Tegucigalpa, Honduras
Su visión y pasión por el arte han llevado al hondureño José Solís a triunfar como crítico de arte en el círculo de Broadway en los Estados Unidos. El escritor hondureño ha estado cubriendo teatro, cine y artes durante casi dos décadas, incluso sus reseñas han sido publicadas en medios como The New York Times y American Theatre. También cocreó el podcast y la serie web Token Theatre Friends, que aporta una perspectiva de personas de color a las artes escénicas.
Originario de la ciudad de Tegucigalpa, desde muy pequeño este talento ha tenido muy claro que el arte era lo suyo, una pasión que ha ido desarrollando con los años y que ahora le permite triunfar fuera de las fronteras, siendo incluso el primer latino en participar como crítico de teatro en The New York Times. Desde la ciudad de Nueva York, Solís conversó en exclusiva con EL HERALDO sobre su carrera y sus nuevos proyectos en el campo artístico.
¿Cómo nació esta pasión por la crítica de arte? Es lo único que he querido hacer desde niño. Cuando tenía 10 años mi mamá me regaló un diario que dejó de ser sobre mi vida y se convirtió en una crónica de las películas que veía, de la música que me gustaba. Siempre fui muy ‘geek’ y en la escuela prefería leer durante el recreo y al llegar a mi casa me pasaba la tarde viendo películas clásicas. Mi abuela paterna me crió contándome las tramas de películas de Fellini y Audrey Hepburn, mi papá me alquilaba películas de Pasolini y Godard desde que tengo memoria. Iba al cine todos los fines de semana y frecuentemente llegaba a mi casa cargado de cassettes y DVD que alquilaba en MetroMedia. Así me fui dando una educación informal de historia del cine, leía muchos libros de arte y cuando tenía 16 años comencé un blog. No se en qué momento me di cuenta de que lo que quería hacer se llamaba crítica, pero recuerdo muy bien que siempre corregía a los adultos que me decían que lo que yo quería era ser director. “No, señor, yo quiero ser crítico”, les decía.
{Sépalo}
{Nuestro compatriota José Solís se convirtió en el primer latino en reseñar teatro en The New York Times.}
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Ha consolidado su carrera escribiendo para diferentes medios y espacios, ¿cómo fue abrirse camino en este campo en los Estados Unidos? Me fui de Honduras después de los 18 años con la intención de estudiar cine en Costa Rica, no porque quisiera hacer cine, sino porque era lo que más se acercaba a la crítica en Centroamérica. Mientras estudiaba continué mi blog y comencé a contribuir en publicaciones en los EE UU y Europa. Me fui a Nueva York cuando cumplí 26 años y una vez aquí continué escribiendo, pero también empecé a ver mucho teatro, ir a museos, ver ballet y opera, etc. Ahora me concentro más en teatro y soy miembro del comité nominador del Drama Desk Award y miembro de asociaciones de críticos de cine como la Sociedad Online de Críticos de Cine (OFCS), la Sociedad de Críticos LGTBQ (GALECA) y la Asociación de Periodistas de Entretenimiento Latino (LEJA)
A pesar de que vivir en EE UU no es nada fácil, una de las ventajas de vivir aquí es que sí puedes abrirte oportunidades que en Honduras son imposibles a menos que tengas argolla o seas de una familia adinerada. Aquí mi talento y mi terquedad (nunca he dejado de trabajar para conseguir lo que quiero) llamaron la atención de editores de varios medios que pronto comenzaron a contratarme. Hoy en día contribuyo en el New York Times, el Washington Post, las revistas Backstage, American Theatre, Encore Monthly y America, al igual que medios en línea como 3Views y el periódico independiente National Catholic Reporter.
¿En qué proyectos está concentrado actualmente? En la primavera del 2018 comencé una serie de video y podcast llamada Token Theatre Friends, que en su momento fue la única de su tipo en la que críticos provenientes de minorías conversaban con artistas de teatro y ofrecían reseñas. La serie fue tan provocadora que conseguí que la produjera la revista American Theatre, pero en el 2020 con la pandemia se cae la economía gringa y los presupuestos de las publicaciones. En ese momento decidí independizarme y lanzar el podcast de forma independiente. Mi misión actual es lograr conseguir fondos (ahora tenemos un minipresupuesto basado en crowdfunding) para poder expandir lo que puedo hacer. Quiero contratar periodistas, crear más plataformas.
