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Arte, historia y religión conjugan iglesias de Tegucigalpa

San Francisco, La Merced, Los Dolores y la Catedral son verdaderas joyas que datan de los siglos XVI, XVII y XVIII.

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29.03.2013

El desarrollo de la arquitectura religiosa en Honduras inició después de la primera mitad del siglo XVI.

Las primeras construcciones de este tiempo fueron las iglesias San Francisco y La Merced, para después levantar grandes templos como Los Dolores y la Catedral.

Es por ello que en su sección Vida, en el marco de la Semana Santa, le mostramos cuatro iglesias que hoy sobresalen para deleite de propios y extraños, por su valor histórico y artístico que permite conocer períodos de la historia de Honduras que sucedieron después de la conquista.

Sobre estas iglesias investigó y escribió el fallecido historiador Mario Felipe Martínez Castillo. Es por ello que la información utilizada se desprende de entrevistas que el historiador ofreció a esta sección y de su libro “Lecturas de la capital de Honduras”.

Los inicios

Las primeras construcciones del siglo XVI y principios del XVII son pequeñas ermitas “muy pobres desde el punto de vista arquitectónico, ya que son de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII”, relató el historiador, y agregó que fue necesario que llegara el siglo XVIII para que apareciera “una arquitectura estilística ya en forma, porque las primeras construcciones eran hechas por los frailes que usaban mano de obra indígena, negra, mulata, parda y mestiza”.

+ Fotogalería: Iglesias de la capital de Honduras

Catedral
San Miguel y su fachada en estilo barroco y altar en rococó

Al incendiarse la iglesia parroquial de Tegucigalpa a finales del siglo XVII, el cura párroco de San Miguel de Tegucigalpa contrató en Guatemala a arquitectos para que diseñaran la nueva parroquia, hoy Catedral de San Miguel Arcángel, o Catedral Metropolitana, como también se le conoce.

El encargado de esa tarea fue José Naciancino Quiroz. Es así que el guatemalteco diseñó la fachada en el estilo barroco almohadillado, “que es un estilo que parece como si fueron poniendo almohaditas unas encimas de otras en vez de la columna salomónica que se observa en otras iglesias”, escribió en su momento el historiador Mario Felipe Martínez Castillo (QDDG).

El altar de la Catedral es del último período del barroco, “que ya corresponde casi al estilo rococó” en el que se utilizan guirnaldas en vez de columnas. En la cúpula de la catedral se pueden observar cuatro pechinas y en cada una la imagen de los cuatro evangelistas, hechos por José Miguel Gomes, considerado uno de los mejores pintores de la América colonial.

“Toda obra de madera es hecha de Vicente Gálvez”, que también fue quien hizo el púlpito ubicado al lado derecho de la iglesia, que “un detalle interesante presenta en las gradas que le dan acceso, en donde con una excelente visión decorativa y funcional, el escultor demostró una gran técnica; en lo alto del dosel una carroza está sirviendo de corona”, esta carroza algunos consideran que es la de Elías, “pero también pudiera ser el carro de la fe, o de la verdad, que tanto se usaba en las procesiones de la época colonial”, escribió Martínez en su libro “Lecturas de la capital de Honduras”.

Iglesia La Merced, la segunda construida en el Real de Minas de Tegucigalpa

El historiador Mario Felipe Martínez, registra en su libro “Lecturas de la capital de Honduras”, que no se sabe la fecha exacta en que inició la construcción de la iglesia y convento de los mercedarios, aunque sí se sabe que para finales del siglo XVI ya estaban radicados en las minas de Santa Lucía, “cuatro leguas distante del Real de Minas de Tegucigalpa”.

No obstante, según las investigaciones documentales de Martínez, “podemos aseverar que a partir de 1650 los frailes inician la construcción de la iglesia como de su casa conventual”.

La fachada de esta iglesia ha sido reconstruida varias veces, debido a ello hoy se puede observar una fachada neoclásica construida a mediados del siglo XIX.

