tegucigalpa
Hay quienes han visto en las estampas locales que pintó el maestro Pablo Zelaya Sierra (1885-1932), a un inocente pintor que quería saturarse del alma de Honduras. Esta mirada simplista desconoce el valor artístico y el pensamiento estético del gran fundador de nuestra modernidad pictórica; el tema, en la obra de Zelaya Sierra, fue una excusa para desarrollar su visión del arte.
Sus maestros en la academia de San Fernando (Madrid, España) le proporcionaron una formación que abarcó desde los grandes artistas del clasicismo hasta lo más actual de las vanguardias europeas. Un artista así tenía absoluta claridad sobre la función del arte en la construcción de una nueva percepción sobre lo real; por esta razón, sostuvo que “se conceptúa el cuadro como un objeto independiente de la naturaleza, para cuya construcción se necesita la geometría y lo más selecto del espíritu, un cuadro es un objeto y no una ventana sobre un escenario”. En otras palabras, está diciendo que una pintura es ante todo lenguaje, una construcción formal que requiere conocimiento y sensibilidad.
Esta perspectiva es la que deseo rescatar en la obra “Los arqueros”. A simple vista, en esta se percibe la bucólica escena de tres hombres cazando una cabra (uno parado, otro en cuclillas y un tercero en el lado inferior izquierdo del cuadro, donde apenas se ve la mano sujetando el arco); estos lanzan sus flechas sobre el animal, que parado sobre unas piedras, intenta alcanzar las hojas de un árbol. ¿Realmente, un artista como Zelaya Sierra, pudo quedarse en la cándida descripción de una escena campestre o hay algo más en esa pintura?
La visibilidad formal
en “Los arqueros”
Esta obra tiene un movimiento, o mejor dicho, un ritmo que va de derecha a izquierda, es decir, en dirección hacia donde van las fechas (que no aparecen en la obra, su existencia solo es evocada); pero, ¿qué es lo que acentúa el sentido de este ritmo y su dirección?, precisamente es la vibración de la cuerda que apenas aparece diseñada formando una estructura geométrica con la curvatura del arco; una vez que la flecha se ha lanzado, queda por inercia la vibración, el desplazamiento de ondas elásticas que recorren la escena pictórica compuesta por arcos, rocas, árbol y cabra; por esa razón, las líneas de las piedras y las dos líneas que definen el volumen del árbol se ondulan en el mismo sentido que sugiere la dirección de la flechas (evocadas) y la vibración de la cuerda del arco.
Rigurosamente podemos contabilizar el desplazamiento ondulado de 10 líneas que parten antes de las figuras humanas y terminan en la silueta de la última piedra representada en el cuadro; pero, como señalé al principio, hay un tercer arquero en la parte inferior izquierda del cuadro del que apenas se aprecia una mano sujetando un arco, ese detalle es fundamental, no para la composición, sino para reafirmar el sentido del ritmo. Hemos dicho, que el recorrido visual de esta obra va de derecha a izquierda en líneas ondulantes, sin embargo, cuando tenemos la sensación de que esa vibración ondulante se escapará del cuadro, el arco representado en la parte inferior a modo de línea invertida, lanza la vibración hacia el centro, es un cuadro cuya composición es matemáticamente perfecta.
En esta obra el maestro propone algo que tradicionalmente no es pensado como tema, sino como recurso visual o plástico, me refiero al ritmo. Zelaya sigue así el mismo procedimiento de Franz Marc en los “Tres caballos azules”. En esta obra, el lomo y el anca de los caballos se decantan en una serie de líneas curvas que terminan transmutándose en las colinas que conforman el paisaje. En estas dos obras (“Los arqueros” de Zelaya Sierra y “Tres caballos azules” de Franz Marc) el sentido de realidad no está en los temas, ambos artistas son muy inteligentes para sustentar motivaciones tan bucólicas, la realidad de estas obras esta expresada en su estructura, en su forma.
Las lecciones
del maestro
Pablo Zelaya Sierra, nos enseña en “Los arqueros” y en el conjunto de su producción, que una de las funciones del arte pictórico es proporcionar un orden a lo que vemos, un orden que muchas veces se mueve por fuera de las leyes de la percepción natural. Zelaya Sierra nos indica que la visión artística es un reducto donde se conserva la auténtica aprehensión del mundo.
Cuando el maestro sostiene que el arte es “construcción geométrica y lo más selecto del espíritu”, nos está diciendo que la historia del arte, aparte de su contenido social o alegórico, también es la historia de sus fundamentos técnicos y su sensibilidad expresiva. Cuando propone que el cuadro es un objeto y no una ventana sobre un escenario”, nos está diciendo que la tarea del artista es ir hacia la realidad para deducir sus leyes estructurales, y sobre la base de esa indagación, elaborar un nuevo sistema perceptivo diseñado sobre las leyes de la producción artística. Este método ofrece una manera más genuina y revolucionaria para captar la realidad; esta revolución se da en la percepción, en el mundo de la visibilidad que, al final de cuentas, es el mundo del arte, sin decir con esto que el arte no deba tener un comportamiento político y social.
Zelaya Sierra nos enseña que en la obra de arte la significación es variable, cambia de acuerdo a la lógica de cada espectador, en cambio la forma es permanente porque es la que define el sentido del espacio, allí se definen todas sus relaciones porque la forma es un vocabulario que comunica su sistema desde las entrañas de la obra misma; es por ello que el maestro plantea que el gran problema es “hacer pintura pura”, construida, pensada a partir de su lenguaje. Este lenguaje crea su propia sintaxis y solo a partir de ese ordenamiento, la obra opera sus ideas y visiones sobre el mundo real.
Necesitamos afinar nuestras herramientas de análisis para indagar con propiedad la obra del fundador de nuestra modernidad pictórica. Las claves de su lenguaje nos siguen esperando, conocerlas o intentar hacerlo, es una tarea que enriquecerá nuestro discurso crítico y dotará a nuestra práctica artística de nuevos conceptos y métodos para operar sobre la visualidad contemporánea