Es muy difícil hablar de racismo con gente que no vive en EE UU, ya que no se imaginan lo serio que es. Creo que las protestas después del asesinato de George Floyd el año pasado y el reciente atentado en el Capitolio han evidenciado lo corrosiva que es la supremacía blanca en este país. Mi punto es que al ser yo mismo discriminado y convertirme en pionero (soy el primer latino en la historia que escribe crítica de teatro para el New York Times, por ejemplo), he tomado la misión de crear espacios para otra gente como yo.
En agosto del 2020 comencé un programa educativo exclusivo para críticos BIPOC (población negra, nativo americana/indígena, gente de color) y a finales del 2020 el Kennedy Center en Washington DC me pide que lidere una versión de mi programa para ellos. Con el nombre de BIPOC Critics Lab, en seis meses he logrado colocar 25 críticos de color en publicaciones en todo el país.
Estos días estoy concentrado en mi podcast, en ver hacia dónde puedo llevar el BIPOC Critics Lab y en mi trabajo enseñando. El año pasado fui instructor invitado en Yale, Harvard, Brown, la Universidad de Texas en Austin, y artista en residencia en la Universidad Hunter en Nueva York.
Hoy por hoy, ¿cuál es la importancia de la crítica de arte? Yo quería ser crítico porque soñaba con poder platicar del cine y arte que me gustaba con otra gente. Al no encontrar gente en la vida real, los críticos que leía se convirtieron en mi fuente de inspiración. Esa misma es la importancia de la crítica ahora.
La palabra crítica nunca me ha gustado porque tiene una connotación muy negativa. En realidad yo me considero más un mediador que un juez, un crítico es alguien que conoce muy bien el arte y comparte contigo su conocimiento, no con la idea de “enseñarte” y mucho menos de “lucirse,” sino que con la idea de revelar nuevas capas e invitarte a “leer” el arte con otro lente. Un buen crítico es como el amigo o amiga a quien le pides recomendaciones y en cuyo conocimiento confías y respetas, a pesar de no siempre estar de acuerdo con lo que dicen.
Ante esta nueva realidad en el mundo, ¿cuáles son las oportunidades que tiene el arte para reinventarse? El arte no tiene nada que reinventar. Quienes tienen que reinventar son los dueños del arte. Los productores de teatro, los dueños de galerías, los distribuidores de cine, las cadenas que comercializan el arte. La pandemia ha hecho más clara que nunca la enorme inequidad que existe en este planeta, donde hasta en el país más rico del mundo la gente no puede ir al teatro porque es carísimo.
La democratización creada por la pandemia me ha permitido a mí, por ejemplo, poder invitar a mi hermano en Tegucigalpa a que vea una obra en Los Ángeles por medio de Zoom. Las nuevas reglas de la sociedad en distanciamiento social han obligado a que los museos abran sus puertas digitales, a que las distribuidoras de películas estrenen sus cintas en todo el mundo al mismo tiempo, a que los artistas de países en desarrollo tengan las mismas oportunidades que los artistas de países ricos. Es un momento emocionante en cuanto a donde podemos llegar después, pero es necesario que las corporaciones prioricen el humanismo en lugar del dinero.
Yo quería ser crítico porque soñaba con poder platicar del cine y arte que me gustaba con otra gente. |
¿Qué proyectos le gustaría realizar a futuro?
Me gustaría lograr que tanto Token Theatre Friends como el BIPOC Critics Lab tuviesen una fuente segura y constante de fondos para poder producir y enseñar más frecuentemente. En el Kennedy Center tuve la oportunidad de dar clases a críticos en Mumbai y Liverpool, por ejemplo, y me emociona la idea de algún día poder abrir una escuela en Tegucigalpa o en otros países latinos.
Soy muy “workaholic”, como dicen los gringos, y como amo mi trabajo constantemente estoy inventando proyectos. Este año ya tengo varias invitaciones a universidades. Lo que más quiero es seguir trabajando con estudiantes, quiero entrenar gente joven que no ha tenido muchos privilegios, quiero recordarles que si yo puedo, ellos también pueden. Me gustaría que cuando me toque irme de este mundo, se me recuerde como alguien que abrió puertas y construyó puentes, que se me recuerde como alguien que dejó un legado de amor al prójimo.
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