Morazán generaba “un poquito de controversia. Siempre se (le) veía como el militar y no como la persona que era, pero gracias a los libros, a los estudios que se han hecho, nos hemos dado cuenta que Morazán fue una gran persona, que no era como mucha gente pensaba”.
A su modo de ver, si el libertador y benemérito “hubiese sido sometido a juicio, hubiese sido más favorable en el sentido de que se hubiera podido demostrar que los que estaban en contra era como una rencilla” la que tenían.
“Sobre nuestra descendencia en la escuela nunca se tocó el tema, siempre se mantuvo un perfil muy bajo. Muy poca gente escudriñaba un poquito y se daba cuenta que éramos descendientes de don Francisco Morazán”, expresó Jiménez Avendaño.
Al parque central donde mataron a Morazán también llegó muy puntual don Alejo Castro Jiménez, hermano de Fernando Castro Jiménez.
A pocos metros de este parque hay otro que los costarricenses bautizaron como Parque Morazán, lo que indica que no todos los gobiernos han sido negativos con el prócer.
Alejo es administrador de empresas, especialista en seguridad. “Somos de línea directa que empieza con Dolores, Elena, Alejo, Tobías y yo”, indicó.
Muy poco sabían de sus orígenes. “Fue con mi hermano que comenzamos a investigar nuestro origen y nos llevamos la gran sorpresa que veníamos de una descendencia directa del prócer”.
“Para nosotros ha sido algo de mucho orgullo darnos cuenta de la historia que teníamos ya que era muy poco conocida”, dijo.
Expresó su agrado porque “la historia de la trayectoria de Morazán (en Costa Rica) se va aclarando a través de los libros, de las publicaciones que don Miguel (Cálix Suazo) ha hecho, el verdadero propósito de la filosofía y los ideales que tenía Francisco Morazán”.
“Para nosotros”, expresó este pariente, “ es un orgullo saber que descendemos de tan distinguido prócer y al igual que nuestros países hermanos de Centroamérica. Para nosotros es algo muy especial compartir ese pasado común”.
“Mi hermana y yo empezamos a estudiar el tema hace unos quince años y fuimos descubriendo todas estas cosas. Tuvimos acceso a distintas publicaciones hechas por familiares nuestros sobre la cadena de la descendencia. Nos sentimos muy contentos y muy orgullosos”, subrayó. El pensamiento de Morazán se mantiene vigente. “Ahora con el tema de la globalización, tenemos que empezar a vernos como un solo mundo, como un solo planeta. Y las regiones que estamos cerca tenemos que aprender a compartir unos de otros. Es una pena que los ideales del prócer se hayan separado”, lamentó don Alejo.