La iglesia “tiene una serie de retablos de épocas diferentes, lo que hace que pierda la unidad estilística que tiene la iglesia San Francisco, ya que junto a retablos barrocos de la primera mitad del siglo XVIII encontramos, como el Mayor de finales del mismo siglo, otros del siglo XIX y principios del XX que desentonan en tamaño y calidad”. El más importante de los retablos es el mayor dedicado a la Virgen del Rosario, “todo él presenta las mismas características del estilo rococó impuesto por Vicente Gálvez”.

En esta iglesia de La Merced hubo una cofradía que fue de las más ricas en alhajas y bienes muebles e inmuebles, que le dio mucho importancia a la iglesia en el siglo XVIII, “época en que fue reconstruida totalmente y cuando adquirió el aspecto con que hoy conocemos su interior con sus retablos de ese siglo”, relata el historiador en su libro.

Esta iglesia fue abandonada a inicios del siglo XIX cuando fueron expulsadas las órdenes religiosas, no obstante, en 1858, el padre José Trinidad Reyes la abrió nuevamente.

Los Dolores: la iglesia de los negros y mulatos del barrio Abajo del Real de Minas

La fachada barroca de la iglesia Los Dolores, es considerada una de las más originales que existen en América, según las apreciaciones del historiador Mario Felipe Martínez Castillo.

No se sabe el registro de fundación de esta iglesia, aunque a finales del siglo XVII ya existía una ermita para los mulatos y esclavos en el Real de Minas de Tegucigalpa. La iniciativa de construir una iglesia vino de los negros y mulatos libres que se convirtieron en los nuevos ricos.

El diseño de la fachada se le atribuye a Juan Nepomuceno Cacho, y en ella se pueden observar nichos simulados por molduras de cerámica vidriada, esto le da a la fachada una gran peculiaridad, ya que no está adornada “con argamasa, como la mayoría

de las fachadas del 99% de las iglesias que existen en Honduras”. Igualmente de cerámica vidriada son los jarrones distribuidos en toda la fachada, “la cual adquiere una gran plasticidad y una originalidad única en América, por los matices de toda su decoración fabricada en cerámica vidriada”.

El historiador detalla en su libro que toda la cerámica, santos, ángeles, jarrones, balaustrada, repisas, molduras y racimos de uvas, fueron elaborados en Comayagua.

Martínez escribió que para 1732 la iglesia está adornada de retablos de talla dorada, los dos más antiguos son obra del pintor y ensamblador Blas de Mesa, y están diseñados en el estilo barroco salomónico, con columnas recubiertas de parras de uvas. De este mismo artista son algunas de las pinturas de esta iglesia, las demás son de artistas anónimos.

La iglesia San Francisco fue terminada en 1590, y es la más antigua de Tegucigalpa

Hablar de la iglesia San Francisco es hablar del templo más antiguo de la capital de Honduras.

Construida por los franciscanos establecidos en el país desde finales del siglo XVI. Al ser terminada en 1590 carecía de una serie de elementos para su adorno interior, y solo tenía lo indispensable para la misa. Por lo que no tenía ninguna ostentación exterior o interior, tal y como se puede observar en su fachada, “eran pequeñas ermitas muy pobres desde el punto de vista arquitectónico”, expresó en una ocasión el fallecido historiador Mario Felipe Martínez Castillo.

En el siglo XVII hasta la primera mitad del siglo XVIII la iglesia San Francisco fue la institución religiosa más rica en obras de arte en el Real de Minas de Tegucigalpa, tal y como detalla el historiador en su libro “Lecturas de la capital de Honduras”.

Y fue precisamente don Diego de Aguileta y Peralta, quien en 1665 mandó a construir con sus propios bienes el retablo de talla dorada para el crucificado de la cofradía, “siendo en la actualidad el retablo más antiguo que hoy tiene la iglesia”. Este retablo mayor es de estilo rococó, y probablemente es de la escuela del guatemalteco Vicente Gálvez. En el siglo XVIII se elaboran otros retablos de estilo barroco y columnas salomónicas.

Las pinturas de la iglesia San Francisco, según explicó Castillo, son creaciones de pintores de apellido Zepeda y Villafranca, aunque la mayoría son obras de artistas anónimos, que al no ser maestros no podían firmar sus trabajos.

“Toda la iglesia ha sufrido muchas transformaciones, el obispo fray Antonio de Guadalupe López Portillo, la mandó a reconstruir con su peculio personal en 1735”.