A la oficina del jefe de Cartografía del Instituto Geográfico ingresó una llamada a eso de las 2:00 de la tarde; era la voz de Alfredo Hawitt, presidente de la Comisión de Arbitraje, que buscaba a Amílcar Burgos, el árbitro de moda en 1995; “Mirá, Negro, me llamaron directivos de Olimpia y Victoria para que vos dirijás el domingo, porque les gustó el trabajo que hiciste en la ida”.
El mejor tocapitos de la época rompía los paradigmas y callaba bocas. “Al juego de La Ceiba llegué con mucha presión, porque en esa semana Olimpia había pedido la llegada de Arturo Brizio Carter, pero la Fenafuth (en ese tiempo regentada por Jorge Abudoj) denegó esa solicitud y me mandaron a mí. Me paré firme y saqué un juego limpio, apenas con dos amarillas, a pesar de la contextura de los equipos”, recuerda Burgos, actual asesor de la Fenafuth en materia arbitral; “en los dos juegos no saqué ninguna roja, a pesar de enfrentarme a la picardía de Dolmo Flores, a los constantes reclamos de Nahún Espinoza y a las entradas fuertes de Erick Fu y Javier Martínez”.
¿Y qué sintió cuando Hawitt le dijo que iba a pitar el segundo partido? Nunca pensé que me llamaba para eso y, sinceramente, dudé en aceptar. Pero me dijo que era una orden. Le pedí que me diera ocho horas para darle una respuesta, lo pensé y acepté.
¿Puso alguna condición? Sí. Lo único que le pedí es que me dejara escoger a mis asistentes. Y elegí a Osman Umanzor, Walter Rivera y Argelio Sabillón, los mejores de esa época estábamos en la gran final de 1995.
Para decir que sí, tuvo mucho que ver el buen trabajo del primer duelo, ¿no? Pues sí. Recuerdo que antes del juego de ida, tras desestimar la petición de Olimpia, Cocoy dijo: “Si hay un cagadal en La Ceiba, el único responsable será Amílcar Burgos”. Eso me tocó el ego y por eso hice uno de mis mejores trabajos en una estadio Ceibeño que era pequeño, nada que ver con el de ahora, y que parecía una olla hirviendo.
¿Le dieron alguna medalla, como hacen ahora? ¡No! ¡Qué va! Ni las gracias nos dieron... ja, ja. Imagínese que nos repartimos tres mil lempiras entre los cuatro.
¿Ni con la pelota se quedó? Pues fíjese que sí. Pasó algo bien divertido. Ya para terminar el encuentro, Victoria iba a hacer un saque de meta y se me acerca Martínez Sambulá y me dice: “Denos la chance de salir campeón, pite ya, por favor”. En eso veo que el Chato Padilla (el portero de la V) agarra la pelota y hace el gesto de querer botarla a la grada; ahí no más le dije: “Si la botás, doy cinco minutos de descuento”. Hacen el saque de meta y pito el final, por eso es que en las imágenes me salgo riendo con Padilla y la gente entendió otra cosa...
El balón, de esos duros Mikasa de antaño, y el honor de ser el primero en pitar las dos finales del mismo torneo, son los recuerdos de los que ahora saca pecho Burgos. ¿Qué más pedir, verdad?